La máquina del tiempo Ironía

La máquina del tiempo Ironía

El narrador dice lo contrario a lo que piensa (ironía verbal)

“Se hicieron algunas conjeturas en la mesa sobre la ausencia del Viajero a través del Tiempo, y yo sugerí con humor semijocoso que estaría viajando a través del tiempo”.

En la segunda cena en casa del Viajero en el Tiempo, los concurrentes esperan ansiosos la llegada del anfitrión. En un comentario que revela la incredulidad de todos los presentes, el narrador aventura la hipótesis de que esté viajando en el tiempo y por eso todavía no ha llegado a recibirlos. Si bien esto termina siendo cierto, el narrador no está queriendo significarlo verdaderamente, sino que solo hace una referencia irónica que se vincula con lo que el Viajero les ha contado a algunos de ellos durante la cena anterior.

Los comensales de las cenas ignoran que el Viajero sí puede viajar en el tiempo (ironía dramática)

Al comienzo, todos ignoran lo que el Viajero en el Tiempo es realmente capaz de hacer. Piensan que es un engaño, pero todo resultará verdad. Solo con el tiempo podrán comprobar que estaban equivocados y que tenían mucha menos información de la que creían tener en torno a muchos temas de la física y de la sociología, por ejemplo.

El protagonista encuentra lo contrario a lo esperado (ironía situacional)

“¡Qué extraños desenvolvimientos de la Humanidad, qué maravillosos avances sobre nuestra rudimentaria civilización, pensé, se me iban a aparecer cuando llegase a contemplar de cerca el vago y fugaz Mundo que desfilaba rápido y que fluctuaba ante mis ojos!”.

El viajero cree que va a encontrar adelantos y mejoras, pero encuentra todo lo contrario: una lucha atroz entre dos grandes grupos humanos.

Como podemos observar en la siguiente cita, su desencanto no tarda en ir llegando a su entendimiento:

“Ya saben que he previsto siempre que las gentes del año 802.000 y tantos nos adelantarán increíblemente en conocimientos, arte, en todo. Y, en seguida, uno de ellos me hacía de repente una pregunta que probaba que su nivel intelectual era el de un niño de cinco años, que me preguntaba en realidad ¡si había yo llegado del Sol con la tronada!”.

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