El Aleph

El Aleph Resumen y Análisis "El muerto", "Los teólogos", "Historia del guerrero y de la cautiva"

"El muerto"

Resumen

El cuento empieza con una descripción poco halagadora del personaje principal que, contrario a toda lógica, siendo un “triste compadrito” (p.27), consiguió convertirse en capitán de una banda de contrabandistas en la frontera de Brasil. El narrador confiesa que no conoce la historia que “parece de antemano imposible” (p.27) a profundidad y se refiere a su relato como un resumen.

El protagonista es Benjamín Otálora, un hombre de clase social baja que vive en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires. A sus diecinueve años deja su casa para unirse a la banda de Azevedo Bandeira con una carta de recomendación del caudillo de su parroquia. En el camino se involucra en una pelea y le salva la vida a un hombre que resulta ser el propio Bandeira. Decide romper la carta para sentir que él solo se ganó la estima del jefe.

Otálora aprende todo lo necesario en menos de un año y "se hace gaucho" (p.29). Su ambición y lo que Borges describe como "infatuación del coraje" (p.27) lo llevan a pretender ocupar el lugar de Bandeira. Primero, mata a uno de los colaboradores para ascender de rango. Luego, sus pretenciones cobran fuerza cuando atiende a un Bandeira desmejorado durante una enfermedad. Progresivamente, sus planes para suplantar al jefe se vuelven más y más alevosos; empieza a desear su caballo, su montura y a su mujer. La banda de Bandeira se instala en Montevideo. El jefe llega con su guardaespaldas Ulpiano Suárez. Otálora intenta hacerse amigo de él y le confía sus planes. Suárez promete ayudarlo. Envalentonado, Otálora empieza a desobedecer las órdenes de Bandeira, toma su caballo y duerme con su mujer.

Una noche de 1894, Otálora parece presidir la fiesta desde la cabecera de la mesa. A las doce de la noche, Bandeira llama a su mujer y la obliga a besarse con Otálora en frente de todos. Suárez dispara y mata a Otálora, quien a último momento comprende que esa ha sido la intención de Bandeira desde el principio.

Análisis

A diferencia del primer cuento de la colección, “El muerto” es un relato que no contiene ningún elemento sobrenatural o extraordinario. Frente a los escenarios alejados y exóticos y la amplitud temporal de “El inmortal”, este cuento se centra en unos pocos años de la vida de un compadrito de los suburbios de Buenos Aires en el siglo XIX.

Borges construye un narrador poco fiable que confiesa que ignora los detalles de la aventura que va a narrar y que se propone “rectificar y ampliar estas páginas” (p.27) cuando sepa más. Asimismo, se refiere a su relato como un resumen. Efectivamente, el cuento no tiene más de cinco páginas y no abunda en detalles. Lo que parece importar más que los detalles es la ironía en el destino del protagonista. Otálora es un hombre orgulloso y con ambición. A tal punto llega su orgullo que decide romper la carta de recomendación para sentir que puede ganarse un lugar junto al contrabandista Azevedo Bandeira por sus propios méritos. La ironía se revela al final cuando, tras todas las acciones que ha realizado para alcanzar sus pretenciones, Otálora descubre que nada ha sido merecido, sino parte de un plan urdido en su contra.

Los dos personajes principales son antitéticos. Por un lado, Otálora es imprudente y precipitado. Tiene solamente diecinueve años. El nombre del protagonista, Benjamín, apunta tanto a ser el “menor” y quizá por ello imprudente, pero también quiere decir “el predilecto”. Por supuesto que el final apunta a una ironía detrás de ese segundo significado del nombre Benjamín. A pesar de su carácter irreflexivo y orgulloso, Otálora tiene una virtud: aprende rápido. Parecería que el estilo de vida del gaucho es parte de su identidad porque en menos de un año “se hace gaucho” (p.29) y además “lo inquieta algún remordimiento, eso sí, de no extrañar Buenos Aires” (p.28). Al fin y al cabo, los compadritos son los descendientes del gaucho que han perdido oficio y su forma de vida al asentarse en los suburbios que rodean Buenos Aires. Parte del destino de Otálora parece ser la de volver al campo. No obstante, su condición de forastero nunca se pierde del todo: “hay un forastero agauchao que está queriendo mandar” (p.31), bromean algunos de sus compañeros. El ser forastero le juega en contra a Otálora porque hace que juzgue de manera inadecuada a Suárez. Cuando lo conoce por primera vez no sabe cómo interpretar su reserva: “no sabe si atribuir su reserva a hostilidad, a desdén o a mera barbarie” (p.31).

La condición de “forastero” es lo único que comparte Otálora con Bandeira: “nació del otro lado del Cuareim, en Rio Grande do Sul; eso, que debería rebajarlo, oscuramente lo enriquece” (p.29). De todas maneras, como vemos en la cita, en el caso de Bandeira el ser extranjero lo beneficia. En todos los demás aspectos, Bandeira es contrario a Otálora: es viejo, tiene experiencia, prudencia, discreción y paciencia. El plan que urde en contra de Otálora lo lleva a cabo lentamente y está dispuesto, incluso, a pretender que está siendo humillado con tal de ganar. A lo largo del cuento, las siguientes expresiones están asociadas a Bandeira “oscuramente”, “la luna (de un espejo) empañada”, “taciturno”. Hay secretismo y reserva en torno al personaje. Otálora solo se entera de cuáles son sus próximos movimientos por sus compañeros. Cuando está por instalarse en Montevideo, primero llegan sus pertenencias, nadie sabe exactamente que vendrá después. Todo esto resalta cuán hábil es como líder. El narrador describe a Bandeira así: “es diestro en el arte de la intimidación progresiva, en la satánica maniobra de humillar a su interlocutor gradualmente, combinando veras y burlas” (p.32). La lucidez de Bandeira contrasta con la impulsividad de Otálora, quien no posee ninguno de los atributos de liderazgo, sino únicamente “la infatuación del coraje” (p.27).

Para un hombre tan orgulloso como Otálora su destino es particularmente cruel porque descubre que “le han permitido el amor, el mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto, porque Bandeira ya lo daba por muerto” (p.33). En definitiva, Otálora no tiene ninguna ingerencia en su destino. El final del cuento nos remite al título que se adelanta al desenlace. Lo que vive Otálora es la ilusión de poder y progreso, algo que descubre solo al final.

"Los teólogos"

Resumen

Luego de un incendio en el que se destruye por completo una biblioteca monástica, únicamente un libro queda intacto: Civitas Dei (La ciudad de Dios). En ese libro se recoge una enseñanza malentendida de Platón: “todas las cosas recuperarán su estado anterior, y él, en Atenas, ante el mismo auditorio, de nuevo enseñará esa doctrina” (p.35).

Un siglo después esa doctrina está instalada en una secta cuyos miembros son los “anulares” o “monótonos” que creen en la circularidad del tiempo. En este contexto aparecen los dos personajes principales del cuento: Aureliano y Juan de Panonia, dos teólogos rivales encargados de refutar esa doctrina.

A Aureliano le toma nueve días completar su refutación utilizando prácticamente toda su biblioteca para atacar la doctrina “anular” con escarnio. El décimo día recibe la refutación de Juan de Panonia: “El tratado era límpido, universal; no parecía redactado por una persona concreta, sino por cualquier hombre o, quizá, por todos los hombres” (p.38). El contraste de ambas refutaciones humilla a Aureliano.

La rivalidad entre los teólogos perdura. Así también surgen nuevas herejías. Una de ellas, la de los “histriones”, postula que: “todo hombre es dos hombres” y que “nuestros actos proyectan un reflejo invertido” (p.41). Cuando Aureliano prepara la refutación para esa herejía, de repente, no encuentra la expresión precisa hasta que vienen a él las palabras que parecen de otro. Más tarde comprueba que esas palabras pertenecen a Juan de Panonia. Antes de publicar su herejía, Aureliano antepuso una nota aclaratoria, atribuyendo la cita a su autor y refiriéndose a las ideas ahí expuestas como herejías.

Juan de Panonia es condenado a la hoguera. Años más tarde, Aureliano muere en medio de un incendio provocado por un rayo. Cuando Dios recibe a Aureliano en el Cielo, lo toma por Juan de Panonia porque “se interesa tan poco en diferencias religiosas” (p.45).

Análisis

El cuento “Los teólogos” sucede en los primeros siglos en los que los primeros padres de la Iglesia están intentando establecer un dogma y refutar aquellas corrientes consideradas heréticas.

En el centro del cuento “Los teólogos” está el tema del relativismo. El cuento, a la vez que explora la rivalidad entre dos teólogos, también recorre la transformación de las ideas. Lo que en un momento dado se refuta en la Ciudad de Dios de San Agustín pasa a ser dogma por algo tan trivial como un fuego que consume una parte del texto y falsea su verdadera intención. Asimismo, las ideas de los anulares es considerada una herejía que Juan de Panonia refuta y es considerada canónica a tal punto que desde Roma lo ponen a cargo de la sentencia de Euforbo, heresiarca de los anulares. Esas mismas palabras que sirvieron de refutación, luego de unos años y de una hábil y engañosa introducción, se convierten en la base para condenar a Juan de Panonia de hereje.

El relativismo de las grandes ideas que buscan dar sentido al mundo se aplica también a la identidad personal en el sentido de que esta noción también se cuestiona en el cuento. En definitiva, las diferencias entre Aureliano y Juan de Panonia son mínimas; no estamos ante dos personajes antitéticos y su único contraste se cimienta en la rivalidad que siente Aureliano, ya que no tenemos información sobre Juan de Panonia, que apenas aparece en el cuento. A lo largo de la historia, Borges prepara ese final al establecer claros paralelos entre ambos: los dos son teólogos; defienden el mismo dogma; cuando Aureliano se queda sin palabras, las que vienen a su boca son las de su rival e, incluso, hacia el final, Aureliano parece reconocerse en el rostro de Juan entre las llamas. No obstante, no es solo la identidad de estos dos hombres la que aparece fusionada, ya que Juan de Panonia escribe de tal manera que no parecía escrito por un individuo, “sino por cualquier hombre o, quizá, por todos los hombres” (p.38).

Si bien no aparece el espejo como objeto, el reflejo está en este cuento para remarcar la duplicación de la identidad. Cuando Aureliano ve a Juan de Panonia entre las llamas, cree ver algo que reconoce. Si bien Aureliano se ha definido constantemente en oposición a su rival, Juan de Panonia, en el cielo no hay distinción entre los dos: Juan de Panonia y Aureliano son, en realidad, el mismo hombre, solamente que en su existencia fueron el reflejo invertido del otro.

"Historia del guerrero y de la cautiva"

Resumen

El cuento contiene dos historias aparentemente independientes. En primer lugar, se narra la historia de Droctulft, un guerrero lombardo, que decide abandonar sus filas para defender a Ravena, la ciudad a la que antes había atacado. Borges, quien en este cuento es el narrador que comparte con el lector sus lecturas y reflexiones, explica que Droctulft no es un traidor, sino un hombre que “fue un iluminado, un converso” (p.49) quien elige por convicción defender a Roma.

Esta lectura le recuerda a una historia de su abuela materna. En el año 1872, el abuelo de Borges era jefe de las fronteras Norte y Oeste de Buenos Aires, lo que lleva a la abuela de Borges a vivir como una “inglesa desterrada a ese fin del mundo” (p.50). En una ocasión, un soldado le presenta a otra mujer, una india de pelo rubio y ojos celestes, que vive en esa zona. Las dos mujeres se reconocen por un instante, pero hay grandes diferencias entre las dos. La mujer le cuenta a la abuela de Borges que ella ha sido capturada por los indios y que ahora está casada con un indio con el que tiene hijos. Su inglés ya no es claro, sino “rústico, entreverado de araucano o de pampa” (p.51). A la abuela le conmueve la historia de la cautiva y le pide que abandone esa vida, pero ella se niega y asegura que así es feliz. Un tiempo después, la cautiva pasa cerca de la abuela de Borges, se baja de su caballo y bebe la sangre de una oveja recién carneada.

Borges reflexiona sobre como estas dos historias pueden ser antagónicas, pero en realidad representan lo mismo: “El anverso y el reverso de esta moneda son, para Dios, iguales” (p.52).

Análisis

En este cuento Borges retoma el motivo del espejo. Si bien solo en una ocasión lo menciona para mostrar lo que siente la abuela de Borges al ver a una inglesa como ella arrojada en medio de la pampa, todo el cuento se centra en dos imágenes enfrentadas como si se tratara de un espejo. La estructura de cada historia es igual a la otra, pero los elementos dentro de las historias están en oposición. En la primera, el protagonista es un hombre poderoso en su tribu que elige abandonar la barbarie para unirse a la civilización y pelear por ella. En la historia que cuenta la abuela de Borges, la protagonista es una mujer (que por su género implica poco poder) que elige la barbarie por encima de la civilización. En el primer caso, el lombardo sabe que al pasarse de bando “será un perro, o un niño” (p.49). Por el contrario, la cautiva parece ahora tener cierto poder: su cara está “pintarrajeada de colores feroces” (p.50), “todo parecía quedarle chico” (p.50), “era mujer de un capitanejo” (p.51), además, hacia el final, bebe sangre caliente de un animal recién carneado “como un desafío o signo” (p.51). Esto nos muestra que el cambio que realiza cada uno de la civilización a la barbarie o viceversa tienen efectos opuestos en el estatus social de cada uno.

La descripción del espacio físico remarca esta oposición: el lombardo se siente maravillado con el mármol, las estatuas, templos, jardines, habitaciones, capiteles, “espacios regulares” (p.48). En cambio, cuando la cautiva visita la civilización “todo parecía quedarle chico: las puertas, las paredes, los muebles” (p.50). Para ella el desierto es ahora su casa.

En lo que coinciden ambas historias es que el movimiento de estas dos personas hacia o en dirección contraria a la civilización es obra del destino: “a los dos los arrebató un ímpetu secreto, un ímpetu más hondo que la razón” (p.52). Otra coincidencia entre los dos personajes es su lugar ambiguo en el espacio que deciden habitar. El lombardo nunca llegará a comprender del todo la civilización que tanto lo atrae, apenas intuye que en la “Ciudad” (aparece en mayúscula en el cuento porque implica la Ciudad como símbolo de lo civilizado) hay algo superior a todo lo que conoce en su propia cultura. Asimismo, la cautiva sigue teniendo marcas de su origen: su pelo rubio, sus ojos azules, la lengua inglesa que todavía conserva.

Finalmente, cabe prestar atención al modo en que estas historias llegan a Borges. La primera historia es la que pertenece a esa cultura letrada, civilizada, ya que llega a él a través de la lectura y la Historia. El segundo relato pertenece a la oralidad. Además, la historia de la abuela de Borges está atravesada por la subjetividad de ella que ve en la historia de la cautiva “un espejo monstruoso de su destino” (p.51). Ambas historias están puestas a dialogar y atravesadas por el comentario de Borges que ve en ellas una misma historia a pesar de todas sus contradicciones. Acá, como en tantos otros cuentos, Borges apunta a la paradoja de ser opuestos pero idénticos a la vez.