El Aleph

El Aleph Resumen y Análisis "El Zahir", "La escritura del del Dios", "Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto" , "Los dos reyes y los dos laberintos"

"El Zahir"

Resumen

Esta es la historia de un objeto que llega a manos de Borges, personaje y narrador. En el primer párrafo del cuento, Borges describe todas las formas que puede tomar el Zahir: una brújula, un tigre, un astrolabio, etc. En Buenos Aires, el Zahir toma la forma de una moneda de veinte centavos.

Estas cuestiones sobre el Zahir se ven interrumpidas por la descripción que hace Borges de Teodelina Villar, una mujer bella que vive obsesionada con las reglas que dicta la sociedad: cambia habitualmente de peinado, viste a la moda, sus gustos son los convencionales: “se mostraba en lugares ortodoxos, a la hora ortodoxa, con atributos ortodoxos, con desgano ortodoxo” (p.104). Borges confiesa haber estado enamorado de Teodelina. Cuando ella muere, luego del velorio, Borges va a un bar a tomar una copa. En ese bar recibe una moneda que va a convertirse en una obsesión. Borges entra en un espiral de disquisiciones sobre las monedas y su valor simbólico. Para liberarse de ese pensamiento decide deshacerse de la moneda pagando una copa en otro bar.

Durante un mes, Borges intenta no pensar en el Zahir escribiendo un cuento fantástico, pero ese cuento termina por tratarse de Fafnir, el dragón avaro de la mitología nórdica. Borges incluso consulta con un psicólogo, pero la respuesta del enigma de su obsesión por una insignificante moneda la encuentra en un libro de la calle Sarmiento que dice que Zahir es una creencia islámica y que es uno de los nombres de los atributos de Dios.

Unos meses después del velorio de Teodelina, Borges se entera de que la hermana de la mujer había enloquecido y no paraba de hablar de una moneda. Lo mismo había sucedido con el chofer de otra señora de la alta sociedad.

Con esa noticia, Borges comprende que su destino es el mismo que el de la hermana Teodelina: en poco tiempo habrá perdido del todo la cordura y su mente estará solo ocupada por el Zahir. Reflexiona sobre cómo eso no lo hará sufrir porque para ese momento el mundo, fuera del Zahir, no va a existir para él. En definitiva, lo que sospecha Borges es que detrás del Zahir está Dios y que por eso es inolvidable y consume la mente de las personas que entran en contacto con él.

Análisis

En este cuento Borges expone un lento descenso hacia la locura tras entrar en contacto con un objeto que revela el misterio de lo divino. La noción de que estar expuesto a la divinidad o ver “la cara de Dios” lleva inevitablemente a la destrucción de esa persona no es una idea original de Borges; desde la mitología de la Antigüedad tenemos ejemplos de mortales que perecen al presenciar la forma verdadera de un dios. Con mucho ingenio, Borges presenta esa destrucción de modo progresivo y así el relato en primera persona muestra el deterioro mental con pequeñas pistas.

La primera evidencia de los efectos de entrar en contacto con el Zahir son sutiles: luego de tomar una caña y recibir la moneda de cambio, Borges sale a la calle “con un principio de fiebre” (p.106). Eso que parece fiebre lo lleva a delirar sobre las monedas y sus usos a lo largo de los siglos. Tan desorientado se encuentra que camina en círculos y termina de vuelta en el bar. Los efectos del Zahir luego se intensifican: “Insomne, poseído, casi feliz, pensé que nada hay menos material que el dinero” (p.107). Esta observación sobre la inmaterialidad de la moneda apunta a que tiene valor de cambio y puede convertirse en lo que desea quien la tiene. Según el personaje, incluso “simboliza nuestro libre albedrío” (p.107). De manera irónica, esa moneda de veinte centavos va a contener un solo valor y va a “esclavizar” a quien la posea.

Cuando Borges decide escribir un cuento para distraerse de la moneda, no obstante, aún el cuento tiene como centro un tesoro y monedas. Acá Borges lleva tan lejos el tema de la obsesión y el olvido que su cuento se torna paródico. A Borges se le escapa que su cuento no le permitió verdaderamente distraerse porque el asunto no se aleja de su obsesión. Asimismo, dice: “Noches hubo en que me creí tan seguro de poder olvidarla que voluntariamente la recordaba. Lo cierto es que abusé de esos ratos; darles principio resultaba más fácil que darles fin” (p.109). Borges revela con estas palabras cuán sujeto está a su obsesión a pesar de sus pretenciones de control.

Como es usual en Borges, la respuesta al enigma de su obsesión está en un libro. Allí descubre que el Zahir es “uno de los noventa y nueve nombres de Dios” (p.110). Con esa revelación los efectos sobre Borges se intensifican: ya no recuerda cada lado de la moneda: "Antes, yo me figuraba el anverso y después el reverso; ahora, veo simultáneamente los dos" (p.112). Además, todas las demás cosas del mundo le llegan tamizadas y como lejanas. En este punto, el cuento empieza a explorar el tema del panteísmo: la idea de que en un objeto y hecho particular está representado el todo: “el mundo visible se da entero en cada representación” (p.113) y “el hombre es un microcosmos, un simbólico espejo del universo” (p.113). Al concentrarse únicamente en el Zahir, Borges experimenta todo el universo en ese objeto individual. El panteísmo aparece vinculado al tema del carácter ilusorio de la realidad. Vivir implica percibir la multiplicidad de objetos y no percibir en ellos su unidad; soñar, en cambio, implica centrarse en un solo objeto que representa el todo. Si todos los hombres experimentaran el Zahir, Borges se pregunta: “¿cuál será el sueño y cuál la realidad, la tierra o el Zahir?” (p.113).

"La escritura del Dios"

Resumen

Tzincán, mago de la pirámide del dios maya Qaholom, se encuentra encerrado en una cárcel en forma de óbolo. Los españoles quieren que revele dónde está su tesoro. Un muro separa al mago de un jaguar. Todos los mediodías, el carcelero abre la trampa en el techo para alimentarlos. En esos pocos minutos de luz, Tzincán puede ver al jaguar. Para mantenerse ocupado, intenta recordar todo lo que conoció y así entrar “en posesión de lo que era mío” (p.116). En una de esas rememoraciones se acuerda de que el dios había escrito una sentencia mágica para apartar los males. Se había asegurado de esconder esa sentencia de tal modo que sea preservada a lo largo de muchos siglos. Tzincán piensa si la inscripción no puede estar cifrada en la piel del jaguar porque ese animal es “uno de los de los atributos del dios” (p.117). Desde ese momento, Tzincán intenta memorizar las manchas del jaguar cada vez que el carcelero abre la trampa.

Una noche, Tzincán sueña que su cárcel empieza a llenarse de arena, grano por grano, y empieza a sofocarlo. El mago se despierta solo para descubrir que la arena sigue ahí y una voz le dice que ha despertado a un sueño dentro de un sueño. Logra salir a la vigilia. En la cárcel tiene una experiencia mística en la que “Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas dos palabras difieren)” (p.120). Esto le ocurre mientras está siendo torturado por Pedro de Alvarado, el conquistador. En esas circunstancias el mago lo entiende todo, incluso la escritura en el lomo del jaguar. La sentencia tenía nada más catorce palabras y decirlas en alto salvarían a Tzincán de todos los tormentos y lo harían todopoderoso. No obstante, luego de la experiencia mística en la que pudo entrever el universo, Tzincán ya no se interesa en sí mismo como individuo, ni en su nación, ni en las desventuras particulares, todo parece trivial. Por eso, decide no pronunciar la sentencia.

Análisis

En el título tenemos un indicio de lo que va a desarrollar Borges en su cuento porque incluye el artículo "el" delante de la palabra dios. El camino que hace Tzincán en el cuento es el siguiente: del mago servidor de un dios en particular al que llama "mi dios" (p.117) pasa a comprender la unidad del universo en una experiencia mística.

Una paradoja está en el corazón de este cuento: un dios ha legado una sentencia escondida en las manchas de un jaguar durante siglos; para poder descifrarla, el mago debe primero vivir la experiencia mística que lo ayuda a comprender el universo, pero precisamente esa comprensión anula la necesidad de usar esa sentencia. Las catorce palabras que el dios dejó cifradas sirven para salvar al mago y su nación: "Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal, para que el tigre destrozara a Alvarado, para sumir el santo cuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, para reconstruir el imperio" (p.121). No obstante, luego de fundirse con el universo en su experiencia mística, todo lo particular se vuelve trivial.

Al igual que en el cuento anterior, "La escritura del Dios" presenta una visión panteísta del mundo. Una cita que ilustra esto introduce el trance místico del mago: "Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren)" (p.120). La noción de que todo es la divinidad y la divinidad es el Todo es clave para el desenlace del cuento en el que Tzincán decide no usar la sentencia que lo haría todopoderoso porque se siente uno con el universo. El mago no puede optar por su propia nación siquiera, porque la rivalidad entre españoles y mayas ya no existe más cuando comprende que todo es parte de lo divino. Borges elige precisamente dos perfectos opuestos para representar a cada pueblo. Para el pueblo de los mayas elige el erudito, último sacerdote. En el caso de los españoles, elige a uno de los más crueles conquistadores que toma como prisionero personal a Tzincán porque quiere saber dónde está el tesoro de la pirámide. Los dos hombres son figuras antitéticas, por lo que la decisión final del sacerdote resulta más llamativa e impactante. En su experiencia divina, Tzincán ya no puede pensar en términos de oposición.

"Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto"

Resumen

En el verano de 1914 dos amigos, Unwin y Dunraven, visitan un enorme laberinto frente al mar en Cornwall. Dunraven le cuenta a su amigo Unwin un recuerdo de cuando era niño. Veinticinco años atrás, Abenjacán llegó hasta allí acompañado de un esclavo y un león. Fue este hombre el que ordenó que se construyera este laberinto para esconderse de la ira de su primo.

La historia detrás de la construcción del laberinto le fue narrada a Allaby, el rector de la iglesia local, por el propio Abenjacán luego de que este predicara en contra del laberinto desde el púlpito. Abenjacán le cuenta que anteriormente él fue un déspota que reinaba con crueldad en el centro de África. Luego de una revuelta, Abenjacán y su primo Zaid huyen con los tesoros que les habían sacado a las tribus que gobernaban. Zaid conduce al rey a un sepulcro en el medio del desierto. En ese lugar, el rey tiene un sueño aterrador que cree fue estimulado por el roce de una telaraña. Al ver a su primo dormir plácidamente, el rey decide matarlo y le pide a su esclavo que le borre la cara con una piedra. Antes de morir y en un sueño después, Zaid le promete al rey que se va a vengar de él. Este es el motivo por el que quiere construir el laberinto y esconderse del fantasma de su primo.

Un día Abenjacán, horrorizado, entra a la casa del rector Allaby para decir que su primo había entrado al laberinto y que consiguió matar al esclavo y al león, pero inmediatamente deja solo al rector. Más tarde, para comprobar las palabras del rey, el rector va al laberinto y encuentra al león, el esclavo y el rey, con la cara borrada.

Unwin escucha atentamente el relato y nota que el laberinto tiene una puerta trampa en el suelo. Declara que la historia es una mentira, pero todavía no la puede explicar.

Después de unos días, Unwin cita a Dunraven en un bar y le cuenta lo que dedujo de la historia falsa. Para él, Zaid era un cobarde y fue quien no pudo dormir la noche en el sepulcro en medio del desierto. Demasiado cobarde para deshacerse del rey, simplemente roba su tesoro y se escapa. Decide construir el laberinto, no para esconderse, sino para que la noticia de un laberinto, un león, un esclavo y un moro, un relato tan llamativo, llegue a oídos del rey. Zaid sabía que su valiente primo iba a ir a buscarlo y esa iba a ser su oportunidad para matarlo y tomar su lugar. Primero pretendió ser el rey, luego mató al verdadero rey y se convirtió, efectivamente, en el rey.

Análisis

Uno de los géneros literarios que más admiraba Borges era el cuento policial. Algunos de sus escritores predilectos, como Chesterton o Poe, son exponentes destacados de este tipo de relatos. En su cuento, Borges parodia algunas de las convenciones de este género y crea una historia improbable.

"Abenjacán" es un cuento enmarcado. El enigma se resuelva sobre la base de un relato de algo sucedido hace veinticinco años. En el marco aparecen dos personajes complementarios que evocan los contrastes entre Holmes y Watson, los famosos personajes de Arthur Conan Doyle. Por un lado, Dunraven es un poeta de barba oscura y versos mediocres. Su nombre parece un guiño a Poe porque contiene “raven”, el cuervo de su famoso poema. De hecho, el cuento menciona a Poe cuando Unwin le pide a su compañero que no “multiplique los misterios” (p.124) y que recuerde la solución más obvia como en el cuento “La carta robada” de Poe. Quizá su profesión hace que Dunraven sea propenso a creer en la asombrosa historia del moro. Su credulidad también se debe a que presenció de niño la llegada de estos personajes exóticos.

Por el contrario, Unwin es un matemático que busca una explicación racional. Al igual que Holmes, Unwin fuma pipa. Además, es quien resuelve el caso de Abenjacán por medio de deducciones. Su nombre se parece a la palabra “unwind” en inglés que quiere decir “desenvolver” o “desentrañar”. Por su parte, el rector de la iglesia se llama Allaby, que evoca la palabra “alabi” en inglés que quiere decir “coartada”. Efectivamente, el rector confirma la versión de Abenjacán que Unwin supone es verdaderamente Zaid, haciéndose pasar por su primo.

Si bien el cuento es más sencillo que otros y se centra más en el ingenio que en grandes temas, Borges igual recurre a algunos de sus motivos más recurrentes. El laberinto aparece en el cuento no solo como espacio en el que transcurre la acción, sino que la misma estructura del cuento se asemeja a un laberinto al que se ingresa para luego desandar ese camino con Unwin (“unwind”) como guía. En primer lugar, el laberinto como estructura arquitectónica es una de las claves que le permite desentrañar la verdad detrás del relato a Unwin. Para él, el laberinto carmesí es menos efectivo como escondite que el mundo: “No preciso erigir un laberinto cuando el universo ya lo es. Para quien verdaderamente quiere ocultarse, Londres es mejor laberinto que un mirador al que conducen todos los corredores de un edificio” (p.131). En este sentido, Zaid desafía el mismo propósito del laberinto, porque en vez de ser un lugar para perderse, es el edificio ideal para ser encontrado.

En cuanto a la estructura del cuento, se asemeja a un laberinto en el sentido de que está compuesto por una serie de relatos que te conducen al centro de la historia para luego desandar y volver a “salir” de la historia. Al tratarse de un relato enmarcado, el primer narrador es una tercera persona que presenta a los dos personajes; luego, Dunraven cuenta su propia experiencia sobre la llegada del moro; esto conduce a lo que cuenta Allaby sobre lo que, a su vez, le contó Abenjacán. Para desentrañar el ingreso a una historia con tantas vueltas, debemos hacer el camino inverso: el falso Abenjacán le cuenta al rector Allaby sobre la llegada del fantasma de Zaid; el rector relata lo que vio en el laberinto para constatar la versión del moro y, finalmente, Unwin cuenta la verdadera historia de lo que sucedió en el desierto entre Abenjacán y Zaid.

Como es común en Borges, el cuento contiene muchísimas referencias a otros relatos, ficcionales y auténticos. Por ejemplo, está el artículo de la revista Times sobre la rebelión en el centro de África, los rumores del hijo mayor de Allaby y de los vecinos de la localidad y el sermón del rector. De hecho, Borges incluye la historia del sermón de Allaby para denunciar al moro apenas llega para construir su laberinto en uno de los cuentos de El Aleph, “Los dos reyes y los dos laberintos”. De este modo establece una relación de intertextualidad dentro de su propia colección.

"Los dos reyes y los dos laberintos"

Resumen

Este es el cuento más breve de la colección. Un rey de los árabes visita la corte del rey de Babilonia, quien había reunido a arquitectos y magos para construir un complejo laberinto. A modo de burla, el rey de Babilonia hace que su invitado entre en el laberinto hasta que este se ve forzado a rogar para que lo saquen de allí. El rey de los árabes regresa a su reino y organiza una invasión contra Babilonia para tomar prisionero a su rey. Una vez aprehendido, el rey de los árabes lleva a su prisionero al desierto, un laberinto mucho más complejo, y lo deja morir allí.

Análisis

En este brevísimo cuento Borges establece una relación de intertextualidad con el cuento anterior porque, en "Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto", el rector Allaby pronuncia un sermón en el púlpito en el que habla del castigo de un rey que construyó un laberinto, precisamente lo que se narra aquí. El texto empieza al modo de un cuento tradicional: "Cuentan los hombres dignos de fe..." (p.135). El cuento contrasta dos versiones de lo divino: una auténtica y otro que busca emular y fracasa. El rey de Babilonia construye un laberinto con la ayuda de arquitectos, pero también de magos, lo que apunta a un propósito que supera el simple deseo de crear un edificio. La obra es descrita como "escandalosa" (p.135) porque "la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios, y no de los hombres" (p.135). El rey de Babilonia comete un error fatal el momento en que pretende emular a la divinidad, pues cae en la soberbia. Por su parte, el rey de los árabes parece un hombre piadoso; esto queda claro en el momento en que implora a Dios para que lo libere del laberinto. Todavía más piadoso es su decisión final de no pretender imitar la creación de Dios, sino utilizar la perfección divina para llevar a cabo su venganza. Cuando libera al rey de Babilonia en el desierto, dice esto: "¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso" (p.136). En el modo que se dirige a su prisionero, el rey de los árabes remarca su condición de mortal: "rey del tiempo y sustancia" (p.136). Luego de eso, finalmente, le da una lección en nombre de Dios: únicamente Él puede hacer un laberinto perfecto.