El collar

El collar Resumen y Análisis Parte 1

Resumen

Mathilde es una encantadora muchacha nacida en una familia de empleados, es decir, perteneciente a una clase social desfavorecida y con pocas posibilidades de progresar en la vida. Al no poseer riquezas, su familia la casa con el señor Loisel, un empleado del Ministerio de Instrucción Pública de clase humilde. Desde siempre, Mathilde siente que debería haber nacido en el seno de una familia rica y es infeliz en su matrimonio; odia su hogar, su comida y la falta de ropa fina y joyas. Su esposo, por el contrario, está satisfecho con su vida y agradece por la comida que puede llevar a la mesa, aunque no sea trucha o faisán.

Mathilde tiene una amiga rica que hizo en el colegio de monjas, pero ya no la visita puesto que el contraste entre su casa y la de su amiga la deja sufriendo por días enteros.

Una noche, el señor Loisel le presenta a su esposa, emocionado, una invitación para asistir a un evento en la casa del ministro de Instrucción Pública. Para sorpresa de Loisel, Mathilde arroja la invitación a un lado, murmurando que no puede asistir, porque no tiene vestidos acordes al lujo de la fiesta. Su esposo entonces le pregunta cuánto cree que podría costar un vestido adecuado. Mathilde hace cuentas, pensando en pedirle una cantidad que no sea demasiado elevada como para que su marido se niegue inmediatamente, y termina diciéndole que podría arreglarse con 400 francos. Para el marido, se trata de una cantidad enorme, que justo había logrado ahorrar para comprarse una escopeta y poder irse de caza con los amigos a Nanterre, pero como desea ver feliz a su esposa, le entrega el dinero para que consega un vestido elegante.

A medida que el día del baile se aproxima, Mathilde parece estar cada vez más triste y ansiosa. Cuando su marido le pregunta qué es lo que le sucede, ella responde que le da vergüenza asistir al baile sin joyas. Después de ser reprendido por sugerirle que se ponga flores en el pelo, el hombre le propone pedirle prestada alguna joya a su amiga rica, la señora Forestier. La señora Loisel está de acuerdo con esta idea y va a ver a su amiga al día siguiente. Después de revisar una y otra vez todos los collares de la señora Forestier, decide pedirle un soberbio collar de brillantes guardado en una caja de satén negro.

Análisis

Maupassant es considerado, junto a otros escritores franceses del siglo XIX, como un gran representante del estilo conocido como realismo literario. La palabra realismo en sí misma es una creación lingüística del siglo XIX: apareció en 1821, pero empezó a tomar verdadera fuerza a partir de que el escritor Jules Champfleury la utilizara como título para un ensayo publicado en 1857.

Bajo la noción de realismo se sintetizó una buena parte de las actitudes e ideas que las nuevas generaciones se plantearon para su concepción del mundo, marcadas todas ellas por el positivismo heredado de la Ilustración y la nueva conciencia social surgida en un país en constante cambio y revolución. A su vez, el realismo es una respuesta al romanticismo de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX: rechaza el idealismo de este movimiento y enfoca su mirada en la realidad social concreta de la época para convertirla en su proyecto estético. Mientras que el romanticismo había explotado un universo de fantasías y ensueños, la nueva generación de escritores que comienza a escribir a partir de 1840 se interesa por los procesos históricos que atraviesan las sociedades y busca su material de trabajo en la representación de lo cotidiano.

Así, las principales características del realismo son la búsqueda de imparcialidad, la narración y la descripción objetiva de fenómenos empíricos (es decir, de aquello que es observable y cuantificable) y el rechazo de elementos inverosímiles o adornos literarios innecesarios.

Tal como Maupassant hace notar en sus escritos, esto no significa que el realismo fuera una mera imitación de la realidad, sino más bien una interpretación. Tal como lo planteó Émile Zola, uno de los más grandes representantes de este movimiento y amigo de Maupassant, más que imitación, la obra literaria realista es el estudio de la naturaleza y del ser humano. Es decir, el realismo no hace una representación pura de la realidad, sino que utiliza la escritura como una forma de investigar la realidad.

Esta aproximación a la realidad social es la que puede verse en “El collar”. A través del personaje de Mathilde Loisel, Maupassant explora la división de la sociedad en clases desiguales y su interacción: todo el relato gira en torno a la imposibilidad de la clase media-baja de ascender socialmente y ocupar los espacios sociales de la clase alta. Al inicio del cuento, el narrador presenta a las clases sociales como divisiones estáticas, determinadas históricamente y con muy poca movilidad. Mathilde, hija de empleados, está condenada a casarse ella misma con un empleado y a engendrar a su vez más empleados. Tal como lo indica el sociólogo Pierre Bourdieu (2014), las condiciones sociales se mantienen a lo largo del tiempo y la movilidad de clases se evita por medio de diversas estrategias de reproducción social. Una de ellas, sobre la que el cuento hace foco, es la estrategia sucesoria: el patrimonio material se transmite de generación en generación, y es así que Mathilde reproduce en su matrimonio las mismas condiciones que sus padres.

Sin embargo, aquello que su marido, el señor Loisel, acepta con resignación, para Mathilde se convierte en una tortura, puesto que no acepta la determinación de posición social de nacimiento y desea a toda costa pertenecer a la clase alta: “Sufría sin cesar, sintiéndose nacida para todas las delicadezas y todos los lujos. Sufría por la pobreza de su hogar, por la miseria de las paredes, por el desgaste de las sillas, por la fealdad de las telas. Todas esas cosas, en las cuales otra mujer de su casta ni siquiera habría reparado, la torturaban e indignaban” (p.218). En este pasaje, el autor incluso utiliza el término casta, que hace referencia a la clase social como una condición heredada que no es posible modificar. El malestar y el inconformismo de Mathilde es, en efecto, el disparador del conflicto del relato: tal es el anhelo de codearse con la alta sociedad que Mathilde recurre a una amiga rica y le pide el collar que luego pierde y la sume en la pobreza total.

El estilo realista de Maupassant se manifiesta, en este cuento, por medio de las abundantes descripciones de la vida y los espacios en los que se mueven los personajes. En este sentido, la mirada observadora del narrador propone un marcado contrapunto entre los modos de vida de la clase media y aquellos de la alta burguesía. A las descripciones negativas que se enumeran en la cita anterior se le contraponen luego, por ejemplo, las descripciones de los lujos de los ricos:

Pensaba en antecámaras mudas, acolchadas con colgaduras orientales, iluminadas por grandes hachones de bronce, y en dos altos lacayos de calzón corto durmiendo en los anchos sillones, amodorrados por el pesado calor del calorífero. Pensaba en grandes salones revestidos de viejas sedas, en muebles finos con chucherías inestimables, y en saloncitos coquetos, perfumados, hechos para la charla de las cinco con los amigos más íntimos… (pp.218-219).

Cuando el señor Loisel recibe la invitación al baile del ministro y se la presenta a su esposa, el lector puede observar la distancia que existe entre la interpretación que cada uno de los personajes hace de su condición: mientras que la mirada ingenua del marido tan solo se ha alegrado de la posibilidad de complacer a su esposa, es evidente que Mathilde es mucho más consciente de la división de clases y la imposibilidad material de participar en un evento de la alta sociedad. Tal como lo plantea, es imposible que se presenten con sus atuendos cotidianos, puesto que la ropa revelará al instante que son meros empleados del ministro, sin riquezas ni una posición social favorable.

Llegado este punto, el relato introduce una de sus problemáticas principales: los modos de vestir como modos de pertenecer y de identificarse con determinados medios sociales. Frente a la perspectiva de un baile organizado por el ministro de Instrucción Pública, la señora Loisel no puede más que pensar en su vestimenta, modesta e inadecuada para la fiesta. La falta de elementos que identifiquen a Mathilde como un miembro de la clase social a la que aspira se convierte en una imposibilidad material efectiva, tal como lo expresa: “Como no tengo nada que ponerme, no puedo ir a esa fiesta. Dale tu tarjeta a cualquier colega cuya mujer esté mejor trajeada que yo” (p.220). Esta inquietud por la vestimenta pone de manifiesto, de forma contundente, toda la vergüenza que Mathilde siente por pertenecer a una familia de empleados públicos de poca monta, y solo cuando el problema del vestido se resuelve mediante la inversión de 400 francos, Mathilde acepta ir al baile. Sobre la cuestión de la vestimenta volveremos en la próxima sección.

Al problema de la vestimenta se le suma el de los accesorios: Mathilde no posee joyas de valor que demuestren su posición socioeconómica, y esto se convierte en un segundo impedimento para el baile. A pesar de la vergüenza que siente, la protagonista termina visitando a su amiga rica, la señora Forestier, para pedirle prestada alguna joya que pueda lucir el día del gran evento. Es interesante destacar la ironía con la que Maupassant observa la cuestión de clase y la convierte en la causa del gran conflicto del relato: Mathilde, que nada sabe de joyas, elige un collar falso, dejándose llevar por su brillo, y luego de perderlo termina comprando uno verdadero y endeudándose enormemente. Es posible aventurar que, de haber tenido mayor conocimiento sobre las alhajas, la protagonista no habría incurrido en el error que le termina costando el descenso social a la pobreza.