El avaro

El avaro Metáforas y Símiles

"(...) síndico de ladrones, auténtica carne de horca" (Harpagon, Acto I, Escena 3, p.6). (Metáfora)

En su primera aparición en la obra, Harpagon se refiere con esa expresión a sus sirvientes. En el apelativo metafórico se evidencia la brutal desconfianza y hostilidad con la que Harpagon se dirige a sus empleados. El protagonista tiene una obsesión con su propio dinero y todo el tiempo teme que otros le roben; a sus sirvientes los percibe, directamente, como ladrones, por lo que se refiere a ellos como dignos de ser condenados a la horca, castigo común para los criminales en la época representada en la pieza.

"Pedirle es herir lo que le duele, es perforarle el corazón, es arrancarle las entrañas" (La Flèche, Acto II, Escena 5, p.18). (Metáfora)

La Flèche se refiere así a Harpagon y a su condición de avaro. Utiliza esta expresión para advertirle a Frosina sobre la difícil tarea que es conseguir que Harpagon brinde dinero como pago por algún servicio. Pedirle dinero, dice, es lo peor que le pueden hacer: la metáfora empleada por La Flèche funciona para ilustrar la tortura que significa para el avaro tener que darle dinero a alguien; para este, sería lo mismo que lo hirieran de muerte y lo despedazaran por dentro, ya que Harpagon estima al dinero como a su propia sangre.

"¡Tú devoras toda mi hacienda!" (Harpagon, Acto III, Escena 1, p.24). (Metáfora)

Harpagon se dirige con esta expresión a Maese Santiago, su cocinero, después de que este último enumera lo que necesita para preparar la cena de esa noche. Al oírlo, Harpagon se enfurece por lo que lo enumerado le costará en términos de dinero. La metáfora utilizada reúne justamente las esferas de lo comestible y lo económico: Harpagon considera que Maese gasta demasiado y consume, con sus listas de compras, todo su dinero.

"(...) no son ya caballos sino ideas, fantasmas" (Maese Santiago, Acto III, Escena 1, p.24). (Metáfora)

Maese Santiago dirige esta expresión a Harpagon, cuando este le exige prepare los caballos para conducir la carroza esa misma tarde. Maese Santiago explica que eso no será posible, puesto que como consecuencia de los terribles ayunos a los que condena a los animales la avaricia de Harpagon, los caballos no poseen fuerzas para mantenerse parados siquiera. La metáfora utilizada por Maese Santiago intenta ilustrar el paupérrimo estado de los animales: sin fuerzas para andar y en condiciones que los acercan más a la muerte que a la vida, los caballos ya no parecen siquiera caballos, sino que se ve en ellos solo un rastro fantasmal de lo que alguna vez fueron.

"(...) la acción más negra, el atentado más horrible que se haya cometido jamás" (Harpagon, Acto V, Escena 3, p.41). (Metáfora)

Harpagon le exige a Valerio que confiese que le ha robado su cofrecillo. En la expresión metafórica empleada por Harpagon para referirse a dicho acto se evidencia la inusual gravedad que para el protagonista representa el robo de su dinero: este se eleva, en boca del personaje, al nivel del peor y más oscuro crimen que pueda realizarse jamás.