Seis personajes en busca de autor

Seis personajes en busca de autor Ironía

El director sugiere con ironía que el Padre es más real que él mismo (Ironía verbal)

Luego de que la Primera Actriz se queje de que la falta de presupuesto dificulte la producción de la ilusión dramática, el Padre -profundamente dolido- recrimina que hablen de ellos en esos términos. Más adelante, mientras discute el asunto con el Director, se presenta el siguiente diálogo:

Director. (Decidido a tomárselo a risa) ¡Estupendo! Sólo le falta añadir que usted, con esta comedia que quiere representar ante mí, es más verdadero y más real que yo.

Padre. (Con absoluta seriedad) ¡Por supuesto señor!

(159)

Este fragmento contiene una dimensión irónica producida por el contraste entre las expectativas que el Director, el elenco y los espectadores tenemos, y la propia consideración de sí mismo que sostiene el Padre.

Más adelante, el Padre dejará en claro que esta mayor realidad de los personajes se debe a que, al ser elementos del arte y la fantasía, su existencia es siempre la misma. Por el contrario, la realidad de las personas está sujeta a constantes cambios a lo largo del tiempo. En este sentido, esta ironía se vincula en forma estrecha al tema de la realidad versus la ilusión.

El Director afirma que la actuación de los propios personajes ofrecería "un bonito espectáculo" (Ironía verbal)

En varias oportunidades a lo largo de la obra, tanto el Director como los integrantes del elenco hacen comentarios irónicos acerca de los personajes. En una oportunidad, mientras el Padre le recrimina al Director que sus papeles los interpretan los actores y actrices, este le pregunta si desearía que los propios personajes interpretaran su historia frente al público. Ante la respuesta afirmativa del Padre, el Director responde en forma irónica: “Sin duda ofrecerían un bonito espectáculo” (135). Es evidente, por el desarrollo mismo de la conversación, que su opinión dista mucho de ser la enunciada.

Esta oposición entre la opinión del Director y la del Padre se comprende mejor si tenemos en cuenta que el Director nunca termina de creer la existencia fantástica de estos singulares sujetos. De hecho, en varias situaciones los considera locos o bien impostores. En cuanto al Padre, su creencia de que nadie mejor que ellos podría interpretar el drama familiar no se sostiene en el hecho de que se considere a él y a su familia como buenos actores, sino en que es su propia realidad la que tienen que representar.

Los personajes en escena al comienzo de la obra ignoran lo que el público ya sabe: que su ensayo de 'El juego de los papeles' se verá interrumpido porque están inmersos en otra obra de Pirandello (Ironía dramática)

Al comenzar Seis personajes en busca de un autor, antes de que lleguen los personajes a pedir un autor para su drama, el Director y su elenco se preparan para ensayar El juego de los papeles, una comedia de Pirandello de 1918. En ese momento, el Primer Actor se queja del vestuario que debe utilizar y el Director replica que no tiene la culpa de que falten comedias decentes para representar, quedando condenados a mostrar obras de Pirandello “para que ni actores ni crítica ni público se den por satisfechos” (106).

Sumergidos en su realidad dramática, el Director y su elenco ignoran que el ensayo de El juego de los papeles se verá frustrado por la intromisión de los personajes, protagonistas de otra obra de Pirandello, que ellos desconocen. Si lo entendemos así, los espectadores poseemos una información que el conjunto de los personajes desconocen, lo cual constituye una ironía dramática. Esta ironía se potencia, asimismo, si consideramos que el propio Pirandello bromea con este guiño acerca de las consideraciones del público y la crítica sobre su propia producción dramática.

El Hijo, quien más se rehúsa al drama de la familia, es también quien con más claridad lo propicia (Ironía situacional)

En el final de la obra, el Hijo debe representar una escena en la que debería hablar con la Madre, quien busca reconciliarse con él, y pedirle disculpas por haberlo dejado de niño. Sin embargo, pese a las exigencias de ella, el Padre y el Director, el Hijo se enfurece y niega rotundamente prestarse a hacer pública la vergüenza de su familia. En ese momento, afirma que nunca le gustaron los dramas y que hace “propia la voluntad de quien se negó a convertir su vida en un espectáculo” (167), en referencia al abandono del autor.

Pese a resistirse, será su propia negativa la que motive a la Madre a dejar solos en el jardín a la Niña y el Muchacho para ir a buscarlo a él a la habitación. En este breve descuido, el Muchacho se suicida de un disparo luego de ver a la Niña ahogada en el agua de la alberca, propiciando el momento más trágico y terrible de la historia familiar. Resulta irónico, en este punto, que el personaje que más se rehúsa a asumir y exponer el drama de la familia sea uno de los principales colaboradores del mismo, detalle que no pasa por alto la Hijastra, quien, mientras habla dulcemente con la Niña le dice: “¡No, mi niña, Rosita mía, no! La mamá no se ocupa de tí, por culpa de ese infame, de su hijo” (165).