Kentukis

Kentukis Ironía

Robin, Katia y Amy le brindan información al kentuki con la idea de extorsionar a una compañera del colegio, pero es el kentuki quien termina extorsionándolas a ellas (Ironía situacional)

En la primera historia de la novela, Robin, Katia y Amy se exponen ante un kentuki y luego le muestran fotos íntimas de una compañera de colegio, así como su dirección. La idea de las adolescentes es extorsionar a su compañera por medio del kentuki. Sin embargo, irónicamente, es el kentuki quien acaba extorsionándolas, pidiéndoles dinero a cambio de no publicar todo el material que viene coleccionando sobre ellas hace días.

El kentuki venía a ser compañía de su hijo, pero acaba siendo compañía para Enzo (Ironía situacional)

Enzo acepta, de mala gana, comprar un kentuki, tal como lo sugirieron su ex-esposa y una psicóloga, según las cuales el muñeco ayudaría a que Luca se sintiera menos solo tras el divorcio de sus padres. Sin embargo, el niño no siente sino incomodidad ante la presencia del aparato. Irónicamente, es por la necesidad de Enzo de sentirse acompañado (y no del niño) que el kentuki se queda en la casa.

Emilia cree estar siendo sumamente precavida en el grado de exposición frente a su kentuki, cuando en realidad se está exponiendo por completo (Ironía situacional)

Al analizar la relación entre su hijo y el kentuki, o al mirar las noticias sobre personas estafadas o extorsionadas por sus kentukis, Emilia siente que la gente es demasiado ingenua y descuidada, y que resguardar la propia intimidad frente al kentuki no es algo difícil, sino una cuestión de sentido común y algo de atención. También cree, por supuesto, estar siendo sumamente cuidadosa en lo que le muestra al kentuki sobre ella misma. Sin embargo, irónicamente, resulta que Emilia se estuvo exponiendo demasiado. Cuando la persona detrás de su kentuki alerta a Klaus y Eva sobre el comportamiento posiblemente peligroso de Emilia, la mujer se da cuenta de que no solo le mostró a la coneja que pasea por la casa fotos y conversaciones que la incriminan, sino que, además, le dio información sobre cómo localizar a la pareja de alemanes que es víctima de su obsesión.

Alina torturaba al kentuki creyendo que detrás de la cámara había un hombre adulto perverso, cuando en realidad el kentuki era manejado por un niño de siete años (Ironía situacional)

Desde que adquiere el kentuki hasta que lo encuentra expuesto en la galería, Alina cree que del otro lado de la cámara hay un hombre viejo, depravado, que solo quiere verla desnuda. Es por eso que ella se decide a torturarlo de muchas maneras, incluso exponiéndolo a videos pornográficos bastante perturbadores. Sin embargo, Alina descubre que la verdadera identidad del "ser" de su kentuki dista mucho de la que imaginaba. Irónicamente, quien mira desde su computadora es un niño de siete años, que con toda su inocencia padeció las acciones de quien actúa perversamente en esa conexión: Alina.