Nueve cuentos

Nueve cuentos Resumen y Análisis "El tío Wiggily en Connecticut"

Resumen

Mary Jane acaba de llegar a la casa de su amiga y antigua compañera de cuarto de la universidad, Eloise. Ninguna de los dos se graduó: Eloise dejó la universidad a mediados del segundo año, en 1942, "una semana después que la encontraron encerrada con un soldado en un ascensor, en el tercer piso del pabellón de residentes" (32). Mary Jane se fue casi al mismo tiempo para casarse con un cadete de aviación. El matrimonio no duró mucho: el cadete pasó dos de los tres meses que estuvo casado con Mary Jane "en el calabozo por haber acuchillado a un policía militar" (32).

Mary Jane y Eloise comparten chismes y recuerdos mientras beben copetines y fuman cigarrillos en la sala de estar. Nos enteramos de que el marido de Eloise se llama Lew. Mary Jane le pregunta cómo se lleva con su suegra. "No hagas chistes", responde su amiga. Eloise continúa preparando tragos y la conversación pasa al actor Akim Tamiroff, un actor de cine a quien Mary Jane dice haber visto la semana anterior en Lord & Taylor's, y luego gira sobre ex compañeras de cuarto de la universidad. Una de ellas, cuenta Mary Jane, acaba de llegar de Alemania, a donde su marido había sido destinado por la guerra.

Escuchan a Ramona, la hija de Eloise. Mary Jane le pregunta a Eloise cómo anda su hija de los ojos. Hasta donde sabe Eloise, siguen igual. Mary Jane insiste:

-¿Ve algo sin los anteojos? Quiero decir, si tiene que levantarse de noche para ir al baño o algo así.

-No se lo cuenta a nadie. Está llena de secretos.

(37)

Eloise invita a la niña a hablar con Mary Jane. Ellas charlan, divertidas. La pequeña tiene un novio imaginario que se llama Jimmy y se lo describe a Mary Jane antes de salir nuevamente a jugar.

Después de una elipsis, encontramos a Eloise y Mary Jane inmersas en una conversación sobre un hombre llamado Walt, antiguo amor de Eloise, quien intenta explicarle a Mary Jane lo divertido que era. Para ejemplificarlo, cuenta que una vez se torció el tobillo y él se lamentó: "Pobre tío Wiggily".

Mary Jane pregunta entonces si Lew tiene sentido del humor. Eloise se encoge de hombros: "Supongo que sí. Se ríe de las historietas y todas esas cosas" (42). Está claro que no está contenta con su matrimonio y los recuerdos de Walt la han conmovido. Trae otros divertidos recuerdos de cuando estaban saliendo, antes de que fuera reclutado. Mary Jane le pregunta a Eloise por qué no le cuenta a Lew sobre Walt. Eloise le responde que no lo hace porque Lew es "demasiado poco inteligente" (44), y luego se lanza a una reflexión acerca de las cosas que las mujeres nunca deberían contarles a sus esposos: "A ellos les gusta pensar que nos pasábamos la vida vomitando cada vez que se nos acercaba un muchacho. Te lo digo en serio. Oh, puedes contarle cosas. Pero nunca la verdad (...). Mira: te escucharán como personas maduras y todo eso. Hasta pondrán cara de tipos endemoniadamente inteligentes. Pero no te dejes engañar. Créeme. Te irás al diablo si alguna vez piensas que tienen la menor inteligencia. Palabra" (45).

Eloise le cuenta cómo Walt murió en la Segunda Guerra Mundial y se echa a llorar. Ramona regresa y les dice a las dos mujeres que Jimmy fue atropellado y ha muerto. Eloise le ordena que se acueste en la cama. A las siete y cinco, mientras Mary Jane duerme sobre un sillón, suena el teléfono. Eloise habla: "Escucha, no puedo ir a buscarte. Mary Jane está aquí. Tiene el coche estacionado justo delante del nuestro y no encuentro la llave" (49). Del otro lado parecen insistir. Eloise cuelga. Entra Grace, la mucama, y le pregunta a Eloise si su marido puede pasar la noche en la casa. "Esto no es un hotel" (51), responde ella.

Más tarde, Eloise sube a visitar a Ramona, que está durmiendo en el borde de su cama. Eloise le pregunta por qué no está en el centro. Entonces Ramona le explica que necesita dejar espacio para “Mickey Mickeranno”. Eloise le ordena que se acomode en el centro de la cama. La niña, asustada, la mira. Entonces la madre la toma de los tobillos y la acomoda. Llorando, repite para sí misma: "Pobre tío Wiggily". Al besar a su hija, se da cuenta de que la pequeña también llora. Eloise vuelve a bajar, tropezando y sollozando, despierta a Mary Jane y le dice: "Yo era una buena chica (…). ¿No es cierto?" (53).

Análisis

"El tío Wiggily en Connecticut" es la única de las historias de Salinger que se ha convertido en una película. Irónicamente, la historia es una de las más íntimas y minimalistas del autor. En realidad, en el cuento sucede muy poco, pero, como en "Un día perfecto para el pez banana", se puede leer mucho entre líneas. También como sucede en el primer cuento del libro, la historia está contada por un narrador en tercera persona que interviene relativamente poco, dejando hablar a sus personajes.

Ya desde el principio del cuento, Salinger parece estar criticando la cultura frívola y materialista estadounidense de la misma manera que lo hace en "Un día perfecto para el pez banana": Mary Jane y Eloise intercambian superficiales chismes sobre excompañeras de habitación y aluden al actor de Hollywood Akim Tamiroff, a quien Mary Jane se encontró en una tienda de lujo en Nueva York. Aún más, Eloise se refiere a su mucama como "sirviente imbécil" (33) y se queja de su supuesta pereza: "-¿Qué crees que está haciendo ahí? -dijo-. Está sentada sobre su gran traste negro leyendo El manto sagrado". Al sacar las cubetas se me cayeron. Me miró realmente fastidiada" (35). Luego, casi al final del cuento, le prohibirá alojar excepcionalmente por una noche a su marido, a pesar del frío y la nieve, simplemente porque "Esto no es un hotel" (51). Así, las mujeres no solo dan cuenta de cierta frivolidad sino también de un grado de desdén por los menos privilegiados e, incluso, de racismo.

Sin embargo, Salinger profundiza de tal modo en la psicología de sus personajes (a pesar de que solo estamos con ellas algunas horas), que incluso estos rasgos claramente negativos, particularmente de Eloise, nos llegan a través de la empatía y podemos ver en ellos, en buena medida, la reacción a la frustración que supone una aburrida vida de ama de casa de los suburbios y un matrimonio sin amor. Lo mismo ocurre con el destrato que tiene hacia su marido, a quien considera "demasiado poco inteligente" (44) y a quien, al final del relato, ya completamente ebria, se niega a ir a buscar, a pesar de que él no parece tener otro modo de llegar a casa. En el mismo sentido podemos interpretar la poca paciencia que Eloise tiene con su propia hija, que aparece para oponer, al cinismo, la amargura y la apatía del mundo adulto, la inocencia y la gran imaginación de la infancia. Es elocuente, en este sentido, que su madre, tan abrumada por las frustraciones de su vida, se muestre incapaz de comprenderla -"Está llena de secretos" (37), se justifica- y desinteresada por promover su frondosa imaginación. En cambio, se frustra fácilmente con ella y parece dejarla sola tanto como puede.

Como ocurre en el primer relato del libro, la guerra asoma en este cuento como un trasfondo que define trágicamente el presente: Eloise se ha casado con un hombre que considera estúpido y a quien no respeta luego de que su verdadero amor, Walt, muriera en el campo de batalla. Al recordarlo, Eloise lo idealiza como un hombre extremadamente divertido y cariñoso, y uno no puede evitar preguntarse si el encanto habría perdurado en caso de que Walt hubiera regresado de la guerra, o si todo se habría disuelto en la frialdad y apatía que caracteriza su vida conyugal con Lew. Al fin y al cabo, no sabemos nada sobre qué sentía Eloise por Lew cuando se conocieron. Además, a lo largo de todo el libro, Salinger parece sugerir que los matrimonios están inherentemente condenados: son numerosos los casos en que suponen una condena para sus miembros.

Otro elemento interesante de este relato es el protagonismo exclusivamente femenino: a las dos mujeres que conversan se les suman la sirvienta y la pequeña Ramona. Walt, por su parte, aparece como un recuerdo, mientras que Lew está fuera de campo en la llamada telefónica que atiende Eloise; ambos hombres, en todo caso, son objetos del discurso de las mujeres, que, de hecho, reflexionan agudamente y con cierto desdén sobre los hombres:

A ellos les gusta pensar que nos pasábamos la vida vomitando cada vez que se nos acercaba un muchacho. Te lo digo en serio. Oh, puedes contarle cosas. Pero nunca la verdad. Nunca la verdad, en serio. Si les dices que una vez conociste un muchacho buen mozo, tienes que decirle con el mismo tono que era demasiado buen mozo. Y si les cuentas que conociste a un muchacho ocurrente, tienes que decirles que era un vivillo o un sabelotodo. Si no lo haces, te golpean la cabeza con el pobre muchacho cada vez que pueden. Mira: te escucharán como personas maduras y todo eso. Hasta pondrán cara de tipos endemoniadamente inteligentes. Pero no te dejes engañar. Créeme. Te irás al diablo si alguna vez piensas que tienen la menor inteligencia. Palabra.

(45)

A lo largo del diálogo que compone el grueso de este relato, somos testigos de cómo las experiencias de la juventud son glorificadas a través del prisma de la memoria, dando como resultado un sentimiento de frustración, arrepentimiento y anhelo, y una gran sensación de pérdida. Así, no parece casualidad que la siguiente historia de Nueve cuentos también comience con dos personajes femeninos, esta vez en su adolescencia, permitiéndonos pasar de una atmósfera densa y nostálgica, atravesada por la pesadez del consumo excesivo de alcohol, a una charla luminosa y alegre apenas perturbada por nimiedades propias de una adolescencia despreocupada.