Poeta en Nueva York

Análisis

Firma de Federico García Lorca para Poeta en Nueva York

Poeta en Nueva York supuso un cambio crucial en la evolución poética del autor granadino, iniciada con Canciones en la tradición lírica clásica con un marcado sello popular y una métrica basada en el cancionero y el romance. Sus siguientes obras, Poema del cante jondo y Romancero gitano, estuvieron marcadas por una acusada estilización y la pervivencia de los elementos populares, aunque la versificación tradicional fue perdiendo terreno frente a la fantasía creadora del poeta.[30]​ Perteneciente a la Generación del 27, al igual que otros autores adscritos a este movimiento (Rafael Alberti, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, etc.) Lorca recibió diversas influencias, desde la poesía popular y los escritores del Siglo de Oro español (Lope de Vega, Góngora, Quevedo), pasando por Bécquer y Rubén Darío, hasta Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, así como el surrealismo, corriente de moda en el momento. Buscaban una renovación estilística, llegar a la «poesía pura», a través de un lenguaje metafórico, una versificación más sencilla que la de sus predecesores –especialmente el modernismo–, recurriendo por una parte a formas tradicionales (cancionero, romancero) y por otra al verso libre y el versículo.[31]​

Una de las principales influencias que se denotan en Poeta en Nueva York fue la del surrealismo: esta corriente pretendía renovar radicalmente la literatura, fomentar la libertad creadora del escritor a través de la libre expresión del subconsciente, abandonando cualquier tipo de convencionalismo ya fuese moral, social o artístico. Pretendían trascender la realidad accediendo a un nivel superior de conciencia, a una «sobre-realidad» –de ahí el nombre del movimiento– en la que el autor pueda expresar sin ningún tipo de ambages su visión del mundo y de la vida. Todo ello lo ejecutan a través de una profunda revolución del lenguaje, que pierde su carácter racional y objetivo para servir como instrumento de la libre expresión del pensamiento del escritor, en donde se entremezclan los objetos, los conceptos, las emociones, los sentimientos, expresados de forma espontánea, con un lenguaje onírico, subjetivo, irracional, fuertemente metafórico. Así, en vez de una lectura narrativa y funcional, pretenden que el lector sienta más que reflexione, perciba más que comprenda, que reciba una impresión que le provoque reacciones de tipo emocional.[32]​

La obra de García Lorca, pese a su vitalidad y a la dinámica personalidad reflejada por el autor en sus obras, expresa una profunda angustia existencial, una frustración debida a su condición sexual y a las rígidas conductas morales de la época, así como a una reivindicación social por las clases más humildes y desfavorecidas, por la miseria y opresión del hombre. Todo ello se funde con un sentimiento de fatalidad, de destino trágico, un «pathos» que impregna la obra de Lorca y que resultará premonitorio de su trágico final.[33]​

La estructura de Poeta en Nueva York es una oposición entre naturaleza y civilización, que el poeta enfrenta de forma dialéctica para denunciar la deshumanización de la sociedad moderna. Lorca reivindica la libertad, el retorno a la naturaleza frente a la alienación de la era industrial, al tiempo que denuncia la opresión sufrida por las clases desfavorecidas, los marginados, los oprimidos, así como la segregación racial. Todo ello lo hace con un lenguaje de gran simbolismo, donde predomina el sustantivo, tanto en la descripción de objetos como en la evocación de sentimientos. Los adjetivos en cambio no suelen ser descriptivos, y generalmente se presentan en asociaciones ilógicas, en imágenes fantásticas de raíz surrealista. Abundan las frases adverbiales y los verbos suelen expresar dinamismo, acción. El lenguaje es por lo general metafórico, con una expresión más sensorial que ideológica. Destaca el uso de la metagoge, que, junto al aspecto caótico de la composición y la sensación alucinante de su descripción, transmite una idea de dinamismo, de metamorfosis, de oposición entre realidad y fantasía.[34]​

Poeta en Nueva York se centra en dos aspectos esenciales: la ciudad y el poeta.[35]​ En 1931, en una entrevista concedida a Rodolfo Gil Benumeya para La Gaceta Literaria, Lorca definió la ciudad como «interpretación personal, abstracción impersonal, sin lugar ni tiempo dentro de aquella ciudad mundo. Un símbolo patético: sufrimiento». Así, la ciudad tiene un valor metonímico, referenciado en sus lugares geográficos, que sin embargo queda simbolizada en la ciudad como concepto abstracto, como entidad alienadora del ser humano. Nueva York se convierte pues en un vehículo para que el poeta exteriorice sus sentimientos, plasma en la obra una cosmovisión que refleja el concepto que el autor tiene de la vida, la naturaleza y el hombre, con especial énfasis en el amor, la soledad y la muerte.[36]​

Vemos pues que el eje central del libro no es la descripción de la ciudad, sino el propio poeta, la exteriorización de sus emociones, hecho que se demuestra en la recurrente utilización de la primera persona. El poeta reivindica como no había hecho anteriormente su sexualidad, su libertad de amar, como se evidencia en unos versos de Poema doble del lago Eden: «pero no quiero mundo ni sueño, voz divina, quiero mi libertad, mi amor humano en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera». Asimismo, se expresa con diversas voces o perspectivas poéticas: una «angustiada», en la que plasma su estado anímico depresivo a causa de los desengaños amorosos; otra «libertada», con la que resurgen sus ansias de vivir con plenitud la vida amorosa de su elección; y una última «solidaria», con la que expresa su pesar por el sufrimiento de los pobres y marginados, de las clases desfavorecidas.[37]​

Esta nueva expresividad del poeta se traduce en un lenguaje renovado, abandonando sus tradicionales referencias populares y su recurrente imaginería andaluza para buscar nuevas formas de expresión que encontrará en el surrealismo, que sin embargo interpreta de forma original y heterodoxa. El propio autor declaró en 1931: «ahora veo la poesía y los temas con un juego nuevo. Más lirismo dentro de lo dramático. Dar más patetismo a los temas. Pero un patetismo frío y preciso, puramente objetivo». Así, en Poeta en Nueva York recurre frecuentemente a la metáfora, que es fantástica, ilógica, inconexa, con asociaciones insólitas de elementos, animados o inanimados. Sin embargo, siempre conserva un carácter referencial y elaborado, no responde en absoluto a la escritura automática defendida por los surrealistas franceses. El ilogicismo de sus imágenes se encuentra inserido en la lógica de la estructura interna de los poemas, consiguiendo una vertebración de todas sus partes en una composición plenamente coordinada.[38]​


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