Un artista del hambre

Un artista del hambre Resumen y Análisis Parte 1

Resumen

La historia se sitúa en un momento en el que el ayuno profesional como acto de entretenimiento ha ido perdiendo interés para el público. En este contexto, el narrador describe los años dorados de esa profesión a través de la historia de un artista del hambre. Entre otras cosas, hace referencia a cómo en este momento todo el pueblo compra boletos y mira con fascinación al demacrado artista del hambre en su jaula. Asimismo, se asignan vigilantes permanentes, por lo general carniceros, para garantizar que el artista del hambre no haga trampa ni robe comida. Sin embargo, el código de honor del artista del hambre le prohíbe hacer esto. Aun así, los vigilantes a menudo lo ignoran deliberadamente para darle la oportunidad de comer. Esta práctica enfurece al artista del hambre y hace más insoportable su ayuno; canta para demostrar que no está comiendo, pero los vigilantes todavía creen que de alguna manera está haciendo trampa.

El artista del hambre prefiere a los vigilantes que se paran cerca de los barrotes de su jaula. Casi insomne, disfruta hablando con ellos durante la noche y demostrando que no tiene nada comestible en su jaula. Está más feliz cuando, por la mañana, les dan de comer a sus vigilantes un buen desayuno a sus expensas. Incluso entonces, algunas personas sospechan que el desayuno es un intento de sobornar a los vigilantes. Las sospechas no son infundadas; nadie puede observar al artista del hambre todo el tiempo, por lo que solo el artista del hambre sabe con certeza que está ayunando. Así y todo, él nunca está satisfecho, en gran parte porque sabe que ayunar es muy fácil; una afirmación que nadie cree.

Un día su empresario (gerente) comienza a limitar los períodos de ayuno a cuarenta días, plazo máximo durante el cual el público puede permanecer interesado. Después de cuarenta días, dos jóvenes acompañan al artista del hambre fuera de su jaula a una comida de celebración. Pero él siempre se enoja en este punto; no quiere detener el ayuno cerca del apogeo de su poder y su fama, y ​​cree que no hay límites para su capacidad de no comer. Si él puede soportar el ayuno, el público también debería poder soportar verlo ayunar. La idea de comer le produce náuseas, y trata de comunicárselo a sus escoltas, pero ellas, detrás de esa apariencia de amabilidad, son crueles. El empresario entonces agarra la cintura del artista del hambre para demostrar los efectos del ayuno, lo sacude un poco y lo entrega a las escoltas. El artista del hambre se somete débilmente a las damas, que sienten repulsión por él. Una de ellas llora y debe ser reemplazada por otra. El empresario le da algo de comer al artista del hambre y propone un brindis con el público, pronunciando algunas palabras que, supuestamente, pertenecen al ayunador profesional. La gente se va satisfecha, pero el artista del hambre queda insatisfecho, como siempre.

Análisis

Antes de comenzar el análisis de "Un artista del hambre", es importante tener en cuenta que esta historia, al igual que buena parte de la literatura kafkiana, tiene un fuerte componente metafórico. Esto significa que si tomáramos la historia del artista del hambre de manera literal, nos estaríamos perdiendo una parte importante de lo que el autor propone con el relato. Así y todo, vale aclarar que estas historias metafóricas de Kafka muchas veces son ambiguas y difíciles de interpretar. Más allá de esto, hay una serie de cuestiones que son indiscutibles sobre "Un artista del hambre": se preocupa por el arte, el sufrimiento y la relación del artista con su audiencia.

Uno de los temas principales de Kafka en su obra, que en este relato en particular se pone de relieve de una forma muy clara, es el efecto negativo que la industrialización y el capitalismo tienen sobre el arte. Kafka pinta un retrato romántico del artista del hambre como el apasionado artista hambriento que ignora su indigencia y la necesidad de un trabajo regular. Su jaula es su pequeño departamento de donde brota su inspiración artística; por otro lado, nunca mira el reloj, lo que indica que no posee horarios de trabajo. En este sentido, pareciera haber en él cierta ilusión de libertad o, por lo menos, de independencia respecto de las imposiciones del sistema capitalista.

Sin embargo, inmediatamente nos enteramos de que el artista del hambre ya no es tan independiente. Ahora necesita un empresario para gestionar el espectáculo, y este establece un límite de tiempo para los períodos de ayuno. Es justamente en este repentino protagonismo que cobra el tiempo en la vida del artista del hambre que el capitalismo comienza a infectar la pureza de sus deseos artísticos. Más importante aún, el artista del hambre pierde gran parte de su libertad cuando el empresario lo sacude: "El artista ahora se sometió por completo", nos dice el narrador al respecto. En lugar de un esfuerzo artístico serio, el ayuno se convierte en un entretenimiento diseñado para apaciguar al público.

Pero, ¿qué es exactamente un arte del artista del hambre? El propio artista del hambre, al menos, parece considerar su ayuno como una práctica seria de abnegación enraizada en el masoquismo y el sufrimiento; incluso se le conoce como un "mártir del sufrimiento". Está obsesionado con los límites del sufrimiento. El artista del hambre quiere una "actuación más allá de la imaginación humana, ya que sintió que no había límites para su capacidad de ayuno".

Ahora bien, este artista complica nuestra apreciación de su arte cuando admite que el ayuno es algo fácil de hacer. Si tomamos el ayuno como una metáfora del sufrimiento, está diciendo que sufrir es fácil. El artista como figura sufriente no es nada nuevo; la mayor parte del arte, se podría argumentar, y especialmente la escritura de Kafka, surge del sufrimiento. El artista del hambre simplemente está revelando su sufrimiento al mundo, aunque en su caso no lo hace a través de un producto cultural convencional, como pueden ser la escritura, la pintura o la música. Su medio es su jaula y la actuación pública. Pero, ¿cuán significativo es este arte, o cualquier arte basado en el sufrimiento privado?

Kafka explora la complicada relación del artista del hambre con su audiencia, y en esta relación podemos ver mejor cómo cada lado aprecia el arte. Nadie le cree al artista del hambre cuando afirma que ayunar es fácil. No entienden su arte en un nivel básico, y esta incomprensión frustra al artista. También el público trivializa su arte: creen que de alguna manera está haciendo trampa y, a menudo, no le prestan la atención que él anhela desesperadamente. De esta forma, el artista del hambre entra en un círculo vicioso de sufrimiento, ya que sufre más cuanto menos comprende el público su arte de sufrir. Este artista incomprendido, alienado de todos y de todo, comenzará a experimentar una fuerte sensación de soledad que, a la larga, acabará matándolo.

Sin embargo, esta alienación e incomprensión pueden ser precisamente los motivos por los cuales el artista del hambre continúa con su arte. Él necesita sentirse superior a la audiencia; su sufrimiento debe ser más intenso, más emocional e intelectual que el de ellos. El arte del artista del hambre, entonces, parece significativo solo para él. Solo él puede entender el sentido de lo que hace y, a pesar de que afirma lo contrario, así es como él lo quiere. Quizás a partir de que reconoce que su arte es fraudulento, en el sentido de “fácil”, no puede soportar la idea de que será comprendido y criticado. Es mucho más seguro mantener la inaccesibilidad de su arte; nadie puede juzgarlo excepto él mismo.

Entonces, ¿qué se lleva el público de la exposición? La audiencia no está intelectualmente interesada en el arte privado de sufrir tanto como está fascinada por el espectáculo público del sufrimiento, o el sufrimiento de cualquier otra persona. De la misma manera que los automovilistas se atascan para ver un accidente en la carretera y los cinéfilos se fascinan por las escenas siniestras en las películas de terror, la audiencia aquí encuentra el sufrimiento del artista del hambre inquietantemente convincente y sugestiva. Y esa falta de empatía con el arte del ayuno, es decir, con el sentido más profundo de su acto, produce en el artista del hambre ese sentimiento de soledad antes mencionado.

Como solo el artista del hambre sabe que está ayunando, porque el resto sospecha que puede estar haciendo trampa, es él el único que puede comprender su arte; por lo tanto, nunca está satisfecho. Usualmente pensamos en la insaciabilidad como una condición de exceso: el derrochador, el sátiro y el glotón son todos insaciables. El ayuno del artista del hambre es, como ya se ha comentado, excesivo, sí, pero en su carencia. Nunca está satisfecho con su propio estómago vacío, así como nunca puede estar satisfecho, o lleno, con la recepción de su arte. La audiencia, por otro lado, nunca tiene "ningún motivo para estar insatisfecha" con el espectáculo. La gran ironía es que el público no entiende el arte, pero está satisfecho con él, mientras que el artista entiende su arte pero no está satisfecho. Podemos decir que la exhibición del artista del hambre es artísticamente insatisfactoria dentro de los barrotes de la jaula, mientras que es entretenidamente satisfactoria fuera de la jaula. La clave de esta brecha es que el artista del hambre todavía sufre en privado. No relaciona este sufrimiento con la audiencia, y Kafka sugiere que esta dispersión del dolor es la motivación detrás del arte: "si el artista del hambre podía soportar el ayuno por más tiempo, ¿por qué el público no debería soportarlo?". Kafka es imparcial en su tratamiento de esta pulsión. Si bien el hecho de compartir los pensamientos más privados de uno a través del arte es un esfuerzo noble, también hay algo egoísta y odioso al respecto, como lo implica el deseo del artista del hambre de que la audiencia "soporte" su sufrimiento.

Asimismo, Kafka establece un paralelismo entre el artista del hambre y la máxima figura del sufrimiento, Jesucristo. Los ayunos del artista del hambre se limitan a cuarenta días; Cristo fue "llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Ayunó cuarenta días y cuarenta noches" (Mateo 4:1-2). El ayuno de Cristo, muy probablemente también relacionado con los cuarenta años de peregrinaje de los judíos, se ha convertido ahora en Cuaresma (El diluvio bíblico también dura cuarenta días y cuarenta noches, aunque el incidente parece menos significativo para "Un artista del hambre").