Poemas de Nicanor Parra

Estilo

Una poesía de dinamitero, desesperadamente anárquica, que irrumpe a través de todo lo que es rutinario reduciendo a polvo la mentira piadosa y las fórmulas de consuelo desprovistas de significado, para desembocar en la nada o en el meollo de una sólida realidad. —Artur Lundkvist, sobre la poesía de Parra.[48]​

La poesía de Parra varió mucho a través del tiempo. Durante su juventud, a fines de los años 1930, tuvo un breve paso como representante de la llamada poesía de la claridad, fuertemente inspirada en el recientemente asesinado Federico García Lorca, y creada como respuesta crítica al hermetismo y subjetivismo del vanguardismo histórico liderado por Huidobro, Neruda o los nuevos poetas surrealistas del Grupo La Mandrágora.[49]​

Luego de abandonar esta primera etapa, en lugar de adherirse al realismo socialista, del que criticó su poca credibilidad y su alta abstracción doctrinaria,[49]​ decidió continuar una línea más vanguardista e incluso posvanguardista, ávida en la búsqueda y favorecida, por su faceta científica, de estructuras y mecanismos formales de creación. Su poesía es marcadamente crítica, cuestionadora, anticlerical, política y contingente, y junto a sus antipoemas posmodernos y analíticos se sitúan también poemas ecológicos y otros de tradición oral, popular y local. Utilizando recursos del absurdo, el humor, el arte callejero y la cultura popular, Parra se caracterizó por democratizar la poesía, acercándola a lectores de distinto nivel sociocultural.[10]​[22]​

Un «artefacto» de Parra relacionado con la muerte, tema recurrente de su obra.

En cuanto al uso de la métrica, en sus primeros trabajos utilizó octosílabos para escribir romances criollos (Cancionero sin nombre, La cueca larga) y endecasílabos para sonetos paródicos («No hay olvido», «Hay un día feliz», Versos de salón), pero también comenzó a explorar desde temprano con el verso libre (Poemas y antipoemas). También son muy variadas tanto las voces de sus poemas (matemáticos, humoristas, locutores de radio, profesores, predicadores, abogados, etc.) como sus registros (epitafios, conversaciones, discursos fúnebres, oraciones cristianas, test, discursos de sobremesa, entre muchos otros). Desde los años 1970 comenzaría a trabajar con los poemas visuales de sus conocidos «artefactos»,[10]​ y desde los años 1990 investigaría en una flexibilización del pentámetro yámbico, para favorecer la fluidez en sus traducciones de William Shakespeare.[22]​

Parra fue muy exigente con sus poemas antes de publicarlos, por lo que una vez publicados, en sus versiones futuras suelen tener muy pocas variaciones. Pese a lo anterior, sí se mostró particularmente despreocupado por las puntuaciones, las que suelen variar de una versión a otra.[34]​

Para Niall Binns, la poesía parriana es ante todo realista, pero poblada al mismo tiempo de aquello que Fredric Jameson llama un «surrealismo sin el inconsciente», el cual es generado por el flujo vertiginoso de sus versos.[22]​ Binns sostiene que los personajes de los poemas de Parra suelen estar desorientados y no comprenderse a ellos mismos ni a su entorno. Son, además, seres confusos y contradictorios, pero a diferencia de otros poetas como Darío, Huidobro, Vallejo o Neruda, son también víctimas de una crisis ideológica y epistemológica moderna, en Parra sus personajes están totalmente expuestos y desamparados, y no consiguen evadirse de dicha crisis.[10]​


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