Después del invierno Análisis

Después del invierno Análisis

Después del invierno es una novela escrita originalmente en español y dividida en dos secciones cuya única indicación son los números romanos I y II.

La primera sección posee, a su vez, 17 apartados que sí tienen diferentes títulos alusivos. Cuenta con dos narradores distintos -ambos en primera persona del singular- la historia personal de los dos personajes principales: Claudio y Cecilia. Ellos se conocen y se atraen instantáneamente, hasta que comienza su breve historia de amor. Esta parte culmina con la separación abrupta de ambos debido a la falta de honestidad del hombre. En realidad, la mujer también ocultaba su propia relación paralela, aunque no era todavía tan formal como la de él. Además, la historia termina, más que nada, porque Cecilia considera que es demasiado turbia la historia que observa en la vida de Claudio. Por esto siente que hace bien en distanciarse a tiempo.

La segunda sección posee 14 apartados titulados y continúa con la alternancia entre los dos narradores protagonistas. Es menor en cantidad de páginas que la parte anterior, y narra las pérdidas que sufre cada uno de los protagonistas en su vida personal. Contrario a lo que podría creerse de una historia romántica tradicional, o más bien de manera fiel a las personalidades de ambos protagonistas y al tono general de la obra, no hay reencuentro entre ellos.

A pesar de las insistencias de Claudio, Cecilia nunca accede a volver a comunicarse con él. Es muy curioso que sea Claudio quien insiste, cuando es el más desapegado en lo que a vínculos se refiere. De esta manera, cada cual sigue con su vida y ama a su modo: Claudio, a Ruth (aunque eso implica resignarse a que ella no sea la "mujer de su vida"); Cecilia, a Tom (aunque este acabe muriendo).

Es decir, ambos sufren mucho en sus propias relaciones. Podríamos sugerir, acaso, que si las circunstancias en las que se conocieron Claudio y Cecilia hubieran sido diferentes, su relación amorosa hubiera funcionado muy bien para los dos, pero eso sería hipotetizar demasiado. Después de todo, el carácter de uno es realmente muy diferente del otro.

La historia sucede, de manera alternada, en Nueva York y en París, aunque también se remitan al pasado de Claudio en Cuba y al de Cecilia en México. A juzgar por algunos pasajes, se evidencia que el tiempo de la narración es bastante posterior al del momento en que se producen los hechos narrados. Como hemos mencionado, además de contar el presente de esos encuentros y desencuentros, la novela se remite brevemente al pasado de cada uno de los protagonistas.

En medio de la Revolución Cubana, cuando Claudio es todavía un chico, su familia debió ceder parte de su casa a una familia que instala allí el ejército. Abandonada por su madre siendo una niña, Cecilia se dedica a leer en gran cantidad, y juntarse con amistades afines al mundo gótico, hasta que decide estudiar Letras.

La primera mitad de la novela muestra progresivamente cómo los caminos de los protagonistas se van acercando entre sí. Tanto porque Claudio decide ir a París con Ruth, donde vive Cecilia en su período de estudio de posgrado, como porque sus formas de ser y socializar tienen varios puntos en común.

El mayor paralelo entre Claudio y Cecilia -además de compartir la letra inicial de su nombre-, es que ambos acaban la historia como tullidos (imposibilitados de algún movimiento, personas que ha perdido alguno de sus miembros): uno, físicamente; la otra, en un sentido emocional.

Al mismo tiempo, el desencanto, la inclinación hacia lo antisocial y la soledad son aspectos cercanos entre ambos. Pero se diferencian en otros fundamentales: Cecilia es artista, cariñosa y capaz de amar a otras personas, así como también aficionada a una estética gótica y algo descontracturada. En cambio, Claudio se muestra como un ser intolerable y egoísta, así como demasiado estructurado y utilitario en su vida cotidiana.

En cuanto a los epígrafes presentes al comienzo de la novela, ambas frases remiten directamente a la muerte. La escrita por Baudelaire menciona carrozas fúnebres y una angustia que podemos relacionar con la que siente Cecilia ante la muerte de Tom. La frase escrita por Bolaño podría referirse metafóricamente a Claudio, ya que este suele siempre enfocarse en la actividad sexual, y en algún modo él termina muriendo en vida, medicado por un psiquiatra, sin poder salirse de sus propias actitudes por su sola fuerza de voluntad.

En referencia al título, podemos conectar el final de la novela con la idea misma del período que adviene “después del invierno”, es decir, la primavera. El invierno en París le ofrece a Cecilia una reclusión en la que se dedica exclusivamente a cuidar de Tom antes de que este muera. Cuando esto finalmente ocurre, ella cae en una depresión, pero contrariamente a Claudio y su propia depresión, ella sale adelante en la primavera, gracias a la contemplación y el juego con la niña de su amiga Haydée.

Podríamos pensar que sí hay esperanza de un futuro feliz para Cecilia, pero no para Claudio. Sus personalidades y modos de vida son demasiado diferentes como para que, en principio, puedan volver a acercarse. A pesar de que Cecilia tenía planeado suicidarse si Tom fallecía, este le hizo prometer que no lo haría, y así es como ella sale adelante con su fuerza de voluntad y compromiso personal.

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