Siddhartha

Siddhartha Resumen y Análisis Segunda parte, Capítulos 7-8

Resumen

Capítulo 7: Sansara

Siddhartha vive muchos años en la ciudad y continúa trabajando junto a Kamaswami. Adquiere mucho dinero y es dueño de una casa y de un jardín en las afueras de la ciudad. A pesar de esto, en su interior, continúa sintiéndose un samana y le resultan extrañas las conductas de los "hombres niños".

Con el paso del tiempo, su voz interior se va extinguiendo. Sus conocimientos previos de a poco desaparecen y son reemplazados por sus nuevas experiencias: comerciar, pasar tiempo con mujeres, usar ropa elegante, comer platos elaborados, jugar a los dados y al ajedrez. Siddhartha se parece cada vez más, en este aspecto, a los "hombres niños". No obstante, aumenta su envidia hacia ellos. Él no logra sentir la pasión que ellos ponen en sus actividades, o los sentimientos, como la alegría, los miedos, el amor, que ellos experimentan. Por el contrario, adopta aquellas actitudes de los hombres niños que desprecia: la impaciencia, la insatisfacción, el malhumor, la codicia y la avaricia.

Siddhartha comienza a apostar grandes sumas de dinero y objetos valiosos y se encierra en un círculo vicioso. Cada pérdida importante lo motiva a entregarse a sus negocios con más fervor, para recuperar el dinero que luego apuesta nuevamente. Esto lo debilita hasta que se siente viejo y cae enfermo.

Kamala está triste y hastiada de su vida. Afirma que algún día le regalará sus jardines a Buda y buscará refugio en su doctrina. Siddhartha, en una de las tardes que comparte con ella, nota su agobio. Observa en Kamala su miedo a la vejez y a la muerte. Esa noche, Siddhartha bebe vino con otros mercaderes y se acuesta asqueado de sí mismo, pensando en liberarse de los placeres, de sus costumbres y de su propio ser. Sueña con un pájaro cantor que tiene Kamala en una jaula de oro. En el sueño no lo escucha cantar y, cuando se acerca a la jaula, lo encuentra muerto. Al sacarlo de la jaula y arrojarlo a la calle siente un gran pánico, como si arrojara algo muy querido y valioso para él.

Siddhartha se despierta angustiado y siente que todo lo que vivió en los últimos años carece de valor. Recuerda su pasado y las veces que escuchó su voz interior para tomar decisiones. Se da cuenta de que hace tiempo que no la escucha y que no tiene aspiraciones nobles ni una meta elevada, sino que se contenta con placeres mezquinos. Todo el esfuerzo que realizó para parecerse a las demás personas solo lo empobreció.

Entonces toma conciencia de que ya no desea continuar con la vida que lleva ni volver a ver a Kamala. Considera esa vida como un juego infinito, como “sansara”, algo que puede ser agradable jugar en ocasiones, pero no siempre. Siddhartha abandona su casa y se marcha de la ciudad. Kamala, al enterarse de la noticia, suelta el pájaro cantor que tenía encerrado en la jaula de oro y deja de recibir visitas en su casa. Finalmente, después de un tiempo, advierte que está embarazada de Siddhartha.

Capítulo 8: A orillas del río

Siddhartha camina por el bosque hacia el río donde estuvo años atrás, al alejarse de Govinda. Siente deseos de morir, fatigado por la vida que llevó los últimos años. Al llegar allí, ve reflejado en el agua el vacío que siente, se arroja al río y se deja hundir.

En ese momento llega un sonido a sus oídos: es el sagrado Om, "que significa «lo Perfecto» o «la Realización»" (p.126). Entonces Siddhartha reflexiona y se da cuenta de que está cometiendo una locura. Repite varias veces la palabra Om y recuerda la indestructibilidad de la vida y de la divinidad. Luego se queda dormido bajo un árbol, sumido en un sueño profundo.

Al despertarse se siente alegre y renovado. Su vida pasada le parece semejante a una encarnación lejana de su Yo actual. Frente a él, en actitud meditativa, se encuentra un monje seguidor de Gotama. Pronto Siddhartha advierte que se trata de Govinda, pero este no lo reconoce. Él peregrinaba junto a otros monjes y, al ver a un hombre durmiendo en una zona del bosque donde podía haber serpientes, se detuvo para advertirle sobre el peligro que corría. Cuando Siddhartha se despierta, ambos intercambian unas palabras y el primero lo llama por su nombre. Entonces Govinda reconoce a su amigo y se alegra por el reencuentro.

Siddhartha le dice que está peregrinando y Govinda se sorprende, porque la vestimenta y el aspecto de su amigo no son los de un peregrino. Siddhartha le recuerda entonces que el mundo de las apariencias es efímero. Aunque lleva atuendos de un hombre rico, ya no lo es.

Poco después, Govinda retoma su camino. Siddhartha, aún compenetrado en el sonido del Om, siente amor por su amigo y por todo lo que observa, y advierte que la enfermedad que lo había afligido hasta este momento era su incapacidad de amar. Siddhartha también considera que todo eso que experimentó fue necesario para escuchar nuevamente el sonido del Om y comprobar aquello que le habían enseñado de niño: que los placeres del mundo y las riquezas no constituyen un bien.

Entonces intuye que el exceso de conocimiento, de normas, de celos y aspiraciones es lo que lo había inmovilizado y que, dominado por su orgullo, se había preocupado demasiado por destacarse sobre los demás. Todos sus conocimientos y sus formas de conducirse habían ocupado su Yo. Finalmente, Siddhartha contempla las aguas del río y decide quedarse un tiempo junto a ellas.

Análisis

En el capítulo 7 (“Sansara”), Siddhartha concluye una etapa de su búsqueda personal, en la que se interesa por explorar la vida mundana. En esta etapa, mientras disfruta de los placeres sensoriales que antes desconocía, deja de escuchar su voz interior. No obstante, Siddhartha siente envidia por la gente corriente, por “la importancia que lograban dar a sus vidas, el apasionamiento que ponían en sus alegrías y en sus miedos, y la dicha, angustiosa pero dulce, de saberse eternamente enamorados” (p.110). Curiosamente, esto parece indicar que el problema de Siddhartha fue que no logró entregarse suficientemente a la vida que él pretendía experimentar: mientras intentaba satisfacer sus sentidos, mantuvo arraigada su forma de ser reflexiva y distante.

Por otra parte, la obsesión de Siddhartha con el juego de dados simboliza el ciclo hindú de muerte y renacimiento conocido como “sansara”. A esto se debe el nombre del capítulo. El hecho de que Siddhartha advierta que participa en ese "círculo vicioso y absurdo" (p.114) indica su disposición a salir del sansara, a liberarse del ciclo de reencarnaciones y alcanzar el nirvana. Como dice él mismo al reflexionar sobre toda su vida en la ciudad, “Aquel juego se llamaba sansara: un juego de niños que quizás fuera agradable jugar una, dos o diez veces…, pero ¿siempre, siempre? Y entonces supo Siddhartha que el juego había terminado y que él ya no podría volver a jugarlo” (p.120). Es interesante notar que, en la creencia hindú, el sansara no es tan malo como acá aparece representado, sino que se trata más bien de una experiencia de aprendizaje por la que pasan las personas hasta que pueden apreciar su verdadera naturaleza.

Hacia el final del capítulo, el sueño de Siddhartha sobre el pájaro muerto presagia claramente el momento en el que Kamala suelta a su pájaro cantor. Sin embargo, el sueño y la realidad son significativamente diferentes. En el sueño, el pájaro ha muerto y Siddhartha lo retira de la jaula. Esto es una alegoría de la muerte espiritual de Siddhartha, a la que lo condujo ignorar su voz interior. Como vemos, cuando Siddhartha reconoce que ya no puede continuar con la vida que lleva, el narrador dice: “Un estremecimiento sacudió su cuerpo: algo en su interior, sintió de pronto, había muerto” (p.120). En la realidad, sin embargo, el pájaro de Kamala está vivo y ella lo libera cuando Siddhartha abandona la ciudad. De modo que el pájaro, como él, seguirá su propio camino. Además, el hecho de que en realidad el pájaro esté vivo presagia el renacimiento espiritual de Siddhartha, y su liberación presagia la que supondrá, para el protagonista, alcanzar el nirvana.

En el capítulo 8 (“A orillas el río”), Siddhartha siente deseos de suicidarse: pretende deshacerse de la vida que cree haber desperdiciado. Sin embargo, repentinamente, toma conciencia de lo divino que habita en su interior, gracias al sonido Om que resuena a través de su ser. Esto impide que se suicide. El sueño profundo en el que cae Siddhartha a continuación representa una muerte metafórica del personaje. Al despertarse, el protagonista comienza una nueva vida. Esta idea se presenta nuevamente al final del capítulo: "Y de hecho había muerto: un nuevo Siddhartha había emergido del sueño" (p.140).

Además, la función restauradora de este sueño se hace eco de la una idea que aparece en el primer capítulo. Allí se dice que durante un sueño profundo se puede experimentar la unidad con el Atmán: “Y también estaba escrito que el hombre, al caer en un sueño profundo, penetra hasta lo más recóndito de su interior y mora en el Atmán” (p.14). Como resultado del sueño, Siddhartha recupera su conexión con su voz interior.

Por otro lado, la reaparición de Govinda cuando Siddhartha despierta también significa un cierre de la etapa anterior de la vida del protagonista. Él concluye la primera etapa de su vida cuando se aparta de Govinda (Capítulo 3). Ahora cierra la etapa en la que experimentó más con sus sentidos. Más tarde, Govinda reaparecerá nuevamente, cuando Siddhartha concluya su tercera etapa, al iluminarse (Capítulo 12).

Por otra parte, ver a Govinda nuevamente le permite a Siddhartha notar que ha aprendido a amar de una manera que antes no podía. Este sentimiento de amor hace que Siddhartha reflexione sobre el cambio que ha experimentado. Previamente, creía que no podía amar, pero ahora, la experiencia transformadora del Om le permite regocijarse con ese sentimiento:

Y además, en aquel momento, en aquella hora fabulosa, después de su maravilloso sueño, compenetrado aún en el Om, ¿cómo hubiera podido no amar a alguien o algo? En eso consistía, precisamente, el encantamiento operado en él durante el sueño y a través del Om: ahora amaba todo, sentía un amor jubiloso por todo cuanto veía. Y esta le pareció ser, además, la gran enfermedad que lo había afligido hasta entonces: el no haber podido amar nada ni a nadie (p.133).

Siddhartha llega a la conclusión de que su vida de placeres mundanos fue necesaria para disminuir la importancia de su Yo de samana. La arrogancia de ese Yo era tan fuerte que tuvo que perderse en una existencia de estímulos sensoriales para contrarrestar su influencia: "De ahí que se viera obligado a ir por el mundo, a perderse en el placer y en el poder, en las mujeres y en el oro, (…) hasta que el sacerdote y el samana murieran en su interior. Por eso había tenido que soportar esos terribles años, (…) hasta que el Siddhartha libertino y codicioso pudiera también morirse" (p.140). De manera que, habiendo vivido ambos extremos, Siddhartha se dará cuenta, en esta tercera etapa, de que lo mejor es un término medio entre los dos polos, el de la indulgencia y el de la abnegación.