Divina Comedia: Infierno

Vestíbulo del Infierno

El poema comienza el día antes del Viernes Santo, en el año 1300. El narrador, Dante Alighieri, tiene treinta y cinco años, y por ende se encuentra «a mitad del camino de la vida» (Nel mezzo del cammin di nostra vita), la mitad de la expectativa de vida de setenta años según la Biblia (Salmo 90:10). El poeta se encuentra perdido en «una selva oscura» y es asaltado por tres bestias, un león, un leopardo (lonza en italiano que puede referirse también a una pantera o un lince), y una loba, a los que no puede evadir, y es incapaz de encontrar la «senda recta» (diritta via) a la salvación. Estos animales son una alegoría de la soberbia, la lujuria y la codicia, tres pecados capitales. Consciente de que él mismo se está haciendo daño y de que está cayendo en un «profundo lugar» (basso loco) donde el sol calla (l sol tace), Dante es finalmente rescatado por el poeta romano Virgilio. Los dos comienzan un viaje al mundo de ultratumba (Canto I). Cada castigo en el Infierno es por contrapaso, una representación de la justicia poética; por ejemplo, los adivinos deberán caminar con sus cabezas al revés, incapaces de ver lo que está enfrente, resultado de tratar de ver siempre el futuro.

La barca de Dante, óleo de Eugène Delacroix.

Dante pasa a través de la puerta del infierno, que tiene una inscripción, cuyo texto dice:

«Es por mí que se va a la ciudad del llanto, es por mí que se va al dolor eterno y al lugar donde sufre la raza condenada, yo fui creado por el poder divino, la suprema sabiduría y el primer amor, y no hubo nada que existiera antes que yo, abandona la esperanza si entras aquí».

Antes de entrar completamente al infierno, Dante y su guía ven a aquellos que nunca se comprometieron, las almas de aquellos que jamás hicieron algo bueno o malo (entre ellos, Dante reconoce a Celestino V, un papa que renunció a su cargo). Con ellos están los exiliados que no tomaron parte en la rebelión de los ángeles. Estas almas no están ni en el Infierno ni fuera de este, pero residen en las orillas del Aqueronte. Su castigo es el de perseguir eternamente una bandera en blanco mientras son atacados por abejas y avispas que continuamente los pican mientras gusanos y otros insectos succionan su sangre y lágrimas. Este castigo se debe a que en vida no fueron capaces de abanderar ninguna causa; ahora deben correr detrás de un estandarte vacío y no por motivación propia, sino por evitar las picaduras de las abejas. Como el Purgatorio y el Paraíso, el Infierno tiene una estructura de 9+1=10, pues cuenta con un "vestíbulo" de diferente naturaleza que los otros nueve círculos que lo componen, de los cuales lo separa el Aqueronte.

Tras franquear el vestíbulo, Dante y Virgilio llegan a la barca que les permitirá cruzar el Aqueronte y llegar al infierno propiamente dicho. Quien conduce la embarcación es Caronte, quien, al saber que Dante procede del mundo de los vivos, se niega a dejarlo pasar. Virgilio, sin embargo, lo obliga a acceder pronunciando la frase Vuolsi così colà ove si puote (‘así se dispuso allí donde se tiene la autoridad’), indicando que el viaje de Dante es deseado por Dios. Las protestas y blasfemias de las almas condenadas llenan la atmósfera (Canto III). Sin embargo, el poeta pierde el conocimiento y en su poema no se describe el cruce del río propiamente dicho (Canto IV).

A continuación, Virgilio guía a Dante por los nueve círculos del Infierno, que son concéntricos, representando la progresión de la gravedad del pecado castigado, y culmina en el centro de la Tierra, donde Satán es prisionero. Los pecadores de cada círculo son castigados con penas eternas.

aquellos que se arrepintieron y oraron antes de fallecer se encuentran en el Purgatorio, donde deben expiar sus culpas. En el Infierno se encuentran quienes justificaron sus pecados y no se arrepintieron.

En un sentido alegórico, las tres bestias representan los tres tipos de pecados: la autoindulgencia, la violencia, y la perversidad,[1]​ lo cual es de importancia pues determina la estructura del lugar, de modo que el alto Infierno (los primeros cinco círculos) corresponden a los pecados de autoindulgencia, el sexto y el séptimo a los caracterizados por la violencia, y el octavo y el noveno a los marcados por la perversidad.


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