La Celestina

Género

La cuestión del género de La Celestina es un problema desde sus propios orígenes, tal y como denuncia el propio autor en el prólogo en prosa a la Tragicomedia:

Otros han litigado sobre el nombre, diciendo que no se había de llamar comedia, pues acababa en tristeza, sino que se llamase tragedia. El primer autor quiso darle denominación del principio, que fue placer, y llamola comedia. Yo, viendo estas discordias, entre estos estremos partí agora por medio la porfía y llamela tragicomedia. La Celestina, ed. Francisco J. Lobera et al., Real Academia Española, Madrid, 2011. Pp. 20-21.

Sin embargo, como se puede observar, esta solo afectaba al desenlace de la obra, no a su forma, y, hasta el siglo XVIII, cuando la preceptiva neoclásica acota muy estrictamente el género dramático, no se duda en relacionar La Celestina con los comediógrafos griegos y latinos:

No debujó la cómica manode Nevio ni Plauto, varones prudentes,tan bien los engaños de falsos sirvientesy malas mujeres en metro romano.Cratino y Menandro y Magnes anciano esta materia supieron apenaspintar en estilo primero de Atenascomo este poeta en su castellano. La Celestina, ed. Francisco J. Lobera et al., Real Academia Española, Madrid, 2011. P. 352.

Del mismo modo, el género celestinesco seguirá usando los términos «comedia» y «tragicomedia» en los títulos.

Novela dramática o dialogada

Debido principalmente a su extensión, a su irrepresentabilidad y a no encajar en la estricta definición del teatro de la preceptiva neoclásica, pero al estar muy evidentemente redactada en forma de diálogo, La Celestina obliga a los teóricos neoclásicos a inventar el término «novela dramática» para referirse a ella, que Leandro Fernández de Moratín consagraría definitivamente en su Orígenes del teatro español (1830-1831). Poco más tarde, en su Novelistas anteriores a Cervantes (1846), Buenaventura Carlos Aribau acuñaba el término «novela dialogada», que también gozó de inmediata aceptación. Esta adscripción genérica se impondría a lo largo de todo el siglo XIX y es precisamente la que sugiere el colosal Orígenes de la novela (1905-1915) de Marcelino Menéndez Pelayo, si bien el estudioso ya se mostraba reacio a usar tan explícitamente el término «novela». Sin embargo, esta asignación genérica no empieza a perder fuerza verdaderamente hasta las observaciones de María Rosa Lida, quien relaciona La Celestina con la llamada «comedia humanística».

No obstante lo anterior, la definición de La Celestina como «novela dialogada» conoce un resurgimiento a partir de y en las investigaciones de, sobre todo, Keith Whinnom, Alan D. Deyermond y Dorothy S. Severin.[20]​ Estos someten a revisión los argumentos de María Rosa Lida y, dejando a un lado las cuestiones de la extensión, la irrepresentabilidad y la adaptación de La Celestina a la definición neoclásica del teatro, basan su postura en la imposibilidad de considerar un género tal cual a la llamada «comedia humanística», la poca familiaridad con las obras de la llamada «comedia humanística» de la Castilla de finales del siglo XV y, muy particularmente, en las discusiones en propio al propio concepto de género literario y, especialmente, de género dramático. Asimismo, sacan a relucir algunos procedimientos típicos de la novela en La Celestina, sobre todo en lo que afecta al tratamiento del tiempo, del espacio, de la trama y de la psicología de los personajes.

Comedia humanística

La adscripción genérica más aceptada actualmente es la de la consideración de La Celestina como comedia humanística o, al menos, un intento de aproximación a dicho género. A pesar de que Marcelino Menéndez Pelayo ya había notado algunas similitudes entre la comedia humanística y La Celestina en su Orígenes de la novela (1905-1915), debemos a La originalidad artística de «La Celestina» (1962) de María Rosa Lida la exposición más detallada de sus puntos de encuentro y la primera defensa de esta asignación. Con el tiempo se han ido matizando sus argumentos, en parte debido a los problemas que supone demostrar el conocimiento de la comedia humanística en el momento de composición de La Celestina, en parte debido a que la propia obra se aleja en varios momentos de los presupuestos del género, pero existe cierto consenso en que el autor tenía dicha comedia humanística como punto de referencia. En los últimos años el interés se ha desplazado desde las coincidencias formales destacadas por María Rosa Lida (trama, personajes, lenguaje, escenario...) hacia las coincidencias en la recepción, en particular hacia la lectura de La Celestina en clave didáctico-moral y, posiblemente, en la universidad.[21]​

Dicha comedia humanística no estaría sujeta a representación, sino a una lectura en alto dramatizada, tal cual describe el editor Alonso Proaza:

Dice el modo que se ha de tener leyendo esta «Tragicomedia» Si amas y quieres a mucha atenciónleyendo a Calisto mover los oyentes,cumple que sepas hablar entre dientes:a veces con gozo, esperanza y pasión,a veces airado, con gran turbación.Finge, leyendo, mil artes y modos;pregunta y responde por boca de todosllorando y riyendo en tiempo y sazón. La Celestina, ed. Francisco J. Lobera et al., Real Academia Española, Madrid, 2011. Pág. 12, vv. 352-353.

Otras propuestas

En su día conoció una gran repercusión la definición de La Celestina como «diálogo puro» de Stephen Gilman en su The Art of "La Celestina" (1956). El estudioso huía así de la teoría tradicional de los géneros literarios y defendía que en La Celestina el diálogo se imponía a la trama, siendo este el que marcaba el ritmo y daba sentido a la obra y no al revés, como si el autor tan solo estuviera interesado en dejar que el diálogo se desarrolle libremente. En consecuencia, La Celestina sería una obra agenérica.

Otras adscripciones genéricas con relativa aceptación han sido las de «arte de amores»(Webber, 1957) y «tratado de amores».(Cátedra, 2001)


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