Tiempo de silencio

Estilo

Dado que, como se ha comentado, el eje argumental de la novela es sencillo y lineal, es por tanto el estilo, complejo y vanguardista, el verdadero puntal de la obra. El estilo de Tiempo de silencio ha sido, pues, uno de los aspectos más comentados de la obra. En la novela, el autor se aparta de la escuela del realismo social, lo que él llamó un realismo pedestre, con la intención -claramente conseguida- de realizar una total renovación de la narrativa de la época. Martín-Santos busca y consigue una superación consciente de los modos imperantes en la literatura de la primera mitad del siglo XX y la posguerra española.[7]​ El estilo de la obra enraíza en los recursos formales: la sintaxis, el léxico y los recursos estilísticos que se desarrollan de forma coherente a lo largo de toda la narración. Incluso se ha señalado que hay un “excesivo énfasis”[8]​ en el empleo de algunos de estos recursos, pero es claro que constituyen el centro del valor de esta obra y que sirvieron, y fueron conscientemente utilizados, para desbloquear un realismo atascado en formas decimonónicas que necesitaba superar el realismo social y el objetivismo. Martín-Santos es, en gran medida, un esteta interesado en renovar el lenguaje realista imperante en la época y sustituirlo por un lenguaje barroco opuesto al anterior. Utiliza así abundantemente vocabulario científico, cultismos, metáforas y numerosas figuras retóricas clásicas. El calificativo de barroco se emplea en cuanto a que la claridad expositiva de la obra está subordinada a los recursos estéticos[9]​[10]​[11]​ La estética del lenguaje se erige en protagonista por encima de la trama argumental. El lector se ve obligado a dotar al texto de un sentido integral y descubrir las relaciones entre sus elementos tal y como había planteado, por ejemplo, Castellet en "La hora del lector" (1957) al teorizar sobre una posible renovación de la novela.

Influencias

En palabras de Alfonso Rey: «Tiempo de silencio es una novela neobarojiana, con situaciones, ambientes, personajes o preocupaciones propios de Baroja».[12]​ Pío Baroja es pues la primera gran influencia de Tiempo de silencio, fundamentalmente por su temática. Pero la segunda gran influencia es James Joyce, fundamentalmente por el estilo. El empleo del tiempo y la voz narrativa o el estilo indirecto libre así como la recuperación del papel del lector y el recurso del monólogo interior coinciden con las técnicas narrativas de James Joyce. Además, las descripciones de la ciudad y la introspección de los personajes son también aspectos que podemos encontrar en el Ulises. Martín-Santos considera además a Joyce entre sus autores favoritos.[13]​[14]​ Suele citarse como autor que influyó también en el estilo de la obra a Marcel Proust.[14]​ El recurso de comparaciones alejadas de los referentes reales recuerda inevitablemente a la obra de Marcel Proust. En En busca del tiempo perdido es frecuente que el narrador desarrolle largas comparaciones entre una trivialidad y un evento que solo cobra relación con ella a través de una larga explicación ilustrativa. El empleo de este recurso es notorio en Tiempo de silencio y contribuye a crear un proceso ralentizado para la narración, que no avanza en el sentido lineal sino que se amplifica al plano del pensamiento y la disquisición, con lo que la acción se amplía y ensancha. También está relacionado con la obra de Proust el gusto por los periodos largos en los que aparecen aposiciones, comparaciones o pensamientos del personaje, que llevan aparejada una gran complejidad sintáctica con muchos complementos y oraciones subordinadas encadenadas.[15]​ Todo el estilo de la obra entronca con las innovaciones de la literatura europea del siglo XX y presenta rasgos del realismo literario o del propio realismo social. Por otro lado, está relacionado con la literatura española del Siglo de oro, la Biblia y obras de la literatura clásica. Por otro lado, en la novela hay manifestaciones del realismo social, e incluso del tremendismo, ambos condicionados a una riqueza en la expresión que suaviza los extremos de estos movimientos. Muestras de este realismo social o tremendismo pueden ser las descripciones de las chabolas, en las que se traslada la acción a los escalones más bajos de la sociedad. De hecho, ha sido notado por la crítica cómo Martín-Santos evita mostrar un proletariado normalizado, mientras que se complace en largas descripciones del lumpen de la sociedad madrileña.[16]​ Ejemplo de descripción del estrato social de marginados es, no solo el personaje del Muecas, sino el nivel inferior representado por Cartucho. Este gusto por lo bajo y lo grotesco se acerca en ocasiones al tremendismo, como, por ejemplo, en la operación que acaba en la muerte de Florita, la hija del Muecas y las reacciones de dolor posteriores.

El estilo de la obra también encuentra su raíz en autores barrocos como Góngora[nota 2]​ y también en la prosa clásica latina y la Biblia. La sintaxis de Tiempo de silencio suele calificarse de latinizante por el empleo sistemático del hipérbaton y en las técnicas de composición.[17]​

Sintaxis

Junto con el léxico, la sintaxis de Tiempo de silencio es considerada como uno de los elementos más originales y destacables de la obra. Desde una reseña de Torres Murillo aparecida en El Diario Vasco en 1965,[18]​ ya se hacía notar la influencia y el peso que tenía en la obra la sintaxis latina, con presencia de ablativos absolutos y de oraciones complejas, de estructura difícil pero legítima. Esta reseña temprana, que recogía la relación de la sintaxis de la obra con la literatura latina sería después considerada como acertada por el propio autor. Así, se evidencia que Martín-Santos buscó voluntariamente modelos clásicos para la composición de su obra.[19]​

Léxico

Si bien el hilo conductor de Tiempo de Silencio es sencillo y su desarrollo principal lineal, uno de sus valores esenciales es el recurso a un léxico abundante y complejo que se aleja del lenguaje común revalorizando el poder artístico de la prosa. El lenguaje de esta obra convierte una historia sencilla en una obra de notable complejidad y de gran exigencia artística que requiere de un lector culto para su comprensión.[20]​ La repercusión del empleo de esta complejidad léxica es notable en la interpretación de la obra. La abundancia de matices derivada de los múltiples recursos léxicos genera una necesidad de interpretación, una polifonía y favorece además una lectura irónica.

Es decir, el léxico configura una ironía verbal que es en buena medida característica de la novela e imprescindible a la hora de comprender su significado. Este recurso al léxico culto, políglota y poco transparente obliga al lector a interpretar el texto y extraer conclusiones que el autor no proporciona de forma directa y clara.[21]​

Es notable la diferencia entre lo que las palabras dicen y lo que realmente significan en el estricto contexto en el que aparecen dentro de la obra.[22]​

Entre los ejemplos de la variedad léxica se pueden encontrar palabras en varios idiomas como el francés dieu et mon droit[23]​ o del griego clásico matiotes kai panta matiotes.[24]​

La riqueza léxica, además, no se limita a palabras concretas sino que tiene otras dos dimensiones: Por un lado, la combinación de adjetivos con sustantivos, bien antepuestos o pospuestos, que ofrece significados inéditos; por otro, el empleo de sintagmas completos de procedencia fácilmente delimitable que aparecen aquí degradados y, en definitiva, con un significado diferente al estándar.[25]​

Referencias culturales

El aquelarre, cuadro de Goya, es un ejemplo de referencia a la cultura dentro de Tiempo de silencio. Martín-Santos tomó esta imagen como base para describir la conferencia de un filósofo, tras ella se encuentra una crítica a la filosofía de Ortega y Gasset[26]​

Pese a que Tiempo de silencio no es una novela particularmente extensa, en ella se encuentran numerosísimas referencias culturales. Alfonso Rey señala más de cuarenta referencias literarias, tanto a autores contemporáneos como clásicos, españoles y extranjeros así como referencias bíblicas, filósicas y médico-científicas.[27]​ Entre los numerosos referentes culturales[28]​ se encuentran:

  • De literatura española: Antonio Machado, Jorge Manrique, Fray Luis de León, Unamuno o El Quijote.
  • De la literatura clásica: Virgilio, Horacio, Plauto.
  • De la literatura internacional: Kafka, Sartre, Joyce, Shakespeare, la Divina comedia o Balzac.
  • De la filosofía: Protágoras, Platón o Heidegger[29]​ y Ortega y Gasset.

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