Electra

Electra Resumen y Análisis Estásimo III, Éxodo

Resumen

Estásimo III

El coro anuncia la llegada de la guerra y la venganza.

Éxodo

Electra pide al coro que guarde silencio porque “los hombres van a llevar a cabo su obra” (p.25). Clitemnestra, dice Electra, está preparando la urna para el entierro, los hombres están cerca de ella y la propia Electra ha salido corriendo para vigilar en caso de que se acerque Egisto.

En ese momento, Clitemnestra grita desde el interior de la casa, pidiendo piedad. Electra responde a gritos que ella no tuvo piedad cuando mató a Agamenón, y le da fuerzas a Orestes para que concrete el acto.

Orestes y Pílades salen de la casa con las manos ensangrentadas. Electra le pregunta a su hermano cómo le ha ido: Orestes responde que Clitemnestra ha muerto. El Coro luego ve a Egisto acercarse, y Orestes y Pílades regresan corriendo a la casa.

Egisto le pregunta a Electra sobre la supuesta muerte de Orestes, y ella le dice que dos mensajeros focios han traído el cuerpo de su hermano. Egisto está encantado con la idea de ver el cuerpo de Orestes y ordena a los sirvientes que abran las puertas de la casa.

Egisto observa con regocijo el cuerpo cubierto por telas, que cree de Orestes, y comenta al respecto con quien cree un mensajero, pero es Orestes realmente. El mensajero impulsa a Egisto a descubrir el cuerpo y el hombre se encuentra así con el cadáver de su esposa. Egisto entonces acepta que llegó su momento de morir, y pide decir una palabra. Electra interrumpe, rogándole a Orestes que lo mate tan pronto como pueda. Orestes luego lleva a Egisto más adentro de la casa, para matarlo en el lugar donde este mató a Agamenón. El Coro ofrece una breve reflexión sobre la nueva libertad de la casa de Agamenón, y termina la obra.


Análisis

El tratamiento de Sófocles del matricidio de Orestes es enormemente significativo, particularmente cuando uno lo compara con la versión previa de Esquilo. En esa versión anterior, por un lado, Electra se dirigía dócilmente al interior del palacio en el momento del asesinato, desapareciendo así del escenario. En la tragedia de Sófocles, en cambio, la muchacha se sostiene en escena durante todo el asesinato, que tiene lugar dentro del palacio, puesto que ella tiene la tarea activa de controlar la llegada de Egisto. El público ve en escena, así, a Electra sola, impasible en su determinación, mientras su madre grita de dolor al interior. La joven no solo no se encuentra fuera del escenario mientras asesinan a su madre, sino que tiene una posición activa durante la situación, e incluso impulsa a su hermano, mediante gritos, a concretar el matricidio.

Todo este comportamiento, como se ha ya mencionado anteriormente, habría resultado muy impactante para el público de la época, que no esperaba en las mujeres mucho más que docilidad, silencio, pasividad. De hecho, este ideal antiguo de feminidad se representa en esta obra en el personaje de Crisótemis, quien, a pesar de sentir lo mismo que su hermana, elige ocultar sus sentimientos y someterse al poder vigente. El contraste entre este personaje y el de Electra es abismal. Entre otras cosas, como señala la crítica, hay una fuerte diferencia en cuanto a la expresión/represión de los sentimientos y pensamientos: Crisótemis reprime mientras Electra expresa, al punto de alentar a gritos a su hermano mientras asesina a su madre.

La otra gran diferencia de la obra de Sófocles respecto a versiones anteriores de la misma historia, más que nada de la obra de Esquilo, se da en lo que respecta al matricidio mismo. En la versión de Esquilo, en el momento en que está por matar a su madre, Orestes –y esto es muy significativo– se detiene. Se vuelve hacia su amigo Pílades y le pregunta si realmente debería matar a Clitemnestra, si realmente debe cumplir con las instrucciones de los dioses (a través de un oráculo que ha interpretado como una luz verde para matar a su madre), o si en verdad no debería apiadarse de Clitemnestra, quien de hecho lo parió y lo crio. “Tened por enemigos a todos los hombres, antes que a los dioses”, responde Pílades, y Orestes sigue su consejo y asesina a su madre. Esquilo, en definitiva, recuerda así, en el momento crucial, que ese matricidio está avalado por los dioses, y que Orestes actúa de acuerdo con los deseos de un poder superior. En Sófocles podríamos esperar que sucediera lo mismo, pero no es así. Escuchamos a Clitemnestra suplicar piedad desde el interior de la casa, pero la reacción no es de vacilación ni de reflexión, sino más bien una incitación, por parte de Electra, a concretar la acción. No vemos vacilar a Orestes. No hay pausa. El joven entra en la casa y mata a su madre. Pílades no dice una sola palabra. Un público versado en Esquilo se habría horrorizado: sería como si Hamlet, en la obra de Shakespeare, en lugar de vacilar, simplemente sacara su espada y asesinara a quien mató a su padre.

Todos los personajes, al final de la Electra de Sófocles, siguen incitando a la acción y dejando de lado las palabras. “No se trata ahora de discursos, sino de tu vida” (p.27), le dice Orestes a Egisto luego de acusarlo de “hablar demasiado” (p.28) en el momento previo a su muerte.

La obra termina con el asesinato de Clitemnestra y con la promesa de otra muerte, ya que Egisto es arrastrado fuera del escenario, donde se concretará su asesinato. Sin embargo, Egisto tiene tiempo para hacer una breve profecía sobre calamidades futuras que se sufrirán en el palacio. De esta manera, nada indica que el sufrimiento se detendrá para los personajes una vez terminada la obra: hay, al menos, una muerte más por venir.

Es difícil, entonces, leer la oda coral final sin cierta ironía. ¿Podemos realmente esperar que la libertad haya llegado ahora al palacio? La resolución que presenta Esquilo al final de la Orestíada llegaba solo después de un largo juicio, una votación y largas exposiciones de los argumentos a favor y en contra de lo que había hecho Orestes. Aquí, Sófocles ofrece un final inquietante: el público que conoce la historia sabe que aún queda mucho por padecer. Cuando Orestes sale del palacio tras haber asesinado a su madre, Electra le pregunta si todo salió bien. Orestes responde que sí, “si Apolo ha profetizado bien” (p.26). Este “si” que encabeza la condición es de significación central, en tanto deja traslucir que Orestes seguiría dudando acerca de la profecía según la cual Apolo le habría ordenado matar a Clitemnestra. O quizás duda de haber interpretado correctamente el mensaje del oráculo, o de haber hecho la pregunta correcta, tal como se señaló anteriormente en el análisis: la pregunta de Orestes era acerca de cómo vengar a su padre, no si debía hacerlo, y, por ende, lo preguntado no dejaba en verdad espacio para la aprobación o desaprobación del Oráculo. Probablemente, así, Sófocles decide trasladar la capacidad de juicio al público, arrojando allí la responsabilidad de decidir si realmente se hizo o no justicia con los hechos representados en la obra.