Mal de amores

Carrera como escritora

Su trayectoria literaria la comenzó como poetisa, cuando ganó un concurso con La pájara pinta, que se convirtió en libro en 1978. Pero lo que deseaba Mastretta —que consideraba ese poemario una casualidad y que nunca lo ha tomado en serio—[6]​ era dedicarse a una novela que había estado planeando por años. Y se le presentó la oportunidad cuando un editor ofreció patrocinarle seis meses para que la escribiera. Así nació Arráncame la vida que, publicada en 1985, tuvo un éxito inmediato y ganó el Premio Mazatlán de Literatura al año siguiente. A través del personaje principal, Catalina Ascencio, Mastretta logra en este superventas desmitificar una imagen “ideal” patrocinada durante siglos por la cultura dominante. La protagonista se aboca, fundamentalmente, a hacerse dueña de su propio destino. Siente la necesidad de ser creativa en su mundo respectivo y, de esta manera, lograr su realización como ser humano y como mujer. Esta obra, para la que Mastretta eligió el título de una canción de Agustín Lara,[2]​ le valió fama y prestigio internacional y, más de 20 años después, en 2008, Arráncame la vida fue llevada al cine por Roberto Sneider, quien escribió también el guion de la película.

A esta primera novela le siguieron, en 1990, las 37 viñetas de Mujeres de ojos grandes y en 1993, el libro de relatos cortos Puerto libre. Tres años más tarde volvió a triunfar con Mal de amores, que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos de 1997, convirtiéndose en la primera mujer que recibía ese galardón. Desde entonces ha seguido publicando novelas y ha incursionado en otros géneros, como el cuento y los relatos autobiográficos; algunas de sus obras han sido traducidas a varios idiomas. Cuando su hija menor Catalina, autora de Todos los días son nuestros,[7]​ enfermó inesperadamente, Mastretta se sentó cerca de la pequeña en el hospital y comenzó a contarle historias de interesantes y diferentes mujeres en su familia que fueron importantes en momentos críticos de su vida. Estas historias de mujeres que, decía, «decidieron sus propios destinos», fueron la inspiración para Mujeres de ojos grandes. La publicación —cuentos basados en la biografía de cada una de las mujeres— tenía como intención preservar las historias familiares para la posteridad.


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