Fervor de Buenos Aires es el primer libro de poesía del escritor argentino Jorge Luis Borges, publicado en 1923 por la Imprenta Serantes.[1] Según el crítico Juan Arana, «es entre las obras de Borges una de las que registra mayor presencia de los problemas filosóficos perennes».[2] «La tapa llevaba una ilustración de Norah Borges. Se trata de una edición del autor, con una tirada estimada en 300 ejemplares. Las páginas no llevaban numeración».[3]
Dice Stelio Cro que «Fervor de Buenos Aires, como sugiere el título, es la interpretación afectuosa de la capital argentina. [. . .] El tono melancólico de los poemas contrasta con el título; el ‘fervor’ no es lo que se esperaría de un poemario dedicado a una metrópolis gigantesca, sino un fervor interno».[4] Otros críticos y biógrafos, sin embargo, nos recuerdan que «también existen testimonios que demuestran lo contrario, como por ejemplo, una carta, fechada el 22 de junio de 1921, a su amigo el poeta mallorquín Jacobo Sureda donde le manifiesta su desencanto al regresar a América —donde todo le parece ‘flojo y marchito’— y su deseo de volver cuanto antes al viejo continente».[5]
Junto con Luna de enfrente y Cuadernos de San Martín, forma una trilogía poética. «En los tres libros se concreta una misma atmósfera que los unirá férreamente».[6] James McKegney nos dice que:
Hay una marcada unidad del sentimiento y de la forma poética en estos tres volúmenes de poesía de Jorge Luis Borges. [...] Dicha unidad se establece mediante la trazada geografía poética de Buenos Aires, en el que las calles, plazas y casas de la ciudad se refunden para dibujar una tenue silueta sugerente del Buenos Aires a finales del siglo XIX.[7]
Existe en ellos una unidad temática general; una expresión sencilla con los rasgos definidos de precisión, elegancia y armonía. En los tres poemarios se parte de lo trivial y cotidiano al planteamiento de preocupaciones metafísicas o esencialmente humanas.[8]
Filosóficamente esta obra marca el comienzo del camino de Borges, el momento en que sin renunciar a Schopenhauer, a Kant, a Berkeley y a Hume dejó de ser su epígono. Transformó los problemas que abstractamente llenaban libros y cátedras en materia viva para su propia búsqueda literaria y poética.[9] Este poemario según el mismo Borges concentra la totalidad de su obra: «...pienso que nunca me he alejado mucho de ese libro; siento que todos mis otros trabajos sólo han sido desarrollo de los temas que en él toqué por primera vez; siento que toda mi vida ha transcurrido volviendo a escribir ese único libro».[10]