El avaro

El avaro Preguntas de Ensayo

  1. 1

    ¿Qué objetivo tiene Valerio al introducirse en la casa de Harpagon? ¿Qué estrategia utiliza para alcanzar sus objetivos?

    Valerio ama a Elisa y quiere casarse con ella. Es por eso que se introduce en la casa familiar, haciéndose pasar por un servidor, para así ganarse la confianza de Harpagon y poder pedirle la mano de su hija. Para lograr este objetivo, Valerio decide recurrir a la adulación exagerada como estrategia para que Harpagon deposite su confianza en él. "He comprobado que, para ganarse a los hombres, no hay sino alardear ante sus ojos de tener sus inclinaciones, abundando en sus máximas, encomiando sus defectos y aplaudiendo lo que hacen", explica al inicio el joven a Elisa, y continúa: "los más agudos no dejan de ser siempre grandes incautos en materia de adulaciones, y nada, por impertinente y ridículo que sea, dejan de digerir cuando se les da sazonado con alabanzas" (Acto I, Escena I, p.4). Para ganarse la confianza de Harpagon, Valerio decide emplear un tipo particular de comportamiento, representar un rol, un personaje de adulador. Según el joven, ni el más duro de los hombres puede resistirse frente a los halagos.

  2. 2

    ¿Cómo se manifiesta la avaricia de Harpagon en el trato del protagonista con sus sirvientes? Ejemplifique con alguna situación.

    La avaricia de Harpagon se hace visible, entre otras cosas, en el modo en que se dirige a sus sirvientes. En principio, la obsesión que tiene por su dinero le hace sospechar constantemente que los demás quieren robarle, y directamente trata a algunos de sus sirvientes como a ladrones. Al inicio de la obra, por ejemplo, revisa hasta la ropa interior de La Flèche para cerciorarse de que no se esté robando nada: “Estos calzones tan anchos son muy aptos para esconder las cosas que se roban” (Acto I, Escena 3, p.7).

    En la primera escena del tercer acto, también se pone de relieve la avaricia de Harpagon en relación con sus sirvientes. El hombre ofrecerá una cena esa noche y reúne a la servidumbre para asegurarse de que se gaste lo menos posible en esa celebración: “A vos, Brindavoine, y a vos, La Merluche, os pongo a cargo de lavar los vasos y de dar de beber, pero sólo cuando se tenga sed, y no según la costumbre de ciertos impertinentes lacayos, que acuden a provocar a la gente, incitando a beber cuando no se piensa en ello. Esperad a que os llamen más de una vez, y no olvidéis llevar siempre mucha agua” (Acto III, Escena 1, p.22). La avaricia del protagonista se hace visible justamente en los exacerbados esfuerzos de Harpagon por ofrecer esa celebración sin modificar, sin embargo, sus reservas económicas. Esos esfuerzos recaen, más bien, sobre los hombros de los sirvientes, que deben trabajar el doble para responder a las exigencias de su jefe. Así, cuando Brindavoine y La Merluche advierten a Harpagon que sus únicos trajes poseen agujeros y manchas, y precisarían nuevo ropaje, el jefe les ordena simplemente mantenerse con las espaldas apoyadas en la pared, para que las imperfecciones no queden a la vista. El mayor ejemplo de personaje de la servidumbre que padece la avaricia de Harpagon en cuanto a la economía doméstica es precisamente Maese Santiago, quien realiza al mismo tiempo dos oficios muy diferentes. En el personaje de Maese Santiago se manifiesta explícitamente la idea de ahorro que Harpagon concibe: el hombre encarna, en un solo cuerpo, la figura del cocinero y el cochero, disciplinas completamente excluyentes entre sí.

  3. 3

    ¿Qué concepción tiene Harpagon del matrimonio?

    Harpagon, personaje signado por la obsesión por su dinero, concibe al matrimonio no como algo llevado a cabo por el deseo amoroso, sino más bien como una cuestión a ser arreglada por conveniencias económicas. Esto se evidencia en la medida en que Harpagon somete a sus dos hijos a casarse con candidatos que le convienen a él en términos económicos. Así, promete a Elisa a un hombre maduro y adinerado, solo porque este no pide a Harpagon que entregue una dote para la ceremonia. A Cleanto, por su parte, busca entregarlo a una mujer grande, viuda, que se hará cargo económicamente de él. El matrimonio es entendido por el protagonista, cuando de sus hijos se trata, como una oportunidad de negocios: Harpagon quiere entregar a Elisa y Cleanto a los mejores postores.

    Cuando se trata de sí mismo, Harpagon no parece tener una concepción muy distinta sobre el vínculo matrimonial. En su voluntad de casarse con la joven Mariana no dedica sus esfuerzos a conquistar personalmente a la muchacha, sino que le encomienda la tarea a Frosina. Esta mujer, en su rol de casamentera, intenta hacer coincidir la realidad con los intereses de Harpagon que exigen, entre otras cosas, que Mariana ofrezca una dote para casarse con él.

  4. 4

    ¿De qué manera interfiere la avaricia de Harpagon en su relación con sus hijos?

    Desde el inicio, la relación padre-hijo se presenta en la obra como algo inarmónico, ríspido, en tanto la avaricia del padre perjudica las vidas tanto de Cleanto como de Elisa: ”¿puede verse cosa más cruel que esta rigurosa economía que se ejerce sobre nosotros, que esta extraordinaria escasez en que se nos hace languidecer?” (Acto I, Escena II, p.6), se queja el joven, denunciando el déspota egoísmo con que su padre lidera la casa familiar. Este egoísmo se corresponde más que nada con la obsesión de Harpagon por el dinero, que lo hace desconfiar y sospechar de todos los que lo rodean, creyendo a todos ladrones, incluso a sus propios hijos. Esta obsesión de Harpagon atenta entre otras cosas con el deseo amoroso de Elisa y Cleanto, ya que sin importarle los sentimientos de su hija al respecto, Harpagon quiere casarla con un hombre maduro y rico, solo porque este no le exige dote por la ceremonia. Lo mismo rige para Cleanto, a quien decide casar con una señora ya viuda. A lo largo de los actos, además, se ofrecen numerosas situaciones que ponen en escena cómo el dinero puede interponerse fuertemente en la relación padre-hijo. La obsesión de Harpagon lo enceguece y le impide reparar en algo que no sea su dinero, elemento que gobierna su jerarquía afectiva. Esto desemboca en situaciones trágicas, como por ejemplo aquella en que Harpagon acaba maldiciendo y desheredando a Cleanto, u otra en que el hombre decide mandar a la horca a Valerio, a quien cree un ladrón, sin importarle el amor que su hija siente por él.

  5. 5

    "¡Ah, mi pobre dinero, mi pobre dinero, mi querido amigo! Me han privado de ti, y puesto que me has sido quitado he perdido mi apoyo, mi consuelo, mi alegría. Todo ha terminado para mí, nada ya tengo que hacer en el mundo. Sin ti, me es imposible vivir" (Harpagon, Acto IV, Escena 7). Contextualice el fragmento citado y explique qué particularidad puede leerse en estas palabras del protagonista.

    El fragmento citado pertenece al momento más dramático de la pieza, que se da en la última escena del cuarto acto y es representada únicamente por Harpagon. Se trata del soliloquio que este ofrece como consecuencia de una situación desesperante para el protagonista, que es la desaparición del dinero que ocultaba hasta el momento en su jardín.

    En cuanto al discurso de Harpagon, las expresiones utilizadas resultan un tanto excesivas si se tiene en cuenta que el destinatario es el dinero, ya que se asemejan en gran medida a las de un típico discurso amoroso. En efecto, si se reemplazara en su parlamento la palabra “dinero” por “amor”, el soliloquio funcionaría perfectamente como el momento desolado de alguien que sufre por la pérdida del ser amado. Por la forma y el contenido, entonces, las expresiones utilizadas por Harpagon recuerdan al discurso típicamente romántico: el protagonista de la pieza profiere sus palabras evidenciando un aumento progresivo de intensidad, pasando del lamento por la pérdida a la sentencia del sinsentido de la vida y luego desemboca en el sentimiento de muerte producto de la desesperación. Estos sentimientos que describe Harpagon resultan un tanto extraños o excesivos si se tiene en cuenta el objeto del discurso, lo cual no hace más que evidenciar el desmedido afecto y la obsesiva preocupación que el protagonista siente por su dinero.