La mano izquierda de la oscuridad

La mano izquierda de la oscuridad Temas

La sexualidad y las estructuras de pensamiento

La sexualidad es central en la novela. Los guedenianos son totalmente distintos a los humanos que viven en otros planetas. A diferencia del resto, los guedenianos no tienen un género definido, es decir, son ambisexuales. Es importante entender que no se trata de personas asexuadas, sino personas que son a la vez hombres y mujeres. Solamente presentan un género dominante durante la fase fértil, denominada kémmer. Esta particularidad es lo que más le cuesta a Genly entender y superar para navegar las sociedades karhídera y orgota.

Así como todos los aspectos de la vida de los guedenianos está atravesada por su identidad ambisexual —no hay sexualidad reprimida, no se dividen las labores de crianza, no hay violaciones—, las actitudes de Genly también están influenciadas por el binarismo de su sociedad. A Genly le toma tiempo percibir esto, y durante mucho tiempo permite que sus ideas preconcebidas de los géneros interfieran en su interpretación del mundo que visita. Así, durante gran parte de la novela, Genly no puede iniciar una amistad con Estraven porque desconfía de él inherentemente, al interpretar la sexualidad guedeniana como hombres que pretenden ser mujeres o mujeres que pretenden ser hombres, es decir, no es capaz de ver a una persona como ambas cosas.

La otredad

La novela trata del encuentro de dos mundos. En un principio, en ese encuentro casi todos los personajes se centran en aquello que separa esos dos mundos. Genly es considerado un monstruo o un perverso; para él, los guedenianos son necesariamente poco confiables. Las diferencias en las estructuras de pensamiento de los terrícolas y los guedenianos no se pueden sortear, aun cuando Genly aprende el idioma karhídero y orgota. Lo que hace incomunicable la experiencia del otro no es el lenguaje, sino el modo en que cada comunidad vive el mundo.

A medida que la novela avanza, los personajes empiezan a apreciar las semejanzas que los unen o, mejor aún, la excepcionalidad de cada uno, y eso es lo que les permite tender puentes. En este sentido, la filosofía de los handdaratas propicia ese encuentro porque no valora el conocimiento por encima de todo, sino el misterio. Cuando Genly deja de querer diseccionar la cultura de los guedenianos o comprenderla desde sus parámetros, y empieza a aceptar lo oculto, lo incomunicable y lo desconocido, es cuando establece un vínculo personal con Estraven y se ve transformado él mismo por la cultura con la que entra en contacto, esto es, por el otro.

El deber

Los dos personajes principales de la obra tienen un sentido del deber que gobierna sus vidas. Genly ha sacrificado mucho para ser el Enviado de esta misión, que implica ella misma dolor, sufrimiento, pérdida, separación y soledad. De todas maneras, Genly encuentra alegría en el servicio que está haciendo para Ecumen, porque cree en el proyecto y en el espíritu que mueve la alianza.

Al principio, partiendo de su pensamiento binario, Genly considera que para completar su misión adecuadamente tiene que poner lo colectivo por encima de lo personal. Por el contrario, Estraven, quien también se compromete enteramente con la misión de Genly porque cree en ella, no necesita separar lo personal de lo colectivo. A lo largo de la novela vemos a Estraven preocuparse personalmente de Genly; su actitud es casi maternal/paternal por momentos. Sin embargo, lo que lo mueve a fin de cuentas es su deseo de que la humanidad se enriquezca con la comunicación y cooperación. Como en él ya conviven diversas dimensiones, como lo femenino y lo masculino, la luz y la sombra, el conocimiento y el misterio, Estraven no debe aprender a conjugar lo personal y lo colectivo. Genly, en cambio, hace ese camino y solo al final entiende que el propósito mismo de los Ecumen de enviarlo solo implica que las relaciones personales son la base de cualquier relación colectiva.

El patriotismo

En la obra, distintos personajes entienden el patriotismo de manera diversa. Uno de los personajes que encarna un patriotismo dañino es Tibe. Su concepción tiene como fundamento el orgullo excluyente: para amar la propia patria hay que odiar la de otro. Para intentar afianzar el patriotismo en un pueblo tan diverso, fragmentado y fluctuante como Karhide, Tibe desea parecerse más a Orgoreyn, generando unidad a través del miedo y el odio. Genly ve con preocupación esta idea de patriotismo porque percibe que Tibe va a procurar despertar el patriotismo con la guerra.

Estraven encarna una idea distinta de patriotismo. Por momentos sus acciones parecen contrarias al patriotismo: su nombre significa traidor, y lo vemos divulgando información sensible sobre su gobierno al enemigo. Pero en un momento de la novela, Estraven le explica a Genly lo que él entiende por patriotismo: él ama su tierra (Estre) y a personas que viven allí, pero ese amor no es excluyente y no implica odiar lo que existe por fuera de las fronteras. Nuevamente, Estraven rechaza una lectura binaria del mundo que supone un nosotros opuesto a un ellos; se guía por las relaciones personales con los lugares y las personas y piensa que puede experimentar el amor por lo propio sin que eso implique el odio por lo ajeno.

La amistad y comprensión mutua

La novela acompaña el proceso por el cual nace una amistad. Todo el arco de la trama es la construcción paulatina de un puente que une a dos individuos cuyas diferencias son cardinales. En un principio, esa amistad parece imposible debido a las diferencias, pero al final de la novela la amistad nace, no a pesar de esas diferencias, sino precisamente a causa de ellas: "Pero ese amor venía de la diferencia entre nosotros, no de las afinidades y semejanzas, y esto era un puente en verdad, el único puente tendido sobre lo que tanto nos separaba" (p.271).

El amor y la amistad es un tema recurrente en los relatos tradicionales que aparecen intercalados en la historia. De esos relatos podemos sacar la conclusión de que el amor y las relaciones personales pueden ser el pegamento que sostiene o da origen a un pueblo. Por ese motivo, la amistad que surge entre Estraven y Genly anticipa lo que puede llegar a ser la alianza entre Ecumen y Gueden.

La religión

La religión juega un papel fundamental en la novela. Las dos naciones más importantes de Gueden tienen religiones distintas. Yomesh, la religión más moderna, que predomina en Orgoreyn, tiene como principios fundamentales que la singularidad del ser humano es su divinidad y que el bien es la luz sin sombras. Handdara, la religión más antigua, que predomina en Karhide, se parece mucho al taoísmo, en el sentido de que considera que el mundo es una unidad con luces y sombras que son complementarias, y que el ser humano es un elemento más que conforma esa unidad.

Cada religión refleja un modo de ser. Los karhíderos son menos ordenados, más fluctuantes; prefieren la no acción a la acción, no consideran que sea necesario progresar, aceptan el misterio y tienen una relación más armoniosa con la naturaleza. Los orgotas, por el contrario, buscan avanzar en la técnica, tienen una relación menos armoniosa con la naturaleza porque consideran al ser humano superior, y pretenden que hay una verdad que alcanzar con la luz y la razón.

Genly siente que la religión handdara es más afín a él. Admira a Faxe, el sacerdote, y ve manifiesto en Estraven el poder de la filosofía handdara. Como la religión handdara considera que tanto la luz como la sombra forman parte de la experiencia, no juzgan una cosa u otra como buena o mala. Yomesh, en cambio, valora la luz sobre todas las cosas y ve la oscuridad como algo negativo. En la novela, aceptar las diferencias y estar atentos a nuestras percepciones sesgadas de la realidad son dos hábitos que conducen al éxito de la misión. Por consiguiente, se postula que la religión handdara es la más propicia para el encuentro genuino con el otro.

La naturaleza

El ambiente en el que viven los guedenianos los ha ido formando en sus usos y costumbres. En un planeta como Gueden no puede haber grandes avances; hay que ser paciente porque cualquier desbalance en el medio ambiente puede terminar con la vida en el planeta. Los guedenianos no tienen demasiado apuro por "progresar" y no tienen problema con haber alcanzado en siglos el mismo desarrollo que Terra alcanzó en décadas. Vivir en un planeta tan inhóspito los obliga a ser más cuidadosos y a apreciar más la vida y la naturaleza.

De las dos religiones, handdara parece ser la más ecologista, porque ve al ser humano como un elemento más que forma parte de una unidad. La religión yomesh, en cambio, considera que la singularidad del hombre es su divinidad, por lo que este se ubica por encima de lo demás. Genly repara en cómo las sociedades que consideran que el ser humano se destaca de otros por su divinidad tienden a ser más guerreros y destructivos. Las religiones que no ubican a los seres que conforman el mundo en una escala suelen ser, por el contrario, más armoniosos y ecologistas.