Ceremonia secreta

Ceremonia secreta Resumen y Análisis Capítulo 4

Resumen

Cecilia sale de la casa y la señorita Leonides la observa mientras se va. Leonides explora la casa, sintiendo impaciencia. Revisa todos los muebles, abre y cierra puertas y ventanas, pero no encuentra nada importante, solo polvo y señales de descuido. Luego, halla dos sobres en el buzón dirigidos a Cecilia. Uno de ellos es una tarjeta de visita con el nombre de Andrés Jorgensen y un sentido pésame escrito a mano. El otro, del Banco Danés, notifica a Cecilia que tiene un saldo de 4.315.276 pesos en su cuenta. Leonides queda estupefacta ante la cifra. Luego, sube la escalera y sigue revisando. En un cuarto en el que antes no entró, encuentra una misteriosa carta dirigida a Cecilia y firmada por un tal Fabián. En la carta se menciona a una “arpía” que vive con Cecilia y se habla de una cita a escondidas para el día lunes. Leonides piensa que hablan de ella y se siente engañada y humillada. Siente deseos de vengarse y se propone ser implacable y astuta en el futuro.

Cuando Cecilia regresa, Leonides finge estar leyendo un libro de Goethe y evita hacer contacto visual con ella. Finalmente, la confronta. Cecilia le explica que fue al banco y que no se encontró con ningún hombre. Entonces, Leonides cae en la cuenta de que la carta estaba cubierta de polvo, por lo que no podía referirse a ella ni a ese lunes. Aliviada, baja la guardia, pero decide quedarse a investigar.

Análisis

Otro tópico presente en Ceremonia secreta es el secretismo, que contribuye a generar una atmósfera de tensión y desconfianza, tanto al interior de la trama como hacia el exterior, con los lectores. Desde el comienzo, Denevi va presentando a los personajes de manera parcial, dando prioridad a su aspecto, pero sin dejar bien en claro cuáles son sus intenciones. A partir de esto, y en línea con lo que exigen tanto el gótico como el policial, la historia se desarrolla en medio de secretos y suposiciones. Ese secretismo se fomenta con lo que permanece oculto, lo que no se sabe, que es el combustible de la trama y, en particular, de su protagonista, ansiosa por sentir emociones en su vida.

Además de su personalidad dual (algo que recuerda constantemente el espejo de luna en el que se ve reflejada), la señorita Leonides desarrolla decididamente en este capítulo una nueva faceta de investigadora. En otras palabras, sin dejar de lado el gótico y sus temáticas, Denevi profundiza aquí la presencia de elementos del género policial. Y lo hace desde las primeras líneas, aportando el indicio sobre la herencia de Cecilia, cuando cuenta que, antes de salir de la casa, “había farfullado una palabra misteriosa, algo así como danerbán” (p. 51).

Ante la ausencia de Cecilia, Leonides se ve invadida por una curiosidad mayúscula y revisa la casa, “segura de que (...) realizaría un descubrimiento maravilloso o macabro, encontraría alguna cosa fabulosa de la que todo el resto no era sino el engarce” (p. 51). Por medio de Leonides, Denevi plantea una representación paródica del investigador policial: en lugar de un personaje metódico y racional, que toma distancia de la realidad, propone a alguien impulsivo e irracional, involucrado sentimentalmente. El primer descubrimiento que hace la protagonista -la carta dirigida a Cecilia y firmada por Fabián- le significa “una punzada en el coxis” (p. 53) y la desestabiliza al punto de dar rienda suelta a una de sus obsesiones: el solfeo. Así, reflota el tema de la locura y, de la mano del narrador, el lector se pierde en los incongruentes pensamientos de la protagonista:

Dorremifasolasidó. Así que la arpía. Dosilasofamirredó. La arpía que ahora vive con vos. Dorré. Con vos. Tuyo, Fabián. Dorré, dorré (...). Así que se veía con hombres. Tuyo, Fabián. En ese mismo momento estaría con Fabián. ¿Y dónde? ¿Y haciendo qué? Ya se sabe haciendo qué. Hipócrita. ¿Y no tramarían algo esos dos? ¿Algo contra ella? Para eso la había arrastrado hasta aquí y la trataba a cuerpo de rey. Una estratagema. Para matarla. Solfasol solsol (...). Hay que tranquilizarse. Veamos, veamos, Querida Cecilia. Conseguí que el lunes. El lunes. ¿Cuándo es lunes? ¿Hoy qué es? Jueves. ¿O viernes? Miércoles (pp. 53-54).

Luego, Leonides encuentra dos nuevos indicios: un sobre con un mensaje de condolencias que confirma una muerte -presumiblemente la de Guirlanda- y otro con una nota que constata que Cecilia es acreedora de una gran suma de dinero.

Al igual que un detective, Leonides encuentra pruebas, las analiza y hace conjeturas, aunque no de forma racional. Al contrario, la protagonista atraviesa una montaña rusa de emociones que van desde la estupefacción al enojo, de la humillación a la paranoia, de la angustia al rencor.

La parodia del policial continúa con el interrogatorio con el que Leonides somete a Cecilia en su regreso a la casa. Primero, adopta una táctica pasiva: finge estar leyendo, ignora a Cecilia y espera. Pero rápidamente se vuelve agresiva con sus preguntas, incluso a pesar de que “empezaba a comprender” (p. 56). Aquí reaparece con fuerza el motivo de la mirada, porque Cecilia la busca, pero Leonides evita mirarla directamente para no perder su fuerza inquisidora. Así lo explica el narrador: “(Dios mío, esa cara demudada, esos ojos, esas manos que se retorcían, ¿podían ser obra de la simulación? Pero sigamos torturando, sigamos torturándonos. Y después, del otro lado, la felicidad de perdonar, de reconciliarse, de llorar juntas)” (p. 57).

Finalmente, Cecilia se quiebra y rompe en llanto. El interrogatorio termina y Leonides propone retornar a la lógica irracional pero maravillosa de su vínculo ficticio de madre e hija, diciendo que tiene hambre. Para reafirmar el tinte policial del capítulo, el cierre muestra a Leonides sola, inmersa en sus reflexiones, con una proliferación de hipótesis en su cabeza, la medida de desconfianza justa y una convicción clara: debe resolver el misterio sobre la verdadera causa de la locura de Cecilia.