El hombre que fue jueves

El hombre que fue jueves Imágenes

El cielo de Saffron Park

El siguiente fragmento corresponde al inicio de la novela, cuando el narrador enmarca el encuentro entre Syme y Gregory, que da pie a la historia:

Si por algo hay que recordar aquella velada memorable, es por el extraño crepúsculo que la precedió. ¡El fin del mundo! Todo el cielo se reviste de un plumaje vivo y casi palpable: dijerais que está el cielo lleno de plumas, y que éstas bajan hasta cosquillearos la cara. En lo alto del domo celeste parecen grises, con tintes raros de violeta y de malva, o inverosímiles toques de rosa y verde pálido; pero hacia la parte del oeste ¿cómo decir el gris transparente y apasionado, y los últimos plumones de llamas donde el sol se esconde como demasiado hermoso para dejarse contemplar? ¡Y el cielo tan cerca de la tierra cual en una confidencia atormentadora! ¡Y el cielo mismo hecho un secreto! Expresión de aquella espléndida pequeñez que hay siempre en el alma de los patriotismos locales, el cielo parecía pequeño (p. 23).

Se trata de una imagen muy visual y poética, con el énfasis puesto en las formas y los colores, pero también en el aura del escenario donde ocurren los hechos, en este caso, el barrio londinense denominado como Saffron Park. Este pasaje es un anticipo de la importancia que dará el autor a los espacios y ambientes en donde se mueven los personajes, ya que antecede la discusión política y poética entre Syme y Gregory.

El escondite anarquista

En esta cita se describen los extraños sucesos que llevan a Syme y Gregory al escondite subterráneo del Consejo Central de Anarquistas. Se trata de una imagen visual, auditiva y cinética, en tanto reproduce el movimiento de objetos y sujetos, los sonidos del mecanismo que propulsa el descenso, así como el parsimonioso retrato del personaje de Syme:

Y un instante después, el humo del tabaco, que hasta entonces había flotado dibujando serpentines en el aire de la estancia, subió recto como por el tubo de una fábrica; y los dos, con su mesa y su silla, se hundieron como si se los tragara la tierra. Fueron descendiendo entre rechinidos a través de una chimenea rugiente, con la rigidez de una caída. De pronto pararon de golpe. Y cuando Gregory abrió dos puertas, y llegó hasta ellos una roja luz subterránea, vio que Syme continuaba fumando tranquilamente, cruzada la pierna, y ni siquiera un cabello trastornado (p. 33-34).

Asimismo, la imagen sirve para ilustrar el estilo desopilante y absurdo que, por momentos, Chesterton imprime a su novela.

La catedral de San Pablo

Londres, su clima y algunos de sus lugares emblemáticos enmarcan gran parte de la novela. Chesterton utiliza mucho las imágenes de carácter visual para caracterizar los escenarios de la capital inglesa donde transcurren las acciones. En este sentido, el siguiente fragmento -caracterizado por la forma, el color y la descripción poética- permite observar la imagen de la célebre catedral de San Pablo, que resiste y destaca en medio del clima hostil del atardecer londinense:

Bajo la nebulosidad de la nieve que se perdía en los cielos, la ciudad parecía sumergida en un reflejo verdoso y como submarino. El crepúsculo escondido y hosco se adivinaba tras la cúpula de San Pablo, entre colores ahumados y siniestros: verde enfermizo, rojo moribundo, bronce desfalleciente, lo bastante vivo sin embargo para acentuar la blancura inmensa de la nieve. Y sobre esos temerosos colores, se destacaba el bulto sombrío de la catedral, en cuyo vértice brillaba una mancha de nieve, colgando como de un pico alpestre. Al escurrir, la nieve había revestido el domo de arriba abajo, argentando completamente el globo y la cruz (p. 87).

La fuga en Lancy

Esta cita grafica el momento en que los detectives, que están siendo perseguidos por los anarquistas, se ven acorralados en su llegada a la ciudad de Lancy:

Aunque la ciudad estaba envuelta en sombras, el sol aun no se ocultaba del todo. Donde aun tocaban sus últimos reflejos, se veían como unas llamas doradas. En lo alto de la calle lateral, la última luz brillaba en una franja viva y estrecha como la proyección de luz artificial en los teatros, y daba de lleno sobre el auto que parecía arder. Pero en el resto de la calle, y especialmente en los extremos, había una penumbra tan cargada, que por un momento los cinco fugitivos no pudieron ver cosa alguna (p. 148).

La imagen, predominantemente visual, funciona de manera cinematográfica como una escena estática que cierra una persecución: en medio de un ambiente ensombrecido y denso, lo único iluminado es el auto de los fugitivos, que se encuentra acorralado por la inminente oscuridad que significa el atardecer y la llegada de los anarquistas.