Divina Comedia: Paraíso

El Empíreo

Desde el Primer Móvil, Dante asciende a una región que está más allá de la existencia física, el Empíreo, que es la morada de Dios. Beatriz, que representa la teología,[44]​ se hace en este lugar más bella que nunca, y Dante se ve envuelto por la luz, de modo que es capaz de ver a Dios[44]​ (Canto XXX):

"Como súbito relámpago que dispersa los espíritus visivos, tal que priva al ojo de ver más fuertes objetos, así me circundó una luz viva, y dejóme cegado con tal velo su fulgor, que nada aparecía. Siempre el amor que aquieta este cielo con este saludo al que llega acoge a fin de disponer a su llama la candela."[45]​

Dante ve una rosa enorme, que simboliza el amor divino,[44]​ cuyos pétalos son las almas entronizadas de los fieles (tanto los del Antiguo Testamento como los del Nuevo). Todas las almas que ha conocido en el Paraíso, incluyendo a Beatriz, tienen su morada en esta rosa.[44]​ A su alrededor hay ángeles volando como abejas, distribuyendo paz y amor. Cuando Beatriz pasa a ocupar su lugar en la rosa, Dante ya se encuentra más allá de la teología y a su vez puede contemplar directamente a Dios,[46]​ y San Bernardo, en cuanto místico contemplativo, será su guía en esta última etapa (Canto XXXI).

Los tres círculos de la Trinidad (ilustración John Flaxman), Canto 33.

San Bernardo continua explicando la predestinación, y reza a María a favor de Dante. Por último, el protagonista entra en contacto directo con Dios (Cantos XXXII y XXXIII), quien aparece como tres círculos idénticos que ocupan el mismo espacio, los cuales representan al Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo:[47]​

"sino porque la visión se avaloraba en mi mirada, una sola apariencia, mudando yo, por mi se trastocaba. En la profunda y clara subsistencia del alto lumbre me aparecieron tres giros de tres colores y de un continente; y uno de otro como iris de iris parecía reflejo, y el tercero parecía fuego, que aquí y allá igualmente se espire.[48]​

Dentro de esos círculos el protagonista discierne la forma humana de Cristo. La Divina Comedia termina con el poeta tratando de entender cómo los círculos logran encajar, y cómo la humanidad de Cristo se refiere a la divinidad del Sol no obstante, como Dante lo señala, para continuar "no bastaban las propias alas".[49]​ Tras un rayo de comprensión, que el poeta no puede explicar, Dante entiende, y su alma entra en total armonía con el amor divino:[47]​

"A la alta fantasía aquí faltaron fuerzas; mas ya movía mi deseo y mi velle, como rueda a su vez movida, el amor que mueve el Sol y las demás estrellas".[50]​


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