Desgracia

Desgracia Resumen y Análisis Capítulos 21-24

Resumen

Capítulo 21

Lurie y Rosalind se encuentran en una cafetería. Ella le pregunta por las heridas en su oreja, pero él no entra en detalles. Rosalind le cuenta que escuchó comentarios acerca de su comportamiento ante el tribunal de investigación de la universidad. Al parecer Lurie fue intransigente y se puso a la defensiva. Lurie responde que en realidad estaba defendiendo el principio de la libre expresión, que incluye el derecho al silencio. Para Rosalind lo de los principios es una excusa cuando en realidad no supo cómo salir de la situación en la que estaba a causa de su mal comportamiento. Lurie minimiza todas las preocupaciones de su exmujer, pero ella insiste en que ha sido irresponsable con su futuro.

Rosalind menciona que ha visto una obra en la que actúa Melanie. Dice que entiende por qué Lurie se sintió atraído por ella, ya que es su tipo de mujer.

A Lurie le da curiosidad saber cómo reaccionaría Melanie si lo viera. Piensa si la chica sentiría algo por él, si todavía queda una chispa. Para comprobarlo, asiste a una función de la obra en la que actúa Melanie. Es la misma obra que estaba ensayando durante su relación.

Si bien la obra le resulta igual de irritante que cuando vio el ensayo, Melanie actúa mucho mejor; muestra seguridad en sí misma. Lurie piensa que tal vez esa nueva madurez en ella es producto de la historia entre ellos y de lo que ella tuvo que atravesar tras la denuncia: “¿Será posible que durante los meses que ha pasado él fuera de la ciudad ella haya crecido, se haya encontrado a sí misma? Lo que no me mata me fortalece. Tal vez el juicio fuera un juicio también contra ella; tal vez también ella ha sufrido lo suyo, y ha salido con bien de la prueba” (p.238). A Lurie le da gusto ver cómo el público se ríe de los chistes del personaje de Melanie y piensa con orgullo que ella fue suya y la imagina desnuda.

Durante la obra, viene a la mente de Lurie el recuerdo de una turista alemana a la que levantó en el auto y con quien tuvo sexo. Piensa en las mujeres con las que estuvo y cómo ellas lo cambiaron e influyeron en él. Se pregunta si ellas también cada tanto se ven asaltadas por el recuerdo de él.

De pronto, empieza a sentir como alguien le tira pelotitas de papel con saliva. Evidentemente están destinadas a él porque varias le alcanzan el cuello y el hombro, y las personas a su alrededor lo miran extrañadas. Alguien empieza a chistar desde las filas de atrás. Cuando gira para ver de quién se trata, ve a Ryan, el novio de Melanie con el que ya había tenido problemas. Lurie decide irse de allí, pero Ryan lo sigue y le dice que se limite a mezclarse con los de su estilo y que Melanie “le escupiría en los ojos si lo viera” (p.241). Este último comentario sorprende mucho a Lurie.

Sale de ahí y maneja hacia Green Point. Allí ve a un grupo de prostitutas. Una se acerca y él la contrata. Luego de que la prostituta termina de darle sexo oral, él piensa lo fácil que es sentirse un poco mejor aún cuando no experimenta sentimientos fuertes y que el alivio sexual no tiene por qué ser nada apasionado.

Capítulo 22

Lurie se mantiene en contacto con Lucy, pero siente que algo no anda del todo bien, a pesar de que ella insiste en que las cosas en la granja están en orden. Aprovecha su relación con Bev y la llama para preguntar por Lucy, pero ella no quiere decir de más: hay novedades, pero le corresponde a Lucy comunicárselas.

Lurie le pide a Lucy que lo reciba en su casa por unos días y pone como excusa una entrevista de trabajo en la zona, aunque se trata de una mentira.

Cuando llega a la granja, el aspecto de Lucy le llama la atención, está más ancha y descuidada. Aparte, el terreno también presenta cambios: la casa de Petrus ya está casi lista y hay una reja que divide el terreno de Petrus y el de Lucy.

Sin demora, Lucy le cuenta a Lurie que está embarazada y que el bebé es de uno de los violadores. Lurie está muy sorprendido porque pensaba que Lucy se había “ocupado” de cualquier consecuencia que podría haberle traído la violación. Ella le dice que no estaba dispuesta a abortar otra vez; Lurie no sabía que Lucy ya había tenido esa experiencia antes. Por otra parte, Lucy no quiere desquitarse con el bebé por lo que le sucedió a ella.

Lurie opina sobre lo que está sucediendo y además le reclama el no habérselo dicho antes. Lucy se enoja y le explica que su vida no es una trama secundaria a la de Lurie y que ella puede tomar decisiones sin su participación. Él le dice que entiende y que la va a apoyar incondicionalmente. Lurie sale de la casa y se echa a llorar.

Más tarde, Lucy le da otra noticia: Pollux, el más joven de los asaltantes, está viviendo en la granja con Petrus. Al parecer es hermano o familiar cercano de la mujer de Petrus, ha dejado los estudios y no consigue trabajo. Ahora ayuda a Petrus en su terreno.

Al día siguiente Lurie se acerca a casa de Petrus para hablar con él. Lo encuentra en su nueva casa, instalando las ventanas. Sin rodeos, Lurie increpa a Petrus por la presencia de Pollux en la propiedad y por haber mentido cuando dijo que no lo conocía. Petrus le contesta que es su responsabilidad cuidar de su hijo, a quien considera como tal porque es parte de su familia y su pueblo. Además, cuando Pollux sea más grande quizá pueda casarse con Lucy. Mientras eso no pueda suceder porque el muchacho es todavía muy chico, él mismo se puede casar con Lucy. Lurie no puede creer lo que escucha y le explica que ese no es el modo en que se hacen las cosas. Le deja saber a Petrus que Lucy no tiene ninguna intención de casarse, pero Petrus le dice que en ese lugar las mujeres deben casarse para estar seguras.

Lurie le cuenta a Lucy sobre la propuesta de Petrus. Para su sorpresa, Lucy está considerando aceptar. Cree que de ese modo va a poder establecer un acuerdo. Las condiciones que ella quiere poner son: preservar la casa y las perreras para sí con la posibilidad de prohibir el paso a cualquier persona, incluido Petrus, y que su hijo sea considerado parte de la familia de Petrus. Por el resto, él pasaría a ser dueño de la tierra. Para Lurie, que su hija acepte casarse con Petrus bajo estas condiciones es humillante. Lucy piensa que efectivamente sería humillante, pero por lo menos le permitiría volver a comenzar.

Capítulo 23

Lurie saca a pasear a Katy, la bulldog, el único perro que sobrevivió al asalto. Al regreso alcanza a ver a Pollux pegado a la pared de la casa de Lucy y piensa que está orinando. Se da cuenta de que en realidad está espiando por la ventana del baño a Lucy, que se está duchando. Lurie corre hacia él y alcanza a pegarle un golpe. Lo insulta llamándolo “cerdo asqueroso” (p.256). En medio de esto Katy se abalanza sobre el muchacho y lo muerde en el brazo. Lurie le da un puntapié.

Lucy sale de la casa envuelta solamente con la toalla de baño. Se acerca a Katy y Pollux y consigue que la perra lo suelte. Chequea la herida en el brazo del muchacho y se incorpora para ayudarlo, pero en ese momento la toalla que lleva atada se resbala y Lurie y Pollux pueden ver sus pechos. Mientras ella se acomoda la toalla, Pollux se levanta y grita: “¡Voy a mataros a todos!” (p.257), antes de darse vuelta y volver a casa de Petrus.

La situación colma la paciencia de Lucy, que le deja saber a su padre que ella no puede lidiar con Petrus y los suyos y con Lurie a la vez. Lurie insiste en que no es posible fiarse de ese muchacho que parece un “deficiente mental”. A Lucy eso solo la enoja más. Le deja en claro a su padre que está dispuesta a sacrificar mucho con tal de rodearse de paz. Lurie entiende que eso lo incluye a él y dice que hará las maletas para irse.

Horas después Lurie se arrepiente de haber actuado con tanta ira y de haber alejado a Lucy aún más. Siente que debe disculparse, pero no consigue hacerlo. Le molesta que Pollux haya: “tenido ocasión de enmarañar sus raíces con Lucy y con la existencia misma de Lucy” (p.258). Siente que él, a diferencia de Lucy, no puede dar su brazo a torcer aceptando perder el honor.

Piensa en Teresa, el personaje de su obra musical, y cree que hay algo que aprender de ella, que está más allá del honor, que ya no tiene vergüenza y solo busca eternizarse a través de su canto.

Lurie acude a Bev. Le cuenta que planea quedarse cerca de Lucy, pero no en la misma casa, dado que no se están llevando muy bien. De hecho, Lurie dice que el problema no es él y Lucy, sino Petrus y su familia. A Bev, Pollux también le da desconfianza, pero piensa que Lucy está segura mientras Petrus esté cerca. Bev le sugiere a Lurie que tome distancia y deje a Lucy encontrar su camino: “Las mujeres tienen una gran capacidad de adaptación. Lucy la tiene. Además, es joven. En comparación contigo o conmigo, ella anda más con los pies en la tierra” (p.259).

Lurie quiere permanecer cerca de Lucy porque no va a poder perdonarse si algo le sucede. Siente que no comprende las decisiones que toma Lucy y que “es como si entre la generación de Lucy y la mía hubiera caído un telón impenetrable” (p.260). Por eso, ha decido quedarse cerca y se ofrece como voluntario en la clínica.

Para instalarse en Salem, Lurie se compra una camioneta para transportar los perros al incinerador, alquila una habitación y se compra una serie de artículos necesarios. La mayor parte del tiempo lo pasa en la clínica. Allí hay un solar donde pasa el tiempo libre que le queda entre las tareas. Cuando está solo, compone la música para su obra con el banjo.

Capítulo 24

El capítulo empieza con una escena de la obra que está componiendo Lurie. Teresa, el personaje principal del musical, se encuentra en su habitación, canta en voz muy baja clamando por una señal de su amante, el poeta. Nadie responde.

Lurie está en el solar detrás de la clínica componiendo la música para su obra. A diferencia de lo que pensaba Rosalind, su exmujer, este proyecto no es una afición. Se pasa los días y las noches concentrado en ella. No obstante, el resultado es pobre. Si en algún momento pensó en conseguir algo de fama a partir de esta composición, ahora cree que nadie le prestará demasiada atención. Le habría gustado que la estudiaran los eruditos o que Lucy pudiera apreciarla. De todos los perros de la clínica, hay uno con el que Lurie ha generado un vínculo. Se trata de un perro con una deformidad en una de sus patas. Nadie ha mostrado el mínimo interés por adoptarlo y pronto Bev va a tener que ponerlo a dormir. Lurie elige no ponerle un nombre y no lo reconoce como suyo, pero nota y disfruta de la lealtad y cariño que le muestra el perro. Siente que ha sido el perro quien lo ha adoptado a él.

Un sábado, Lurie ayuda a Lucy con su puesto en el mercado. Él aprovecha para preguntar cómo van las cosas. Se anima a indagar en si Lucy ya siente cariño por el hijo que espera. Ella le dice que no, pero que a la larga ese amor va a surgir y que tiene como propósito ser una buena madre y persona. Lucy piensa que su padre podría proponerse ser mejor, también. Él considera que es demasiado tarde para él; ya no está en edad de cambiar.

Han acordado que por un tiempo Lurie no visite la granja de Lucy. No obstante, un día Lurie decide aparcar su camioneta a cierta distancia de la propiedad de su hija y caminar hasta allí. La encuentra arrodillada, trabajando en sus cultivos de flores. Lurie piensa que “Su hija se va convirtiendo en una campesina” (p.268). Al verla, Lurie toma conciencia de su propio estado, se siente viejo y piensa en cómo será posible para él seducir a nadie en ese estado; se pregunta quién querría estar con un abuelo. Ella finalmente repara en su presencia y lo invita a tomar un té.

El domingo Bev debe poner a dormir a muchos animales. Algunos están enfermos; otros ya no tienen esperanza; otros están sanos. Lurie y Bev se concentran enteramente en los animales que van a matar y no hablan entre ellos.

En la perrera, queda un solo perro, el que ha adoptado a Lurie y disfruta de hacerle compañía mientras el protagonista toca el banjo. Tarde o temprano lo van a tener que poner a dormir. Decide abrir la puerta de la perrera. El perro se acerca a él meneando la cola y le lame la cara. Lurie lo levanta y se lo lleva a Bev. Ella se sorprende porque pensaba que Lurie se lo iba a quedar una semana más, por lo menos, y le pregunta si va a renunciar a él. Lurie responde: “Sí, voy a renunciar a él” (p.271).

Análisis

Al igual que al inicio de la novela, Lurie, a pesar de haber experimentado algunos cambios, continúa aferrándose a sus principios. No obstante, sus ideas muchas veces contrastan con la realidad. En el capítulo 21, por ejemplo, Rosalind se muestra exasperada con la obstinación de Lurie por dibujar su experiencia ante el tribunal disciplinario como una cruzada por la libertad de expresión. Para ella, Lurie debía presentarse con tal disposición que le procurara la menor pena posible. Rosalind, al igual que otras de las mujeres representadas en la novela, es pragmática y tiene los pies en la tierra.

El contraste entre el pragmatismo de ciertos personajes y el romanticismo del Lurie continúa en el capítulo 21 cuando Lurie no se resiste a asistir a la obra de teatro de Melanie. En su desconexión con la realidad, piensa que todavía puede haber algo entre él y Melanie. Durante la obra, piensa en sus aventuras pasadas y se pregunta si las mujeres con las que ha estado piensan en él también. Hemos visto que Lurie no es el hombre más considerado en las relaciones que establece con las mujeres: desconoce los límites de la relación puramente transaccional entre él y Soraya, evita a Dawn tras un solo encuentro sexual, abusa de su posición de poder con Melanie y no está atento al deseo sexual de la mujer, tiene relaciones sexuales con Bev aun sin sentir la mínima atracción por ella. Suponemos que las mujeres que estuvieron con Lurie no piensan en sus historias con él como algo romántico. Lurie parece ser ajeno a esta realidad y por eso se sorprende cuando Ryan le dice que Melanie estaría dispuesta a escupir en su cara. Lurie ha estado idealizando una relación que a los ojos de todos los demás fue una forma de abuso o, por lo menos, una insensatez.

La opinión que al parecer tiene Melanie de él sorprende a Lurie y lo deja pensativo. De todas formas, lo que realmente desencadena una revelación para él es su encuentro con una prostituta. A partir del sexo con esa mujer, Lurie comprende que no es necesario idealizar todos sus encuentros sexuales y que estos pueden estar desprovistos de toda pasión y sentimiento.

El modo en que Lurie encara su vida sexual y las relaciones como las mujeres revelan su tendencia a idealizar la realidad, pero también muestran su egocentrismo. Esto es algo que Lucy expresa en el capítulo 22 luego de contarle a su padre que está embarazada: “Te comportas como si todo lo que hago yo fuese parte de la historia de tu vida. Tú eres el personaje principal, yo soy un personaje secundario que no hace una sola aparición hasta que la historia ya ha pasado de su ecuador” (p.245). Es posible que Lurie no ignore este modo de comportarse del todo, porque lo que dice Lucy es exactamente lo que se ve reflejado en su obra musical. Lurie ha ido tomando conciencia de su propia historia y cuando decide transformar el contenido de su composición aparece la hija de Byron, Allegra, que ha sido abandonada por su padre. En otros aspectos de su vida muestra el mismo egocentrismo, como cuando visita al señor Isaacs para satisfacer su propia curiosidad sobre Melanie.

La caída en desgracia de Lurie es un espiral descendente que ocupa toda la novela. En estos capítulos finales, Lurie llega al punto más bajo. Su desplazamiento en todos los ámbitos de la vida lo deja en una posición de marginalidad absoluta. Por un lado, toma conciencia de que para su hija él es prescindible cuando ella reconoce que está dispuesta a sacrificar todo por estar en paz y Lurie comprende que eso lo incluye. Por otro lado, ya no aloja ninguna esperanza de ser un seductor, especialmente cuando cae en la cuenta de que pronto se convertirá en un abuelo y nadie querrá estar con él. Además, ya no ocupa un lugar más central como intelectual citadino. Incluso su obra no va a ningún lado. Ahora, en cambio, es un ayudante de una clínica veterinaria, un "hombre-perro". Su cambio de posición en la escala social es quizá la caída más acentuada y con la que más le cuesta conciliar, en parte porque todos sus prejuicios han aflorado a partir de la difícil convivencia con Petrus. Enfrentado a la realidad fuera de Ciudad del Cabo, en "lo más tenebroso de África", Lurie ya no puede sostener un discurso liberal hipócrita y más bien es capaz de destilar odio racial, por ejemplo, cuando dice que quiere “Darle una lección, enseñarle cuál es su sitio en el mundo” (p.256) a Pollux. Si bien luego se cuestiona a sí mismo por caer en un discurso de violencia, no puede evitar sentir ira porque Pollux, “como una mala hierba, ha tenido ocasión de enmarañar sus raíces con Lucy y con la existencia misma de Lucy” (p.258). Lurie reconoce que es demasiado viejo para adaptarse a los cambios, sobre todo porque considera que aceptar la nueva realidad de Sudáfrica lo obliga a humillarse.

No obstante, esa alienación que siente no es particular, es colectiva, y apunta al lugar con el que se van a tener que contentar todos los afrikáners y la población blanca. Lucy, por ejemplo, deberá ser concubina de Petrus o una bywonder, es decir, una pobre arrendataria de tierras. Lucy es quien describe el nuevo lugar que ocupan las personas blancas como ella ahora: “Empezar de cero, sin nada de nada. No con nada de nada, sino sin nada. Sin nada. Sin tarjetas, sin armas, sin tierra, sin derechos, sin dignidad” (p.253). A lo que Lurie agrega: “Como un perro” (p.253). Perfectamente podría haber dicho: como un negro durante el apartheid.

De hecho, Lurie toma precisamente el mismo lugar que tenía Petrus en un principio. Ahora es él el "hombre-perro" y el "chico" que ayuda con las tareas del campo. La diferencia está en que, si bien esa nueva posición social es la misma para Lurie que para Lucy, ella lo acepta y está dispuesta a ocupar su nuevo lugar, mientras que Lurie reniega de esas condiciones. A pesar de ello, se da cuenta de que debería considerar dejar de lado su apego a principios como el honor. Por ejemplo, piensa en lo que ha devenido Teresa, el personaje principal de su obra, a quien Lurie describe así: “Teresa está más allá de honor. Expone sus pechos al sol; toca el banjo ante los criados, le importa un comino que se rían de ella. Tiene anhelos de inmortalidad y los canta. No ha de morir” (p.259), y considera que debe “prestar atención a Teresa. Puede ser la última que lo salve” (p.259).

Desde una lectura más bien optimista de la novela, Lurie sí aprende la lección. Hay dos momentos hacia el final de la novela que habilitan esta lectura. En primer lugar, Lurie va a la granja de Lucy como una visita, no a imponer su voluntad y sus ideas. Allí reconoce también que está por convertirse en abuelo y por lo tanto acepta que el hijo de Lucy y uno de sus asaltantes es efectivamente la continuación de su linaje, algo que había negado antes cuando dice en el capítulo 22: “¿es así como ha de terminar todo, es así como ha de extinguirse su linaje, como el agua que gotea sobre la tierra?” (p.247). Lurie ha cambiado lo suficiente como para poder relacionarse con su hija desde un lugar distinto.

En segundo lugar, el cambio que experimenta Lurie es evidente cuando entrega al perro con el que se había encariñado para que Bev le administre la inyección letal. Es posible leer en ese gesto un pragmatismo que hasta el momento Lurie ha rechazado. Las últimas palabras de Lurie son: “Sí, voy a renunciar a él” (p.270). Es significativo que Lurie utilice la palabra “renuncia” dado que toda su historia hasta al momento muestra su obstinación al momento de aferrarse a sus principios, su idealismo y su voluntad de infundir la realidad con sus propias ideas románticas. En este caso, sin embargo, Lurie sabe que tarde o temprano a ese perro lo van a tener que poner a dormir y acepta esa realidad tal cual se presenta ante él, sin modificarla, y lo entrega a Bev. Lucy y otras mujeres en su vida, incluida Teresa, finalmente le han enseñado algo: la aceptación de las dificultades que la vida presenta, la capacidad de adaptación y el amor incondicional.

Existe otra lectura más bien desesperanzadora de ese final, en el que tanto Lurie como Lucy representan lo que está por suceder para los blancos en Sudáfrica. Tanto Lurie como Lucy no tienen otra alternativa que aceptar su caída en desgracia para pagar por los crímenes del pasado. Más allá de lo que hayan hecho personalmente, ellos representan un pasado de dominio y sumisión que hace que ahora tengan que pagar a través de la inversión de roles. Lurie es ahora un hombre-perro, Lucy es una concubina y Petrus es un terrateniente con la posibilidad de garantizar la seguridad de quien fue su empleadora. Además, el linaje que surge de las nuevas relaciones sociales y raciales en Sudáfrica es producto del odio. Lurie piensa en estos términos: “¿Qué clase de niño podrá ser engendrado de una simiente como esa, simiente introducida en la mujer no por amor, sino por odio, y mezclada caóticamente, destinada a ensuciarla, a marcarla, como la orina de un perro?” (pp.246-247).

Coetzee ha creado una obra donde se problematizan las relaciones sociales, el sexo, el amor filial, el idealismo y el pragmatismo. No hay una respuesta definitiva: los personajes transitan caminos que no son lineales, lo cual da lugar a diversas interpretaciones sobre la resolución de la novela.