Poemas de Fernando Pessoa

Heterónimos

Fernando Pessoa tenía 70 heterónimos. De ellos, los más importantes fueron:

Alberto Caeiro

Caeiro, nacido en Lisboa, fue la mayor parte de su vida un campesino casi sin estudios formales —solo cursó la instrucción primaria—, pero es considerado el maestro entre los heterónimos, incluso por el ortónimo. Muertos su padre y su madre, se quedó en casa de una tía abuela, viviendo de una renta modesta. Murió de tuberculosis. También es conocido como el poeta-filósofo, pero él rechazaba ese título y pregonaba una «no filosofía». Creía que los seres simplemente son, y nada más: se irritaba con la metafísica y cualquier tipo de simbolismo de la vida.

De los principales heterónimos de Fernando Pessoa, Caeiro fue el único que no escribió en prosa. Alegaba que solamente la poesía sería capaz de dar cuenta de la realidad.

Caeiro fue descrito por el propio ortónimo (Fernando Pessoa) como no solamente un pagano, sino como el propio paganismo. Definía el amor verdadero como amor hacia algo o alguien simplemente por ser esa cosa o persona, y no por otros principios externos a ella. Poseía un lenguaje estético directo, concreto y simple, pero aun así bastante complejo desde el punto de vista reflexivo. Su ideario se resume en el verso:

Há metafísica bastante em não pensar em nada. Hay suficiente metafísica en no pensar nada.

Álvaro de Campos

Álvaro de Campos se manifiesta, en cierto modo, como una versión hiperbólica del propio Pessoa. De los tres heterónimos es el que se siente más fuerte, su lema es 'sentir todo en todos los sentidos'. «La mejor forma de viajar —escribe— es sentirse». Como tal, su poesía es la más emocionalmente intensa y variada, constantemente haciendo malabares con dos impulsos fundamentales: por un lado, un deseo febril de ser y sentir todo y todos, declarando que «en cada rincón de mi alma se alza un altar a un dios diferente» (aludiendo al deseo de Walt Whitman de «contener multitudes»), por otro, el deseo de un estado de aislamiento y un sentido de la nada.

Como resultado, su estado de ánimo y sus principios variaron entre la exultación violenta y dinámica, ya que él desea ardientemente experimentar la totalidad del universo en sí mismo, en todos los modos posibles (un rasgo particularmente distintivo en este estado es su inclinación futurista, incluida la expresión de gran entusiasmo por el significado de la vida urbana y sus componentes) y un estado de melancolía nostálgica, donde la vida se ve como, esencialmente, vacía.

Una de las preocupaciones constantes del poeta, como parte de su carácter dicotómico, es la de la identidad: no sabe quién es, o mejor dicho, falla en lograr una identidad ideal. Queriendo ser todo, e inevitablemente fallando, se desespera. A diferencia de Caeiro, que no pide nada de la vida, pide demasiado. En su meditación poética 'Tabacaria' pregunta:

¿Cómo voy a saber lo que voy a ser, yo que no sé lo que soy?

¿Ser lo que yo pienso? ¡Pero pienso en ser tantas cosas!

Ricardo Reis

El heterónimo Ricardo Reis se define como latinista y monárquico. De cierta manera, simboliza la herencia clásica en la literatura occidental, expresada en la simetría, armonía, y un cierto bucolismo, con elementos epicúreos y estoicos. El fin inexorable de todos los seres vivos es una constante en su obra, clásica, depurada y disciplinada.

Según Pessoa, Reis se trasladó a Brasil en protesta por la proclamación de la República en Portugal, y no se sabe el año de su muerte.

José Saramago, en El año de la muerte de Ricardo Reis continúa, en una perspectiva personal, el universo de este heterónimo. Saramago hace reencontrarse a Fernando Pessoa, ya muerto, con su heterónimo, que sobrevive a su creador.


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