Historia de dos ciudades

Historia de dos ciudades Resumen y Análisis Libro Primero, Capítulos 1-4

Resumen

Capítulo 1: La época

Es el año 1775 y los escenarios son Londres y París, dos tierras gobernadas por monarcas. Inglaterra está al borde de la Revolución americana. La Revolución francesa parece inevitable, los árboles esperan para convertirse en guillotinas mientras el espíritu de rebelión infecta silenciosamente el campo. Disturbios similares ocurren en toda Inglaterra, con el aumento de robos en las carreteras y la delincuencia que llega hasta la alta sociedad. Las ejecuciones son frecuentes tanto por delitos mayores como por delitos menores.

Capítulo 2: El correo

El señor Jarvis Lorry, empleado de confianza del Banco Tellson de Londres, se dirige a Dover en un coche correo. Es una noche fría y va abrigado hasta las orejas, por lo que su aspecto queda oculto a sus compañeros de viaje, todos desconocidos entre sí. El cochero desconfía de los viajeros al igual que estos temen uno del otro, ya que los robos en el camino son muy frecuentes y cualquiera de ellos podría estar aliado con ladrones. Por eso, cuando el cochero oye el galope de un caballo que se dirige hacia ellos, se muestra desconfiado y temeroso.

Jerry Cruncher, el que llega a caballo, pregunta por el señor Lorry, a quien le da el mensaje de que espere en Dover a una joven. El señor Lorry responde el mensaje con una frase críptica: “Devuelto a la vida” (p.16). Después de este intercambio, el señor Lorry vuelve al coche, que retoma el viaje a Dover. Antes de volverse, Jerry se detiene a reflexionar sobre el largo y duro galope que hizo desde Londres y piensa que el mensaje que le dio el señor Lorry es muy extraño.

Capítulo 3: Sombras en la noche

El capítulo se abre con una reflexión sobre el hecho de que todos los seres humanos son un misterio para los demás, a pesar de sus apariencias externas. Cada uno de los pasajeros en el coche correo son una incógnita para los otros mientras avanzan hacia Dover. Jerry Cruncher regresa a Temple Bar, todavía inquieto con la críptica respuesta que recibió por parte del señor Lorry.

El señor Lorry, por su parte, se adormece y comienza a soñar en el coche, imaginando el ambiente reconfortante del Banco Tellson. Entonces se enfrenta a lo que él llama un espectro: un hombre que ha estado enterrado y que ha conseguido desenterrarse. En su sueño, el señor Lorry repite tres veces una conversación con el fantasma, en el que le pregunta cuánto tiempo estuvo enterrado y si quiere vivir, a lo que este responde que estuvo 18 años enterrado y que no sabe si le interesa vivir. Cuando sale el sol, el señor Lorry se despierta de su sueño y observa el vívido paisaje del campo, mientras se compadece de un hombre que ha estado encerrado lejos de la naturaleza durante 18 años.

Capítulo 4: La preparación

El señor Lorry llega a Dover y se instala en un hotel. Durante el desayuno mantiene una conversación con un camarero sobre el Banco Tellson, que opera tanto en Londres como en París, a donde se dirige el señor Lorry, que estuvo allí por última vez hace 15 años. Al terminar su desayuno, da un paseo por la costa y luego vuelve a beber clarete. Su tranquilidad se ve interrumpida por una joven, la señorita Manette, que solicita verlo en seguida.

La señorita Manette es una huérfana cuyos asuntos financieros son gestionados por el Banco Tellson. Se le informó de que el señor Lorry la acompañaría en un viaje a Francia y que tendría noticias sorprendentes para ella. El señor Lorry se muestra alterado, pero intenta mantener la compostura, alegando que él es un hombre de negocios y que la señorita Manette debe verlo como una “máquina que habla” (p.31). Ella lo reconoce como el hombre que la llevó en brazos de Francia a Inglaterra hace 20 años, cuando su madre inglesa falleció dos años después de la muerte de su padre francés. Luego de unos cuantos intentos fallidos, el señor Lorry consigue decirle a la señorita Manette que su padre sigue vivo en Francia, recuperado tras años de prisión, y que ahora vive en la casa de un antiguo criado en París.

La señorita Manette comprende lo mal que debe estar su padre, y se angustia al imaginar que la llevan a ver un fantasma. El señor Lorry, que deberá llevar a aquel hombre de Francia a Inglaterra, le advierte que deben evitar nombrar el asunto y que él mismo solo menciona su misión con la enigmática frase “devuelto a la vida”. La señorita Manette se siente desbordada y se desmaya. Una mujer (más adelante se la reconocerá como la señorita Pross) acude en su ayuda y le administra sales aromáticas mientras reprende al señor Lorry por haberla asustado.

Análisis

En la que es una de las líneas iniciales más famosas de la literatura moderna (“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos…”, p.7), Dickens capta los extremos de idealismo y de terror del período revolucionario a fines del siglo XVIII. Con la excepción de la descripción de los monarcas, figuras de importancia histórica, en esta apertura no se presenta ningún personaje relacionado directamente con la trama, lo que refleja la elección de Dickens de centrarse en el escenario más que en la caracterización de los individuos en esta novela histórica.

Dickens refiere de forma más tangencial que directa a las figuras y acontecimientos históricos de la época, lo que confiere a la presentación de la novela un carácter de fábula. En vez de nombrar a los monarcas y de hablar abiertamente de la Revolución americana, se refiere al “rey de mandíbula muy desarrollada” y a la “reina de cara corriente” de Inglaterra, al “rey también de gran mandíbula” y a la “reina de hermoso rostro” (p.7) de Francia, y al “congreso de súbditos británicos” (p.8) de América. La Muerte se personifica como un “labriego” (p.9) y el Destino como un “leñador” (p.8), poderes que se mueven silenciosamente por la campiña francesa. El tono de fábula proporciona distancia sobre acontecimientos históricos muy cercanos en el tiempo, puesto que Historia de dos ciudades se publica a tan solo 67 años de los eventos que describe. Si para el lector actual las guerras mundiales y los genocidios del siglo XX eclipsaron los horrores de la Revolución francesa, estos últimos eran la historia de terror de la época de Dickens. En este sentido, el tono de fábula ayuda a los lectores contemporáneos a la novela a tomar distancia de un acontecimiento que habrán debatido muchas veces.

Dickens postula la inevitabilidad histórica de la Revolución francesa al mostrar que, a pesar de la complacencia de los monarcas en su derecho divino, en el campo crecía el descontento. En comparación, la rebelión en Inglaterra no parece tan inevitable; si bien está presente la sensación generalizada de anarquía, ejemplificada en el capítulo 2. Sabiendo que no hubo disturbios comparables a los de Francia a finales del siglo XVIII, Dickens retrata a la sociedad inglesa como peligrosa pero no letal. No obstante, aparece en Inglaterra la falta de proporción en los castigos, como lo demuestran las ejecuciones de delincuentes que iban desde el “asesino atroz” al “desgraciado ratero” (p.10). La inequidad de un trato igual para delitos desiguales refleja la preocupación, siempre presente en Dickens, por la injusticia social, que, sin embargo, apenas se puede comparar con los disturbios y las injusticias acaecidas en Francia durante el período retratado.

El contraste en la gravedad de las situaciones sociales y criminales en los dos países establece una dicotomía que dominará el resto de la novela. Con personajes entrañables, pero poco desarrollados, el foco del texto estará siempre en el escenario y en las comunidades, en el período histórico tanto como en la trama en sí. El título Historia de dos ciudades es crucial para la interpretación de la novela, porque sugiere que las ciudades opuestas de París y Londres constituyen los verdaderos protagonistas de la novela, que trascienden la importancia de los personajes principales.

En la última frase del capítulo 1 se reconoce que la narración va a ser más una “crónica” que una historia, cuando el narrador sostiene que el año 1775 incluyó profundos cambios no solo para los monarcas de Francia e Inglaterra, sino también para la “las infinidades de insignificantes seres, entre los cuales se hallan los que han de figurar en esta crónica, a lo largo de los caminos que se abrían ante sus pasos” (p.10). El papel del novelista histórico consiste en humanizar los grandes acontecimientos históricos de la época, narrándolos a través de la vida de los individuos. Así, se relaciona la inevitabilidad de la Revolución con la inevitabilidad de los pequeños acontecimientos de las vidas individuales, y la pesada mano del Destino seguirá siendo muy visible durante el resto de la novela.

La verdadera historia comienza en el capítulo 2, en el que se introduce el ambiente brumoso y terrorífico que impregnará toda la novela. Esta oscuridad vincula la obra de Dickens con el género de la novela gótica de la última mitad del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. La sensación de miedo e incertidumbre que sienten los personajes en el camino a Dover se retomará más adelante durante el juicio a Charles Darnay. Aquellos caminos eran de los lugares más temibles, ya que estaban plagados de salteadores que atracaban los coches. El narrador evoca esta sensación de miedo proyectándola en las características naturales del camino, en donde las “espesas nieblas” son como “espíritus malignos” y como “las olas de un mar agitado” (p.12). Estas imágenes peligrosas o sobrenaturales ayudan a construir el ambiente de horror para la llegada de Jerry Cruncher a caballo, haciendo que su entrada sea bastante dramática.

Sin embargo, el capítulo 2 no es todo oscuridad ominosa; también aparece el ingenio característico de Dickens. El narrador describe irónicamente el miedo que se tienen entre sí los pasajeros, el guarda y el cochero, en especial de este último, que “solamente estaba seguro de sus caballos” (p.13). El estado de miedo es tan habitual que se ha convertido en algo esperado. También se describe de forma cómica el comportamiento de los demás pasajeros, cuando sienten que su seguridad se ve amenazada. Ayudan al señor Lorry al salir del coche “apresurándose a entrar […] y cerrando la puerta” (p.15) y solo le permiten volver a regañadientes, después de haber guardado sus objetos de valor en sus botas.

El capítulo 2 también está lleno de detalles auditivos, puesto que no hay mucha información visual disponible en un camino envuelto en oscuridad. El resoplido de los caballos y los latidos de los pasajeros resaltan el dramatismo de la escena. Predomina el diálogo, donde se destaca el recurso shakesperiano de diferenciar las clases sociales por el tono de la voz y el vocabulario utilizado. Los insultos del cochero (“¡Demonios! […] todavía no hemos llegado a lo alto de esa maldita colina”, p.13) y los gritos y amenazas del guarda (“¡Alto, o disparo!”, P.14) manifiestan su pertenencia a una clase más baja que la del señor Lorry, que utiliza un tono y un vocabulario más sereno: “Conozco a este mensajero, guarda […], puede acercarse, no hay peligro alguno” (p.15).

Historia de dos ciudades se publicó por entregas en un periódico, por lo que a Dickens le interesaba terminar cada capítulo con un cliffhanger –un final en suspenso– para que sus lectores compraran la siguiente entrega. El cliffhanger de “El correo” es la sugerencia de que Jerry Cruncher es un asesino, porque se lo ve obsesionado con el mensaje de “Devuelto a la vida”, y porque dice que “si se pudiera de moda resucitar”, se vería en un “serio compromiso” (p.17). En el capítulo siguiente, su apariencia y sus gestos también revelan un sentimiento de culpa: apenas descubre su rostro para beber, y parece que sus ojos, al estar muy juntos, “[temen] ser capturados si se [apartan] demasiado” (p.19).

En el capítulo 3, el narrador omnisciente toma la primera persona para elaborar la disyunción entre el ser y el parecer de las personas, contraste al que se le otorga un rasgo político. El miedo a lo desconocido parece estar aquí justificado, porque se asocia el secreto de “cada corazón que late en los centenares de millares de pechos” con “algo pavoroso, que recuerda incluso a la muerte” (p.18). El escenario de las ciudades, criticadas por Dickens, exacerba este horror al poner muchos secretos oscuros en estrecha proximidad. El narrador se lamenta del hecho de que nunca llegará a conocer a fondo a una persona: una parte siempre permanecerá oculta, como una “herencia natural e insobornable” (p.18) del ser humano. Es un carácter de misterio que tienen todos por igual, porque le ha sido otorgado tanto “al mensajero que regresaba a caballo”, como “al primer ministro o al comerciante más rico de Londres” (p.19).

El primer sueño del señor Lorry se relaciona con el dinero y los negocios que lo caracterizan. El señor Lorry acude al universo de los negocios como consuelo cuando se encuentra en situaciones que lo ponen nervioso. Al sentirse agitado por el asunto del que debe encargarse en Dover, se reconforta imaginando que “el ruido de los arneses [es] el tintineo de las monedas” y que el coche es uno de “los sótanos del Banco”, donde “todo [está] tranquilo, seguro y sólido” (p.20). El hecho de que el mundo de los negocios sea un mundo de seguridad para el señor Lorry, aparece más adelante en la novela cuando debe enfrentar situaciones emotivas. En esos momentos, el señor Lorry repite varias veces la palabra “negocios” para prepararse e intentar tranquilizar a los demás.

El tema dominante del capítulo 4 es el de los cambios radicales, a través del desorden que supera el orden. Las acciones del señor Lorry a su arribo a Dover refuerzan la impresión previa de que es un hombre en el que se puede confiar para actuar según lo esperado. Apenas llega al hotel, se lo ve diligente y seguro de lo que debe hacer, dando órdenes al mozo principal. Pero a su aspecto “ordenado y metódico” (p.25) se oponen fuerzas externas, como se manifiesta en el pequeño detalle del tictac regular de su reloj, cuya “gravedad y longevidad” contrasta con “la levedad y evanescencia del fuego crepitante” (p.25).

Al principio del capítulo 4, todo está en orden, de acuerdo con las expectativas del señor Lorry. Cuando espera el desayuno en el café, su apariencia tranquila y serena se asemeja a la de “un hombre que posa para su retrato” (p.26), mientras el camarero lo observa “como desde un observatorio o puesto de guardia, tal como han hecho siempre los camareros de todas las épocas” (p.27). Pero este orden se ve perturbado más tarde ese día, cuando el pedido de la señorita Manette de verlo inmediatamente interrumpe el ritual de su cena. Para alguien que confía en las convenciones sociales, este pedido temprano lo descoloca. Durante el encuentro, aunque al principio la señorita Manette lo complace con su comportamiento convencional –“Ella le hizo una leve reverencia (entonces, las damas jóvenes solían hacerlas)” (p.30)– luego el señor Lorry se desespera cuando estas convenciones se rompen. Angustiada, la señorita Manette se arrodilla ante él, que se molesta por el extraño comportamiento: “¡No, no os arrodilléis! Por el amor de Dios, ¿por qué os arrodilláis?” (p.34).

El triunfo del desorden se vincula con el desplazamiento geográfico de la novela hacia Francia. La dicotomía descrita en el primer capítulo entre Inglaterra, la peligrosa, y Francia, la verdaderamente letal, vuelve a ser evidente, puesto que los detalles asociados al desorden son particularmente franceses. La cercanía de Dover a Francia se manifiesta cuando el cielo se despeja lo suficiente como para permitir una vista de la costa francesa. El mar salvaje, símbolo del desorden enviado desde Francia, hace “lo que le [viene] en gana, y lo que le [viene] en gana es destruir”, cuyo “bramido se [oye] en la ciudad y también en los acantilados, mientras [devora] la costa sin piedad” (p.27). La corrupción, evidenciada por el hecho de que “comerciantes, que normalmente no ganaban dinero, amasaban de pronto, y de modo inexplicable, grandes fortunas” (p.27), está relacionada con el comercio marítimo y, por tanto, también con Francia. Asimismo, el señor Lorry destaca la corrupción como algo particularmente francés, insinuando que el horror de la situación del señor Manette solo era posible “al otro lado del mar” (p.33).

La atmósfera de la novela se revela primero en los detalles más pequeños. La muerte y el entierro se representan en imágenes de oscuridad, de ahí que la habitación en la que se encuentran Lorry y la señorita Manette sea una “estancia oscura […], tapizada de un modo un tanto fúnebre” (p.28), mal iluminada y llena de adornos oscuros. Los “cupidos negros” de la vitrina se encuentran en diferentes estados de muerte o deterioro, “algunos decapitados y otros sin piernas” (p.29). Estos cupidos decapitados también aluden a la forma de morir característica de la Revolución francesa, que aparecerá más adelante en la novela: la decapitación por guillotina.

Como escritor de novelas por entregas, Dickens no solo utiliza cliffhangers, sino también anticipaciones o presagios que generan más suspenso. Leer en el siglo XIX era una actividad más social de lo que es ahora, y era frecuente que se compartiera la lectura en voz alta con los miembros de la familia que no sabían leer. Las anticipaciones servían a esta recepción social de las novelas por entregas, porque permitían que el grupo discutiera sobre las insinuaciones de lo que estaba escrito y lo que podría ocurrir a continuación. En esta parte de Historia de dos ciudades, el mensaje de “devuelto a la vida” está relacionado con la señorita Manette en la descripción de su habitación. Su conexión con el hombre que una vez estuvo “enterrado” es evidente en el oscuro mobiliario fúnebre, en el cual las velas se reflejan “lúgubremente […], como si estuviesen de verdad enterradas en profundas tumbas de caoba que no dejaran pasar la luz” (p.28).