El zorro de arriba y el zorro de abajo

El zorro de arriba y el zorro de abajo Símbolos, Alegoría y Motivos

La montaña (Símbolo)

En varios momentos de la obra se hace presente la importancia simbólica y mística de la montaña para la cultura andina. La montaña es un lugar sagrado que representa la conexión con los dioses y con la naturaleza, y funciona como un refugio, como una fuente de protección y sabiduría tanto para los personajes serranos como para el propio Arguedas.

En primer lugar, la montaña es el lugar de origen del dios Pariacaca y su leyenda es el marco de toda la novela. En la misma línea, es en la montaña que habita el "zorro de arriba". Se trata del elemento característico de una de las dos regiones que conforman el territorio peruano, la sierra. Como sabemos, esta es la región donde se ha criado Arguedas, inmerso en la cultura indígena desde pequeño. Y la montaña es una presencia importante toda su vida. Por ejemplo, cuando recuerda sus encuentros con amigos y escritores narra "Y yo era muy tranquilo; estaba solo entre los domésticos indios, frente a las inmensas montañas y abismos de los Andes donde los árboles y flores lastiman con una belleza en que la soledad y silencio del mundo se concentran" (27).

En segundo lugar, la montaña es una gran protectora de los personajes. Así por ejemplo, la pestilencia del humo que sale de las fábricas de harina y aceite, que invade toda la atmósfera de Chimbote, no alcanza las montañas donde el aire es puro y fresco. Del mismo modo, tal como dice Bazalar, los pobres que deben mover sus cruces del cementerio principal estarán mejor enterrados en el suelo de la montaña, que es eterna e indestructible. Por último, la montaña simboliza una gran fuente de sanación y conocimiento en la historia de Esteban de la Cruz, que confía en las palabras de un brujo que se comunica con el espíritu de la montaña y por eso guarda el carbón que escupe al toser.

Las cruces (Símbolo)

Las cruces son una presencia simbólica recurrente en los segmentos ficcionales de la novela. Condensan varios sentidos: por un lado, el elemento español y la religión católica muy fuertemente asociada al proceso de colonización de América Latina; por otro la fusión de creencias populares típica de los países de la región que combinan el cristianismo con la espiritualidad originaria y hasta con ideas políticas más modernas. Esto puede verse en el pensamiento religioso complejo de varios personajes y también en la figura del sacerdote revolucionario Cardozo que establece paralelos entre Jesucristo y el Che Guevara. Pero también representan la condena fatal que la mayoría de los personajes sufren en vida: el mismo Esteban de la Cruz (que carga la cruz en su nombre) es como un muerto vivo, por la enfermedad que ha contraído en las minas de Cocalón. Lo mismo puede observarse en el loco Moncada, que transporta una gran cruz de madera en el Capítulo II, como una suerte de vía crucis a lo largo de Chimbote.

La fábrica (Símbolo)

En el plano más realista de la novela, la fábrica funciona como un gran símbolo de la división de clases de Chimbote y del desarrollo estrepitoso de la ciudad a partir del crecimiento de la industria pesquera y la fabricación de harina y aceite de anchoveta. Si bien los personajes tienen diferentes valoraciones de la fábrica dependiendo de sus posiciones sociales, para todos representa el presente capitalista de la ciudad. Para algunos simboliza la pestilencia de un mundo podrido, de sufrimiento y explotación; para otros muestra la belleza del progreso y es la esperanza del Perú.

En esa misma línea, la fábrica también produce -al menos en parte- las identidades y relaciones de los personajes: es una "fábrica de harina y fábrica de locos también, ciegos también" (164-165). Esto se debe a que toda la vida y la dinámica de Chimbote gira en torno a las fábricas: los personajes son pescadores (trabajan para obtener la materia prima), obreros (trabajan dentro de la fábrica), patrones (son dueños y jefes de las fábricas), prostitutas (trabajan para satisfacer las necesidades corporales de los pescadores y obreros), comerciantes (abastecen de alimentos a los obreros y trabajadores). En la fábrica se condensa todo el retrato que Arguedas propone de Perú, toda la mezcla de identidades, todo el complejo proceso de modernización, toda la violencia y la desigualdad.

La revolución socialista (Motivo)

En la línea realista de la novela y en sintonía con la literatura latinoamericana del período, Arguedas presenta en su narración el motivo de la revolución socialista. Se trata de un motivo fundamental del pensamiento, la política y la literatura de las décadas de 1960 y 1970, en los que el autor se encuentra inmerso. En la novela el motivo se presenta de dos maneras. La más directa está encarnada particularmente por el padre Cardozo, que defiende explícitamente la revolución como modo de salvación del pueblo peruano. Además, varios personajes lo califican de comunista, y él mismo pone la figura del Che Guevara en el mismo nivel que la imagen de Jesucristo. El modo menos directo y más artístico de presentación de este motivo es el retrato de Chimbote que pinta la novela: conocemos la desigualdad social producto del estrepitoso auge industrial de la ciudad y las consecuencias nefastas que tiene sobre las vidas de los personajes pobres que son en su mayoría indígenas serranos. Sin presentarlo desde la teoría socialista, el autor nos pone en contacto con su visión del sistema capitalista como injusto, cruel, inhumano. En los fragmentos autobiográficos también refuerza su cercanía con el socialismo y en el discurso "No soy un aculturado" declara directamente que este pensamiento político le ha dado sentido a su visión del mundo.

Las danzas originarias (Motivo)

Las danzas originarias andinas son un motivo recurrente en la obra de Arguedas. Por ejemplo, en Yawar fiesta y en Los ríos profundos son un elemento muy importante. Y también se destacan en El zorro de arriba y el zorro de abajo. Este es uno de los puntos en que vemos con mayor claridad su combinación de la literatura con la antropología y la etnología. Además, en estas danzas se manifiesta una potencia ancestral: al bailar, los personajes se transportan a sus culturas originarias de manera mágica o casi mágica. La danza aparece como una práctica cultural muy poderosa en varias escenas. Una muy destacada es la de la "yunsa" que bailan don Ángel y don Diego hacia el final de su recorrido por la fábrica. La magia se presenta en la transformación de las ropas del visitante y en el viaje de memorias que se produce en el jefe de la planta. La danza también aparece como desafío en el mito de Pariacaca, que enmarca la novela.