Moby-Dick

Moby-Dick Resumen y Análisis Capítulos 101-120

Resumen

Capítulo 101: La garrafa

Ismael describe el barco que han encontrado en el capítulo anterior. El Enderby ha partido desde Londres y su nombre es un homenaje al difunto Samuel Enderby, un comerciante de la ciudad, fundador de la famosa casa ballenera Enderby & Hijos. La compañía es la primera en lanzar embarcaciones para la caza de cachalotes. El Pequod y el Enderby tienen un gam durante el que comparten una gran comida. Ismael celebra la generosidad de la tripulación británica.

Capítulo 102: Una glorieta en las Arsácidas

Ismael dedica este capítulo a la estructura interna del cachalote. Tiene conocimientos al respecto porque ha diseccionado un cachorro de cachalote en el pasado. Si bien su anatomía no es exactamente igual que la de un animal adulto, es lo suficientemente parecida. El narrador comenta que ha tenido esa oportunidad gracias a su amigo Tranquo, rey de Tranque, en las islas Arsácidas, al noroeste de Australia. Tranquo halla un cachorro de cachalote muerto y lo lleva a la orilla para su estudio. Luego se transforma en parte de un templo sagrado, cubierto por mucha vegetación.

Capítulo 103: Medidas del esqueleto del cachalote

Ismael ha hecho sus propios cálculos para comentar el volumen de los cachalotes. Los ejemplares más grandes miden entre 85 y 90 pies de largo y su circunferencia mayor tiene poco menos de 40 pies. Pesa por lo menos 90 toneladas. Para el narrador, la estructura que conforman las costillas del animal se asemeja al casco de un gran barco.

Capítulo 104: La ballena fósil

La ballena, por su gigantesca extensión, es un tema que no puede resumirse; es necesario explayarse sobre la cuestión. De acuerdo con Ismael, es un tema noble, elevado, imperial, y él se queja de los autores que escriben sobre temas ordinarios pero los agrandan sin sentido. Se pregunta cómo lidiar con una materia tan vasta como el cachalote. Recuerda referencias a las ballenas en las tablillas del antiguo Egipto. Cree que el cachalote es una criatura anterior al ser humano y que sobrevivirá al hombre como especie.

Capítulo 105: ¿Disminuye la magnitud de la ballena? ¿Perecerá?

Ismael analiza la evolución histórica de la ballena y se pregunta si ha degenerado en tamaño, si está perdiendo volumen. Por el contrario, la evidencia parece demostrar que las ballenas de su presente son más grandes que las anteriores. Cita y considera las reflexiones de Plinio y otros naturalistas antiguos sobre el tema.

Capítulo 106: La pierna de Ahab

El capitán del Pequod a veces sufre por su pierna de marfil. En una oportunidad, esta se desprende de su cuerpo y él cae al suelo. Antes de navegar en este barco, Ahab ha vivido recluido en silencio, como si se encerrara entre los muertos.

Capítulo 107: El carpintero

Ismael dedica este capítulo a presentar al carpintero del Pequod, que es mencionado aquí por primera vez. Se trata de un hombre especial; no es un duplicado de otro hombre. Se trata de un trabajador muy eficiente en las múltiples emergencias mecánicas que tienen lugar a bordo constantemente. Para el narrador, este carpintero se destaca por ser imperturbable: es calmo y sereno, pero este rasgo puede ser horrible, ya que implica falta de afecto. Luego reflexiona sobre la carpintería y opina que implica cierta falta de pensamiento, cierta espontaneidad.

Capítulo 108: Ahab y el carpintero

Ahab se acerca al carpintero y le ordena que durante la noche componga una nueva pierna para él, ya que la actual se ha astillado al volver del gam con el barco británico. Conversan entre ambos. El capitán se lamenta porque se considera a sí mismo orgulloso como un dios griego, pero no es libre. Está en deuda y depende de otros hombres porque le falta una pierna. El carpintero lo observa y piensa que Ahab es un hombre “extraño”, como suele decir Stubb, y que lo mira con desprecio.

Capítulo 109: Ahab y Starbuck en la cabina

La mañana siguiente, Starbuck toma conocimiento de una pérdida de aceite que se produce en la bodega y debe informar a Ahab al respecto. Cree que es necesario actuar para evitar una pérdida severa. Sin embargo, el capitán no se preocupa en absoluto y, en principio, considera que es mejor no hacer nada. El primer oficial se enoja e intenta demostrar la importancia de resolver el problema. Ahab le apunta con un mosquete y le recuerda que él, como capitán, es la autoridad máxima del barco; para hacerlo, se compara con Dios. Starbuck le responde que no se preocupe, que no pretende faltar a su autoridad, pero que es necesario reparar la pérdida. Finalmente, Ahab toma el consejo y da órdenes para solucionar la cuestión.

Capítulo 110: Queequeg en su ataúd

Repentinamente, Queequeg cae enfermo y su estado es muy grave. Todo indica que se acerca a la muerte. Su cuerpo se consume, se lo ve muy mal, pero sus ojos se agrandan y cobran una forma muy redonda. Ismael cree que son un signo de la inmortalidad de su alma. Queequeg no quiere morir en un coy ni recibir el funeral típico de altamar. Desea que le preparen una canoa que ha visto en Nantucket y que le recuerda a los funerales tradicionales de su pueblo natal. El carpintero se encarga de fabricar ese ataúd especial y le toma las medidas al cuerpo de Queequeg. Cuando la canoa está terminada, el hombre enfermo se recuesta en ella junto con su arpón y su pequeño dios, Yojo. Sin embargo, cuando todos los preparativos para su inminente funeral están listos, tan repentinamente como se había enfermado, Queequeg se recupera. Ante la sorpresa de Ismael, el amigo le dice que ha recordado un compromiso asumido en tierra y que ha decidido vivir para honrarlo. Cree que los hombres tienen el poder mental de recuperarse de una enfermedad. Ismael piensa que esa capacidad de sanar de un momento a otro es típica de los hombres “salvajes”.

Capítulo 111: El Pacífico

Ismael está profundamente feliz porque llegan al Pacífico, que le parece un océano misterioso y dulce. Mientras el narrador se alegra, Ahab se siente atormentado por su obsesión: solo puede pensar en Moby Dick.

Capítulo 112: El herrero

El herrero del Pequod, Perth, ha trabajado en la nueva pierna de Ahab fabricada por el carpintero y mantiene su caja de herramientas abierta en la cubierta para los arreglos del barco, que son necesarios sin cesar. Es un hombre viejo que está en la ruina. Ha perdido todo su dinero y a su familia. En lugar de suicidarse, para liberarse de la culpa, ha decidido vivir en altamar, que es una forma de vivir casi como un muerto.

Capítulo 113: La forja

Ahab interroga a Perth acerca de sus talentos y le pide que forje un arpón especial, muy resistente, para matar a Moby Dick. El herrero se compromete con el trabajo y finalmente logra forjar un arpón adecuado a la búsqueda de Ahab. El capitán pide que sea templado en la sangre de Tashtego, Queequeg y Daggoo. Elige a los tres arponeros porque tienen sangre pagana y bautiza al arpón con una frase en latín: “Ego non baptizo te in nomine patris, sed in nomine diaboli”, es decir, “Yo no te bautizo en nombre del padre, sino en nombre del diablo”.

Capítulo 114: El dorador

El Pequod llega al corazón de los mares del Japón, donde la tripulación pasa hasta veinte horas por jornada persiguiendo ballenas. De acuerdo con Ismael, en momentos como esos se experimenta un sentimiento de hermandad y confianza hacia el mar. Esta sensación incluso afecta positivamente a Ahab.

Capítulo 115: El Pequod se encuentra con el Bachelor

El Pequod se cruza con un nuevo barco, el Bachelor, que también proviene de Nantucket. Esta embarcación ha sido muy exitosa en la caza de ballenas. Ahab le pregunta al capitán del Bachelor por Moby Dick, pero este responde que ha escuchado historias sobre el legendario cachalote, pero que no cree en su existencia. Ahab dice entre dientes que esa desconfianza es una tontería, y opina que el otro capitán es un imbécil.

Capítulo 116: La ballena agonizante

Un día después, el Pequod encuentra cuatro ballenas y las aniquila. Incluso Ahab caza una por sí mismo; observa con atención al animal en agonía, pero sumido en una profunda tiniebla, con melancolía. Entonces el capitán reflexiona sobre la naturaleza de una ballena agonizante y piensa que la muerte de esta ballena es una lección sobre la mortalidad.

Capítulo 117: La guardia de la ballena

Las cuatro ballenas cazadas murieron muy distanciadas entre sí, una en cada lado del barco. El bote de Ahab debe pasar la noche vigilando su propio animal, porque no es posible amarrarlo sino hasta la mañana siguiente. En el medio de la noche, Ahab se despierta sobresaltado y conversa con Fedallah, que no ha dormido en ningún momento. Le cuenta que ha vuelto a soñar con coches fúnebres y se siente preocupado. Fedallah le dice que ese sueño no anticipa su muerte, y le promete que lo guiará hasta el final. Ahab jura matar a Moby Dick y grita que él mismo es inmortal sobre la tierra y en el mar.

Capítulo 118: El cuadrante

Ahab calcula la latitud exacta en la que se encuentra el Pequod, y se pregunta dónde estará Moby Dick. Luego, mira hacia el cuadrante, dispositivo que sirve para medir la latitud, y dice que es un juguete infantil, una baratija. Lo pisotea para romperlo. Al final del capítulo, Starbuck contempla a Ahab con pesar y lo considera un viejo loco de los mares que pronto se convertirá en cenizas.

Capítulo 119: Las velas

El Pequod debe enfrentarse a un tifón, la tormenta más terrible de todas. Durante este tiempo arduo, Stubb se mantiene jovial y canta, pero Starbuck le pide que haga silencio. El segundo oficial responde que canta porque es cobarde y necesita ganar valor, darse ánimos. Starbuck se da cuenta de que el barco tiene dos opciones: tomar la ruta fácil a través del Cabo de Buena Esperanza y volver a Nantucket, o tomar la ruta compleja, contraria a los vientos, en busca de Moby Dick. Ahab cree ver una luz que lo guía hacia la terrible ballena. Starbuck le ruega al capitán que entre en razón y tome la decisión correcta para proteger el barco y a su tripulación. Los marineros consideran amotinarse, pero el capitán les recuerda que han jurado acompañarlo para cazar a Moby Dick como si esa venganza fuera la suya propia.

Capítulo 120: La cubierta hacia el fin de la primera guardia nocturna

Ahab está parado junto al timón, y Starbuck se acerca para ordenar la nave. El primer oficial está preocupado por la violencia de los vientos, pero Ahab no le hace caso.

Análisis

El comienzo de esta sección da continuidad al encuentro presentado al final de la anterior: el Pequod interactúa con una embarcación inglesa llamada Samuel Enderby. Es interesante señalar que, a diferencia de otros barcos extranjeros, este es valorado de manera positiva. El capitán británico es descrito como un hombre "bonachón" y, semejante a Ahab, tiene un brazo de marfil, ya que la mismísima Moby Dick le ha mutilado el miembro. El capitán del Pequod lo llama "compañero" (627) y conversan de manera cercana, fraternal. Ismael, por su parte, también aprecia a los británicos, y como ambas tripulaciones comparten un gam pleno, con una comida y mucha conversación, comenta: "el Samuel Enderby era un barco espléndido, con muy buena y abundante comida, ponche fuerte y de primera, y excelentes muchachos todos, desde la suela de las botas hasta la cinta del sombrero" (637). Luego, él mismo explica que los barcos balleneros ingleses son históricamente generosos, a diferencia de los balleneros de otros orígenes, así como de los barcos mercantes ingleses.

A medida que se acerca el descenlace, Ahab comienza a perder cada vez más el control. Su obsesión lo domina por completo y, al mismo tiempo, sus debilidades quedan cada vez más expuestas. Esto se ve materializado en el hecho de que se astilla su pierna de marfil al retirarse del Enderby y debe pedirle al carpintero del Pequod que le fabrique otra. En el modo de dirigirse a este hombre se nota su actitud dictatorial como capitán loco, descontrolado. Ahab se lamenta profundamente porque, a pesar de su orgullo y su grandeza, al mutilarlo, Moby Dick lo ha condenado a depender de otros hombres inferiores a él. El capitán solloza: "¡Heme aquí, tan orgulloso como un dios griego, y sin embargo deudor de este cabeza de alcornoque por un hueso donde tenerme de pie! Maldita sea la mutua obligación entre mortales..." (673). Las jerarquías se refuerzan a pesar de la locura del capitán: el carpitero no puede hacer demasiado para defenderse ante el maltrato y debe obedecer la orden de fabricar una nueva pierna en tan solo una noche.

En ese sentido, también la relación entre el capitán y Starbuck se tensiona cada vez más, y sus fricciones serán constantes hasta el final de la novela. El primer oficial es un hombre sensato y razonable que contrasta con la figura de Ahab. Le da consejos para actuar de la mejor manera e intenta salvaguardar la seguridad del barco y su tripulación, pero el capitán lo desprecia e incluso llega a creer que quiere desobedecer a su autoridad, por lo que le apunta con un mosquete. Aunque luego le hace caso, estos episodios no solo muestran el contraste entre ambos, sino que también dejan en claro que Ahab se ha comprometido por completo con su destino trágico. Nada le impedirá perseguir, encontrar y combatir a Moby Dick. Él mismo le dice al primer oficial: "Pero, escucha bien: el verdadero dueño de algo es su comandante, y mi consciencia está en la quilla de este barco" (677). Es decir que Ahab ya no responde a ninguna lógica ni autoridad superior (como podrían ser Bildad y Peleg, los dueños del Pequod), sino que solo escucha a su obsesión y arrastra, como capitán y comandante del barco, a toda la tripulación hacia esa fatalidad.

Así, la fatalidad sigue cobrando cada vez más protagonismo, y la muerte se manifiesta de diversas maneras en la narración, envolviendo de a poco a otros personajes. Un claro ejemplo de ello es la grave enfermedad que de pronto padece Queequeg. Parece que va a morir y, aunque finalmente se salva, se realizan los preparativos para su funeral. Estos capítulos de la novela presentan en su centro el tema de la muerte. A pedido del propio Queequeg, se fabrica un ataúd en forma de canoa que funciona simbólicamente de un modo semejante al testamento que antes ha redactado Ismael: representa la presencia poderosa, casi inevitable de la muerte. Curiosamente, así como el narrador estipula que su amigo debe heredar toda su fortuna, Ismael se salvará del ataque al Pequod flotando sobre este ataúd-canoa, como si fuera la herencia que le deja Queequeg.

Además, la narración del padecimiento de Queequeg permite retomar su descripción como hombre proveniente de una cultura considerada "salvaje". Ismael siempre resalta lo que considera extraño o ajeno en su amigo, al que llama "mi pobre compañero pagano" (680). Por ejemplo, cuenta que "En esos pocos lentos días se fue consumiendo, hasta que poco quedó de él, salvo su esqueleto y su tatuaje" (681). Queequeg, reducido al mínimo, no es piel y huesos sino tatuajes y huesos. Es preciso recordar que estos tatuajes son uno de los rasgos que más impresionan a Ismael cuando ambos se conocen en la Posada del Chorro de la Ballena. En ese sentido, el narrador también dice que las enfermedades afectan a las personas de maneras diferentes según sus características étnicas o raciales: "Ahora bien, existe esta diferencia notable entre lo salvaje y lo civilizado: mientras que un hombre civilizado enfermo puede estar convaleciente durante seis meses, hablando en general, un salvaje enfermo vuelve a restablecerse a medias en solo un día" (686). A pesar del esfuerzo del narrador por ser justo con todos los hombres y considerarlos iguales, nunca abandona del todo sus prejuicios ni su visión discriminadora.

Por otra parte, el camino acelerado hacia el final trágico se puede ver en la forja del arpón especial que Ahab solicita para matar a Moby Dick. El herrero del Pequod crea un arma muy fuerte y resistente y, para potenciar su poder, Ahab no lo bautiza en agua sino en sangre pagana, es decir, sangre no cristiana: "No, no, nada de agua para eso; quiero que tenga el verdadero temple de la muerte. ¡Allá, oigan! ¡Tashtego, Queequeg, Daggoo! ¿Qué dicen ustedes, paganos? ¿Me darán toda la sangre que necesito para cubrir esta punta de presa?" (695-696). El hecho de que considere la sangre de los arponeros como mortífera se relaciona directamente con las ideas de Ismael sobre las sociedades "salvajes" y todos los prejuicios y discriminaciones que repiten los hombres cristianos. Tashtego es indígena del territorio norteamericano, Daggoo es africano y Queequeg ha nacido en un pueblo originario de Oceanía. La narración destaca que estos hombres -que antes han sido llamados "los tres tigres" (518)- tienen "cabezas oscuras" (696), y los relaciona directamente con lo tenebroso y con el final fatal que se aproxima.

Ahora bien, esta escena también materializa definitivamente el motivo del pacto con el diablo. Si bien antes era una hipótesis (algunos creen que Fedallah es el diablo y conduce al capitán hacia la perdición), ahora Ahab lo expresa directamente al bautizar su arpón en la sangre de Tashtego, Daggoo y Queequeg: "— ¡Ego non baptizo te in nomine patris, sed in nomine diaboli! -aulló Ahab, delirante, mientras el maligno hierro se quemaba, devorando la sangre bautismal" (696). El capitán pronuncia esta frase en latín, lengua usada por las religiones cristianas en muchas ceremonias, que en castellano significa: "Yo no te bautizo en nombre del padre, sino en nombre del diablo". De este modo, sella completamente su destino con la muerte y con lo infernal. Poco después, Ahab sueña con coches fúnebres, que funcionan como indicio del desenlace trágico, y Fedallah, que, como se ha dicho, también simboliza la presencia del diablo en torno al capitán, le promete acompañarlo hasta el fin.

Por último, hacia el final de esta serie encontramos el episodio del tifón, que presenta con potencia el tema del hombre luchando contra la naturaleza, y, así, suma un elemento a la dimensión épica de esta novela. El tifón es "la tormenta más terrible de todas" (710), hace trabajar arduamente a la tripulación y pone en riesgo al barco: "Ese día, hacia la tarde, todas las velas del Pequod estaban hechas jirones, y solo quedaron los palos desnudos para luchar contra un tifón que lo azotó de lleno en la proa. Cuando llegó la oscuridad, cielo y mar rugían y se partían con los truenos y ardían con los relámpagos, que al iluminar mostraban los mástiles desmantelados en los que ondeaban los harapos que había dejado la primera furia de la tempestad para su posterior diversión" (710-711). Todos los marineros trabajan intensamente para proteger al Pequod, y Stubb llega a considerar que "no se puede luchar contra el mar" (711), ya que los azotes son demasiado fuertes.

En esas circunstancias extremas, sin embargo, el capitán no escucha el consejo sensato de Starbuck, quien propone emprender el camino de regreso a Nantucket, que sería un modo de escapar del tifón. A pesar del peligro que esto implica, Ahab no está dispuesto a abandonar la persecución de Moby Dick. De hecho, el capitán interpreta unas luces blancas que se proyectan en medio de la tormenta como señales que lo conducen al cachalote monstruoso. Starbuck insiste, le ruega a Ahab que abandone esta persecusión obsesiva, intenta hacerlo entrar en razón: "Dios, Dios está en tu contra, viejo. ¡Abandona! ¡Es un viaje aciago! Comenzó mal, continúa mal. Déjame bracear las verdas mientras sea posible, viejo, y aprovechemos el viento favorable para regresar a casa, para que sea un viaje mejor que este" (718-719). Los marineros parecen apoyar la propuesta del primer oficial por un momento, pero Ahab les recuerda con firmeza que han jurado acompañarlo en la misión de cazar a Moby Dick, y todos mantienen su compromiso. Así, se dirigen inevitablemente a la muerte segura.