Kentukis

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Las nuevas tecnologías

Las nuevas tecnologías constituyen una temática central en Kentukis, aunque su tratamiento es distinto al que solemos encontrar en muchos ejemplares de la literatura de ciencia ficción. En contraposición a estos, Schweblin no presenta un universo enteramente distópico como consecuencia de los avances tecnológicos, sino que se interesa mucho más por ahondar en las emociones y comportamientos humanos que, en todo caso, quedan en evidencia gracias a avances tecnológicos que le dan viabilidad.

El elemento tecnológico que aúna las diferentes historias narradas en la novela no presenta una gran complejidad en términos técnicos, en tanto no se diferencia demasiado de un teléfono o un drone enmarcado en un peluche. Por esto mismo, las dinámicas que entran en juego alrededor del kentuki no distan demasiado de las existentes en el mundo contemporáneo de hoy, vinculadas a las redes sociales y otros medios de comunicación facilitados por la tecnología. Así, la novela es más una reflexión sobre el modo en que nuestra subjetividad se expresa por medio de dispositivos tecnológicos (similares a los que ya existen) que un estudio hipotético sobre lo que sucedería socialmente si se avanzara demasiado en el área.

La tesis de la novela parecería apuntar a que la tecnología no es plausible de ser juzgada moralmente. Casi ningún invento es bueno o malo, sino que lo aquello que lo configura de esa manera es el uso que el humano le da y el modo en que este se proyecta sobre él. Varios de los arcos narrativos desarrollados en Kentukis dejan en evidencia que la monstruosidad no es sino atributo de las personas, y que, en última instancia, encuentra en la tecnología una vía de expresión.

Exhibicionismo vs. voyeurismo

La temática principal de la novela tiene que ver con el exhibicionismo y el voyeurismo. En tanto todas las historias narradas en estas páginas comparten como elemento común al kentuki, un muñeco con cámara y micrófono que recorre la casa de una persona siendo conducido por otra, podemos afirmar que todos los personajes de Kentukis observan la intimidad de otro o bien exhiben la propia frente a la mirada ajena.

Esta cuestión abre la puerta a la mayoría de las problemáticas que se reflejan en la novela, ligadas a las consecuencias de la dinámica exhibicionismo-voyeurismo: la pérdida de los límites de lo privado, el exponerse a situaciones peligrosas a causa de exponer la propia intimidad o acceder a la de otro. Además, suscita reflexiones y cuestionamientos ligadas a la subjetividad contemporánea. ¿Qué clase de persona prefiere exponerse ante desconocidos? ¿Qué clase de persona opta, en cambio, por observar desde el anonimato?

La soledad

La soledad es un tema de relevancia en la novela y aparece como un motivo común a la mayoría de las historias que componen la trama. En principio, son seres solitarios o que están atravesando una situación de aislamiento o reciente pérdida los que se encuentran de un lado u otro del kentuki, y este elemento parece venir a suplir una falta de afecto y sensación de soledad preexistentes.

Tenemos, por ejemplo, a una mujer madura, jubilada, que vive sola, y cuyo hijo reside en el exterior. El tiempo libre y la falta de comunicación física con personas le permitirá desarrollar cariño, fascinación y la voluntad de proteger a una muchacha que tan solo conoce en pantalla y que vive a miles de kilómetros de distancia. Otra de las protagonistas de la novela es la pareja de un artista, una muchacha solitaria, ensimismada, y además suspendida en una ciudad desconocida, cuyo presente parece abocarse enteramente a acompañar a un novio que ni siquiera pasa tiempo con ella. Entre los personajes principales encontramos también a un niño pequeño, Marvin, quien se adentra en el universo kentuki para ausentarse por unas horas de la realidad de su hogar, un hogar donde la madre acaba de fallecer y donde el padre no ofrece afecto alguno. En otro de los casos, el kentuki entra a la familia para acompañar a un niño cuyos padres acaban de divorciarse; sin embargo, el muñeco acaba siendo el sostén y acompañamiento del padre, quien es en verdad quien sufre más soledad y desamparo.

Así, el kentuki funciona como un elemento que viene a evidenciar una masiva sensación de soledad que empuja a todo tipo de personas a conectarse íntimamente con desconocidos.

La comunicación y los vínculos

La comunicación aparece como un tema fundamental en una novela cuya trama gira en torno a la conexión entre personas desconocidas a través de un aparato. El kentuki instala una nueva forma de comunicación entre las personas, caracterizada por una unidireccionalidad y por el anonimato de una de sus partes (salvo que esta opte por darse a conocer). Además, la comunicación aparece en términos informativos: por medio de un kentuki, una de las partes puede conocer un territorio, así como espacios y costumbres que antes desconocía, y direccionando los movimientos del aparato puede comunicar alguna que otra apreciación sobre lo percibido.

La contracara de lo anterior está dado por el déficit comunicativo que parecería asolar a la mayoría de los vínculos interpersonales que se presentan en la novela. Muchos de los protagonistas de Kentukis optan varias veces por comunicarse con sus peluches o sus "amos" antes que con seres supuestamente cercanos.

Lo íntimo y lo público

Los límites de lo íntimo y lo público se complejizan en un mundo gobernado por el exhibicionismo y el voyeurismo. Además de construir situaciones donde el límite entre lo íntimo y lo público se vuelve conflictivo, la novela deja en evidencia que, muchas veces, las personas desconocemos qué esfera de nuestra vida o intimidad estamos exhibiendo o volviendo plausible de ser pública. Muchos personajes de esta novela descubren, cuando ya es tarde, que han mostrado más de lo que querían mostrar, que prestaron a la esfera pública más información privada de la que conscientemente creían estar prestando. Generalmente, esto sucede en gran parte por el carácter anónimo del observador en la era de las nuevas tecnologías, por lo disimulada u oculta que está su presencia. Los protagonistas de esta novela suelen olvidar que, detrás de sus kentukis, hay alguien mirando, alguien que está mirando quizás demasiado.

En el volver público lo íntimo residen varios giros narrativos de la novela. En la mayoría de las ocasiones, además, este giro está acompañado por una revelación o toma de consciencia: algunos personajes no ven la monstruosidad en su intimidad hasta que no la ven desde la perspectiva de su público.

La crueldad

La crueldad es una temática muy presente en la novela. La interacción de varios personajes con el kentuki, estén del lado de la cámara que estén, pone de manifiesto cómo muchas veces las personas vuelcan sobre vías de comunicación virtuales toda la crueldad que no pueden manifestar en otras áreas. El anonimato en varias ocasiones juega a favor, en tanto permite una explosión de crueldad con menor riesgo de consecuencias. Así, la protagonista de una de las historias vuelca toda su frustración por su pareja en el pobre kentuki, al que tortura de mil maneras; un ser anónimo toma un kentuki y lo expone a visiones horribles con la voluntad de perturbar a quien sea que esté tras la computadora. El desconocimiento, el ignorar a quién pertenecen los ojos que recibirán nuestra acción configura, la mayoría de las veces, un halo de impunidad que les permite a varios personajes accionar cruelmente, infligiendo dolor a quien de ningún modo lo merece, como mera forma de desahogo.

El arte

El arte es una temática presente en la literatura de Schweblin, y Kentukis no es la excepción.

En la novela, el arte está presente como una suerte de puesta en abismo de diversas cuestiones vinculadas a la realidad social en que se inserta la ficción. Si acordamos que uno de los desafíos que asume el arte es el de trabajar con la subjetividad de su presente, pero postulando al mismo tiempo una distancia que permita observar la propia contemporaneidad con ojos distintos a los que ven lo cotidiano, podemos afirmar que es este el desafío que asumen Sven, el único personaje artista de novela, cuando exhibe un montón de kentukis a modo de exposición en una galería. Su obra artística implica una puesta en abismo y una conjunción de dos cuestiones que, en el presente cotidiano, se vivencian separadamente: aquello que ve el muñeco y aquello que ve su dueño.

La dimensión artística se vincula en esta novela, así, con varias otras temáticas, como el de la tecnología, la dimensión pública y privada, la soledad y la crueldad. En el gesto artístico, Sven toma un material del orden privado y lo muestra públicamente, traicionando así la confianza y la intimidad de su pareja, dueña de uno de los kentukis exhibidos en la galería.