El árbol de la ciencia

El árbol de la ciencia Ironía

Hurtado sostiene que es admirable decir que la ciencia es algo estúpido, cuando, en realidad, cree lo contrario (Ironía verbal)

Andrés Hurtado pronuncia la siguiente frase irónica mientras mantiene una conversación con su tío, el Dr. Iturrioz, acerca de la vida y la ciencia:

¡Qué risa! ¡Qué admirable lugar común para que los obispos y los generales cobren su sueldo y los comerciante puedan vender impunemente bacalao podrido! ¡Creer en el ídolo o en el fetiche es símbolo de superioridad; creer en los átomos, como Demócrito o Epicuro, señal de estupidez! (178).

Aquí, el protagonista se refiere irónicamente a aquellas personas que, en lugar de optar por el pensamiento científico, "quieren volver a las ideas viejas y a los viejos mitos, porque son útiles para la vida" (178). Utiliza la ironía porque, en realidad, no le resulta gracioso ni admirable, sino todo lo contrario: lo enoja y desprecia esa posición. Hurtado no está de acuerdo con que creer en ídolos o en fetiches sea símbolo de superioridad, así como no cree que el estudio de los átomos sea señal de estupidez.

El narrador sostiene que el cura proxeneta es un hombre decente, solo para señalar su indecencia (Ironía verbal)

Cuando Andrés Hurtado se desempeña como médico higienista, se entera, en una conversación que mantiene con unas prostitutas, algunas cuestiones que le llaman la atención por la hipocresía y la corrupción que representan. El narrador lo expresa de esta manera:

Entre los dueños de las casas de lenocinio había personas decentes: un cura tenía dos, y las explotaba con una ciencia evangélica completa. ¡Qué labor más católica, más conservadora podía haber que dirigir una casa de prostitución! (266).

La ironía que se expresa se relaciona con la forma de vida que se espera que lleve adelante un cura. En lugar de cumplir con los valores y labores que un miembro de la Iglesia católica y conservadora promulga, hace lo contrario a lo esperado. El narrador sostiene con ironía que se trata de personas decentes, solo para expresar justamente lo contrario.

Andrés se queja de que la gente no actúa contra el estado, pero cuando le piden consejo los jóvenes republicanos les dice que no hagan nada (Ironía situacional)

Cuando Andrés vive en Alcolea del Campo, observa con curiosidad y desdén a esa sociedad que no protesta contra las injusticias y que las acepta sin más. Discute en más de una vez con Dorotea cuando trata de convencerla de "que el daño hecho con el robo a la comunidad era más grande que el producido contra el bolsillo de un particular" (214) y le plantea que sería ideal que se hiciera una verdadera revolución allí para transformar las cosas. Sin embargo, cuando los del Centro republicano le piden que dé conferencias o cuando le hablan de política, él les contesta: "No hagan ustedes un partido de protesta. ¿Para qué?" (Ibid.) o "¡Qué van ustedes a hacer! ¡Es imposible! Lo único que pueden ustedes hacer es marcharse de aquí" (215).