El mercader de Venecia

El mercader de Venecia Resumen y Análisis Acto I

Resumen

Escena I

Antonio, un comerciante, se encuentra en un estado melancólico e incapaz de encontrar una razón para su depresión. Sus amigos Salerio y Salanio intentan animarlo diciéndole que debe de estar preocupado por que sus barcos regresen sanos y salvos al puerto. Antonio, sin embargo, niega que su preocupación se relacione con sus barcos o con el temor de perder su patrimonio. Se trata de algo más que no puede comprender. Sus dos amigos se van después de la llegada de Bassanio, Graciano y Lorenzo. Estos últimos comentan que Antonio no luce bien. Luego, Graciano y Lorenzo parten y Antonio se queda solo junto a su amigo Bassanio.

Estando los dos solos, Bassanio le confiesa a Antonio que ha sido poco cuidadoso con su dinero y que se ha endeudado seriamente. Sin embargo, tiene un plan para pagar sus deudas: casarse con Porcia, una rica heredera de Belmont. No obstante, para lograrlo debe cortejarla e imponerse a muchos otros pretendientes, por lo que necesita dinero suficiente como para competir contra ellos. Antonio le dice que todo su dinero está invertido en barcos en el mar, pero se ofrece a obtener un préstamo para ayudarlo.

Escena II

Porcia, la rica heredera, habla de sus muchos pretendientes con Nerissa, su dama de compañía, y señala con desdén las fallas que tiene cada uno de ellos, en los que se presentan estereotipos de los países a los que pertenecen: el inglés viste de forma estrafalaria y finge sus comportamientos; el alemán es un ebrio; el napolitano es extremadamente orgulloso, y el escocés aparece subyugado por el inglés. Nerissa le pregunta a su ama si recuerda a un soldado que se quedó en Belmont varios años atrás, y Porcia, efectivamente, recuerda a Bassanio. En ese momento, el sirviente de Porcia llega con la noticia de que sus seis pretendientes se van, pero ha llegado otro: el Príncipe de Marruecos.

Escena III

Bassanio conversa con Shylock, un judío que se gana la vida como prestamista, para pedirle un préstamo de tres mil ducados (lo que asciende a una alta suma de dinero en la época), por período de tres meses. Además, le dice a Shylock que Antonio será el responsable de pagar el préstamo. Shylock, que conoce bien la reputación de Antonio, acepta considerar el contrato y le pregunta a Bassanio si puede hablar primero con Antonio, por lo que este entonces lo invita a cenar. El judío le responde que puede hacer negocios con los cristianos, pero que nunca aceptará su comida.

En ese momento llega Antonio y Bassanio lo lleva aparte. Shylock se dirige entonces a la audiencia y le manifiesta su desprecio por Antonio, contra el que tiene viejos rencores. Sin embargo, lo que más molesta a Shylock es que Antonio preste dinero sin cobrar intereses, lo que lo obliga a él a reducir lo que puede cobrar por sus préstamos. Para Antonio, y para los cristianos en general, por el contrario, la usura está mal vista y no es una forma digna de multiplicar la fortuna; cuando Shylock se dirige a él, le cuenta un pasaje de la Biblia en el que Jacob realiza un truco para ganar más ovejas que su tío, Labán. A esto Antonio responde que el mismo diablo puede tomar las palabras de las escrituras para su propio beneficio, y que no por eso es menos diablo.

Antonio está molesto porque Shylock está considerando cuántos intereses le cobrará por el dinero prestado a tres meses. Shylock le exige que lo trate con respeto, ya que ha ido a su propia casa a pedirle dinero. Luego le dice que quiere ser su amigo y que, para ello, le propone no cobrarle intereses. Sin embargo, le exige, como garantía del préstamo, una libra de la carne de Antonio, que él podrá cortarle de donde desee. Antonio piensa que Shylock solo está bromeando sobre la libra de carne y está feliz de sellar el contrato. Bassanio quiere evitarlo, pero su amigo lo tranquiliza, pues está seguro de que logrará devolverle el dinero a Shylock antes de que se cumpla el plazo del préstamo. Después de cerrar el trato, los cristianos salen de escena y cae el telón.

Análisis

Como muchas de las obras de Shakespeare, El mercader de Venecia comienza con un personaje deprimido y melancólico. La depresión de Antonio, de la que no se puede dar ninguna explicación, recuerda mucho a la de Antipholus de Siracusa en La comedia de los errores, otra obra de Shakespeare. Porcia, la heredera de Belmont, también es un personaje deprimido e infeliz en las escenas iniciales; aunque las razones de su melancolía no se expresan directamente, están relacionadas con la imposición de casamiento organizada por su padre. Al igual que con Antipholus en La comedia de los errores, estos personajes podrán superar su depresión solo si asumen un gran riesgo. Para Porcia, la toma de riesgos se puede comprobar en su amor por Bassanio, un veneciano de una posición social más baja, que la obligará a arriesgar toda su herencia para poder ganarlo. Para Antonio el riesgo es aún mayor, puesto que la libra de carne que acepta entregar a Shylock si no cumple con los plazos de la devolución del dinero le puede costar la vida.

Bassanio representa al jugador que no puede perder. Es el tipo de personaje que lo arriesgará todo y, habiéndolo perdido todo, arriesgará lo que no tiene. Así nos lo dice él mismo:

En mis días de escolar, cuando perdía una flecha,

lanzaba a su hermana en idéntico vuelo,

e idéntica ruta, pero mejor vigilada,

a buscar la primera; y aventurando ambas

a veces encontraba a ambas”

(p. 60).

A Bassanio se lo ha comprado a menudo con Jason, héroe de la mitología griega que parte contra todo riesgo en busca del vellocino de oro, un carnero cuya lana era de oro. Por su parte, el personaje de Porcia presenta una mezcla de muchos rasgos: en primer lugar, se la presenta como la gobernante de Belmont, claramente a cargo de ella misma y de quienes la rodean. Sin embargo, pronto se descubre que ella no está a cargo y, como lo manifiesta, “la voluntad de la hija viva se frustra por la última voluntad y testamento del padre muerto” (p. 64). Esta sumisión de Porcia a los deseos del fallecido regente contradice la imagen de la mujer como gobernante de Belmont y, como muchas de las mujeres en la obra de Shakespeare, no podrá alterar la realidad que la rodea mientras siga siendo solo una mujer. Más adelante en la obra, cuando se vista como Baltasar, logrará manipular los eventos a su favor.

Tanto Porcia como Bassanio y Antonio toman riesgos y confían en que la Fortuna estará de su lado. La idea de la fortuna como un destino prefijado para todos los hombres es muy común en Europa entre los siglos XV y XIX, y puede comprobarse en toda la obra de Shakespeare.

A lo largo de toda la obra, el conflicto entre cristianos y judíos es fundamental. Aunque el siglo XX ha alterado la forma en que la civilización occidental retrata al judío, en El mercader de Venecia, el carácter convincente de Shylock todavía perturba y atrae a la audiencia. Shylock ha sido retratado históricamente como un personaje cómico, y en la época de Shakespeare se habría vestido de manera muy diferente a los otros personajes para distinguirse de los cristianos. Pero la imagen de Shylock cambió rápidamente a lo largo de los años, convirtiéndolo primero en un villano, en la década de 1700; en un hombre digno de lástima en 1814; en un personaje trágico a partir de fines del siglo XIX.

Aunque se acusa a Shylock de representar mucho de lo que los cristianos odian, es a través de su conflicto con Antonio, en particular, que Shakespeare socava las acusaciones de los cristianos. El error más común es asumir que el mercader al que se hace referencia en el título es, de hecho, el propio Shylock. Este no es el caso, ya que Shylock es solo un prestamista. En verdad, el mercader indicado es Antonio. Esta confusión que rodea a Antonio y a Shylock tiene un propósito, ya que muestra a la audiencia cómo los cristianos son en muchos aspectos tan horribles como los judíos de quienes se burlan. También prepara el escenario para malas interpretaciones. Por ejemplo, afirma Shylock que "Antonio es un hombre serio” (p. 69), indicando que lo considera solvente, aunque Bassanio lo toma al pie de la letra y no lo piensa desde la dimensión económica. La gravedad del malentendido cristiano se puede ver cuando Shylock le propone el trato a Antonio:

Así de generoso he de mostrarme:

Vamos a ver al notario, allá le pondremos el sello

al documento, sin condiciones, salvo una, en chiste: que si no me pagas

en tal día, en tal lugar, la suma o sumas

estipuladas, que la penalidad sea

una libra exacta de tu blanca carne,

a ser tajeada y extraída

de la parte de tu cuerpo que más me plazca

(p. 75)

Antonio comete el mismo error que Bassanio al pensar que Shylock está siendo amable al acceder a prestar dinero sin intereses, y dice al respecto: "Este hebreo de tan amable se nos volverá cristiano” (p. 76). Dicho comentario demuestra, con claridad, que la amabilidad es un rasgo cristiano que los judíos, según los personajes, no poseen. Antonio está tan convencido de que podrá pagar sus deudas que la solicitud de Shylock de una libra de su carne como garantía le parece una broma y, por lo tanto, no se lo toma en serio.

La voluntad de Shylock de renunciar al pago de intereses saca a la luz un conjunto completamente nuevo de conflictos dentro de la obra. Para retratar a los cristianos como dadores desinteresados ​​de todo lo que tienen, Shakespeare se basa en una declaración de Francis Bacon, célebre filósofo inglés y contemporáneo del dramaturgo que sostenía que va en contra de la naturaleza que el dinero engendre dinero. Shylock defiende su interés citando un pasaje del Antiguo Testamento, en el que a Jacob le darán los corderos rayados. Entones, durante el momento de la concepción de los corderos, Jacob mostró a las ovejas unas varas a las que había hecho rayas, gracias a lo cual nacieron corderos rayados. Este pasaje se sustenta en la creencia, sostenida durante siglos, de que aquello que la hembra ve en el momento de la concepción, y también durante el embarazo, se traslada a las criaturas que lleva en su vientre. Con este dicho, lo que quiere indicar Shylock es que no está mal tomar ventaja de una situación para sacar rédito propio. Antonio rechaza el pasaje bíblico y contesta con una burla a su interlocutor:

En esto, señor, Jaboc se aventuraba

pues no estaba en su mano el resultado,

sino en las del cielo, que se lo concedió.

¿Qué busca con esto, defender la usura?

¿O ahora su oro y plata son ovejas y carneros?

(pp. 72-73)

La respuesta de Antonio pone de manifiesto la visión cristiana sobre la usura como una actividad negativa y censurable: no está bien que el hombre explote al prójimo para multiplicar sus ganancias. Antonio justifica el caso de Jacob indicando que, en verdad, no es el hombre el que hace nacer los corderos rayados, sino la voluntad de Dios, que interviene en el momento de la concepción. Desde esta perspectiva, la estrategia de Jacob no sería censurable. A su vez, Antonio se burla de Shylock, irritado porque el judío trata de utilizar las Sagradas Escrituras a su favor. La burla del cristiano obtiene una respuesta veloz e igualmente mordaz: “No sé, pero los hago procrear igual de rápido” (p. 73).

La escena enfoca la atención del lector en el uso de imágenes de ovejas en relación con el dinero y la cría. Shakespeare juega con los sentidos de las palabras "uso", "usura" y "oveja" (en inglés, la palabra uso, “use”, tiene una pronunciación próxima a oveja, “ewe”), durante toda la obra. La imaginería en torno a las ovejas está del lado de Shylock, quien en un sentido figurado está siempre esquilando a los cristianos, es decir, aprovechándose de ellos. Por eso mismo, Shylock recurre al pasaje bíblico sobre Jacob y las ovejas para defenderse. Como se verá más adelante, no es casualidad que su esposa se llame Lea, igual que la primera esposa de Jacob. Mientras que Shylock puede hacer que su dinero se reproduzca como ovejas mediante el cobro de intereses, más adelante los cristianos se comparan con Jason y el Vellocino de oro, cuando Bassanio obtiene la mano de Porcia y su criado exclama: "somos los jasones, hemos ganado el vellocino" (p. 132). La imagen del vellocino de oro se utiliza en relación con Bassanio, el aristócrata veneciano y cristiano que no se preocupa por el dinero y lo arriesga todo para ganarlo todo. La imagen de un carnero también se usará más adelante con Antonio, quien se refiere a sí mismo como un carnero castrado, lo que refuerza la idea de que este no gana dinero porque se niega a cobrar intereses. Sobre esta última imagen se volverá en el acto IV.