Don Quijote de la Mancha (Segunda parte)

Don Quijote de la Mancha (Segunda parte) Resumen y Análisis Capítulos LIV-LIX

Resumen

Capítulo LIV: Que trata de cosas tocantes a esta historia, y no a otra alguna

El labrador que no se quiere casar con la hija de doña Rodríguez ha huido a Flandes, justamente para no tener que lidiar con semejante suegra. Para que don Quijote no se quede sin duelo, el duque reemplaza al labrador por uno de sus vasallos. Luego, informa que el desafío se llevará a cabo en cuatro días.

La narración ahora se concentra en Sancho, quien, todavía no muy lejos de su ínsula, se topa con seis extranjeros que piden limosna cantando. Sancho dice que no tiene dinero, pero, en ese momento, uno de los extranjeros lo reconoce y los saluda efusivamente, diciendo que es su vecino, Ricote el morisco. Sancho finalmente lo reconoce y le pone las manos en el cuello, preguntándole cómo se ha atrevido a volver a España, dado que, si alguien lo reconociera, de seguro lo matarían. En este punto, Ricote lo aparta del camino y lo lleva debajo de un árbol, donde el resto de los peregrinos se detiene a comer. Sancho come y, sobre todo, bebe con ellos. Por momentos, olvida todo lo que ha ocurrido en su breve gobierno. Ricote le cuenta que ha regresado a buscar parte de la riqueza que no se pudo llevar cuando lo exiliaron por morisco, es decir, por ser descendiente de un musulmán español. Sancho cree que no hallará nada, ya que, por lo que tiene entendido, la casa del morisco fue saqueada. En este punto, Ricote le dice que tiene un escondite secreto donde guardó sus riquezas, y que si, está dispuesto a ayudarlo, él le dará doscientos escudos. Sancho responde que lo haría, pero no es un hombre codicioso; sin ir más lejos, ha renunciado a todas las riquezas que había en la ínsula que gobernaba hasta esa misma mañana. Ricote le señala que eso no puede ser, ya que no hay ínsulas en tierra firme; estas se encuentran dentro del mar. Sancho desestima este comentario y dice que, en todo caso, ha aprendido que gobernar una ínsula es demasiado trabajo. Por último, Sancho se despide de Ricote, ya que quiere llegar esa misma noche al castillo donde lo espera su amo, don Quijote. Los vecinos se abrazan, y cada uno sigue su camino.

Capítulo LV: De cosas sucedidas a Sancho en el camino, y otras que no hay más que ver

Sancho no logra llegar al castillo esa noche debido a que perdió tiempo hablando con Ricote. Se aparta del camino para buscar un sitio para pasar la noche y tanto él como su rucio caen en un pozo. Luego de comprobar que no está herido, Sancho comienza a lamentarse de su suerte. En eso ve un agujero en el pozo en el que cabe una persona; se adentra en él y comienza a recorrer el túnel. Luego de recorrerlo por más de media legua, llega a una claridad, que a Sancho se le presenta como el "camino de la otra vida" (970).

En este punto del capítulo, la narración vuelve a don Quijote. El Caballero de los Leones sale a ejercitar sus dotes de caballero para el duelo con el labrador que ofendió a la hija de doña Rodríguez. En un momento, pone los pies tan cerca de una cueva que casi termina cayendo dentro. Así y todo, se queda observando aquella hondura y comienza a escuchar una voz que se queja y se parece mucho a la de Sancho Panza. Don Quijote pregunta quién anda allá abajo. La voz dice que, efectivamente, se trata de Sancho Panza. Don Quijote asume que Sancho debe estar muerto y le dice que, en caso de que sea un alma en pena, él, como caballero andante, puede ayudarlo. Sancho, por su parte, replica que no está muerto, y su amo le pide que vuelva lo antes posible.

Acto seguido, don Quijote vuelve al castillo a informarles a los duques lo que acaba de sucederle. Ellos se dirigen a la gruta y rescatan a Sancho y a su rucio. El escudero les dice a los duques que ya ha probado las cargas que trae consigo ser gobernador y que, de ahora en más, deja la gobernación y vuelve a ponerse al servicio de su amo, don Quijote. Tanto el duque como la duquesa abrazan a Sancho y, si bien le dicen que les pesa en el alma perderlo como gobernador de la ínsula, entienden que merece un trabajo con menos carga y más provecho, como lo es oficiar de escudero de don Quijote.

Capítulo LVI: De la descomunal y nunca vista batalla que pasó entre don Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos en la defensa de la hija de la dueña doña Rodríguez

Llega el día del duelo. Tosilos, lacayo del duque que interpretará el papel del labrador que ofendió a la hija de doña Rodríguez, recibe órdenes explícitas de vencer a don Quijote sin herirlo. Por otro lado, el duque quita los aceros de las lanzas y le dice al Caballero de los Leones que la cristiandad, que tanto él profesa, no permite una batalla con tanto riesgo y peligro para las vidas.

Don Quijote y el lacayo Tosilos se presentan en la plaza. El maestro de ceremonias los colocó de manera que a ninguno de los dos le diera el sol de frente. Antes de que den la señal de la arremetida, el lacayo Tosilos repara en la belleza de la hija de doña Rodríguez y se enamora en el acto de ella. Cuando finalmente dan la señal, el lacayo aún se encuentra perdido en la hermosura de la doncella. Don Quijote, por su parte, se lanza al ataque, pero Tosilos antes habla con el maese y le dice que se da por vencido y que con todo gusto se casará con la hija de doña Rodríguez. Esta última y su madre comienzan a los gritos; acusan al duque de haber reemplazado al verdadero pretendiente de la chica por uno de sus lacayos. El duque pospone el casamiento quince días, hasta que se aclare la situación de Tosilos. Finalmente, todos aclaman la victoria de don Quijote, aunque un poco desilusionados de que no haya habido sangre.

Capítulo LVII: Que trata de cómo don Quijote se despidió del duque y de lo que le sucedió con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la duquesa

Don Quijote siente que la vida ociosa que lleva en el castillo de los duques ya no es propia de un caballero andante. Por tal motivo, decide partir. Sancho lee las cartas de Teresa Panza y se emociona con ellas. Al momento de la partida, aparece Altisidora y con un canto lastimero se queja de la partida de don Quijote. Finalmente, el Caballero de los Leones y su escudero parten con la bendición de los duques nuevamente con dirección de Zaragoza.

Capítulo LVIII: Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras

Don Quijote y Sancho recorren poco más de una legua y se encuentran con un grupo de doce labradores que comen sobre el prado. Junto a ellos hay unas sábanas cubriendo algo. Don Quijote pregunta qué hay debajo de ellas, y uno de los labradores responde que hay unas imágenes que ellos mismos hacen en su aldea. El Caballero de los Leones pide ver alguna, y descubren las sábanas y aparece la imagen de San Jorge, caballero que "fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina" (986). Luego, don Quijote pide que descubran las otras imágenes, y en todas ellas están representados diferentes santos y caballeros. Los hombres terminan de comer, guardan las imágenes y siguen su camino.

Don Quijote y su escudero continúan, y Sancho le comenta a su amo cuán maravillado está de la desenvoltura con la que Altisidora se lamentó por la partida de él. Don Quijote, por su parte, observa que el amor, cuando gana el alma de una persona, le quita el temor y la vergüenza, y esto se refleja en la libertad con la que la persona enamorada suelta las palabras. Abstraídos en la charla, se van metiendo en una selva. De repente, don Quijote se ve envuelto por unas largas lianas verdes, lo que interpreta enseguida que es obra de los encantadores. Intenta librarse de ellas cuando, de pronto, aparecen dos jóvenes y hermosas pastoras. Una de ellas cuenta que son de una aldea cercana, donde hay muchos hidalgos y gente rica. Luego agrega que están allí disfrazadas de pastoras para representar unas églogas de Garcilaso. Por último, invita a don Quijote a la aldea para agasajarlo, ya que lo reconocen como el señor "... más valiente y el más enamorado y el más comedido que tiene el mundo" (992).

En este punto, llega el hermano de una de las pastoras y lleva a don Quijote y a Sancho a las tiendas, en donde hay varios hombres y mujeres vestidos de pastores y pastoras que reconocen al famoso Caballero de los Leones y a su fiel escudero. En una de las tiendas, hay un banquete preparado; para honrar a don Quijote, le dan el primer lugar en la mesa. Como forma de agradecimiento, el Caballero de los Leones se ofrece a quedarse dos días allí, defendiendo la aldea de posibles peligros. De esta forma, monta sobre Rocinante, se planta en medio del camino y comienza a amenazar a posibles enemigos. En eso, un grupo de hombres a caballo con lanzas aparece. Uno de ellos le grita que se corra del camino, ya que lo atropellarán los toros. Don Quijote acusa al hombre de canalla y dice que para él no hay toros que valgan. Acto seguido, el tropel de toros atropella a don Quijote y a Sancho y los deja tirados en el suelo. El Caballero de los Leones, todavía aturdido por los golpes, les grita que son unos cobardes por huir. Con mucha vergüenza, don Quijote se sube a Rocinante, Sancho hace lo propio con su rucio, y ambos abandonan la aldea.

Capítulo LIX: Donde se cuenta del extraordinario suceso, que se puede tener por aventura, que le sucedió a don Quijote

Luego del episodio de los toros, don Quijote y Sancho se detienen cerca de un arroyo a lavarse un poco y descansar. Don Quijote no quiere comer, y su escudero lo convence de que no tiene sentido deprimirse. Le aconseja que coma algo y duerma un poco. El Caballero de los Leones dice que lo hará, pero antes le solicita a su escudero que tome las riendas de Rocinante y se dé algunos de los azotes que adeuda y que, una vez concluidos, romperán el encantamiento bajo el cual sigue Dulcinea. Sancho insiste en que primero deben descansar; luego, aclara que él tiene pensado cumplir lo que prometió.

Luego de dormir unas horas, siguen su camino. Llegan a una venta -que, por primera vez, don Quijote no confunde con un castillo- y piden una habitación. A la hora de la cena, el ventero dice que tiene de todo para comer, pero cuando Sancho le va pidiendo diferentes platos, resulta que, en realidad, allí solo hay uñas de vaca con garbanzos, cebolla y tocino. Llevan la cena al aposento de don Quijote, quien escucha que en la habitación de al lado un tal don Juan le propone a un tal don Jerónimo leer otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha mientras esperan la cena, a lo que este último responde que no tiene sentido leer semejantes disparates y que, sin duda, cualquier persona que haya leído la primera parte no debe tener ningún interés en leer la segunda. Don Juan dice que lo que le disgusta de esta segunda parte es que pinta a don Quijote ya desenamorado de Dulcinea. En este punto, don Quijote grita lleno de ira que aquel que ose a dudar de su amor por Dulcinea será castigado.

Los dos caballeros entran en el aposento de don Quijote y se maravillan de estar frente a semejante "norte y lucero de la andante caballería" (1001). Acto seguido, le muestran el libro. Don Quijote recorre algunas páginas y dice que ha encontrado tres problemas: algunas palabras que se encuentran en el prólogo, el lenguaje aragonés y el hecho de que el autor le haya cambiado el nombre a la esposa de Sancho. Don Jerónimo y don Juan invitan a don Quijote a cenar con ellos en su aposento. Cuando uno de ellos le pregunta por Dulcinea, el Caballero de los Leones comienza a narrar todas las aventuras en torno al encantamiento de su doncella, y ellos "quedaron admirados de sus disparates como del elegante modo con que los contaba" (1002). Luego, don Jerónimo le comenta a don Quijote que el autor del libro en varias oportunidades adopta términos denigrantes hacia él. En este punto, don Quijote se niega a seguir leyendo el libro, y decreta que es todo una necedad, de punta a punta.

Por último, le preguntan al caballero andante hacia dónde se dirige. Él responde que a las justas de Zaragoza, y ellos le indican que en esa segunda parte de Don Quijote de la Mancha que están leyendo, hay una aventura de ese Quijote en Zaragoza, pero que está pésimamente escrita. Don Quijote decide, entonces, no ir a Zaragoza. De esa forma, cree, pondrá en evidencia a ese falso historiador moderno. Al día siguiente, amo y escudero se despiden de los caballeros y dejan la venta.

Análisis

En esta parte del segundo libro, los protagonistas, es decir, Sancho y don Quijote, finalmente volverán a reunirse. Y, al hacerlo, la historia volverá a contar con un único escenario que estará determinado por donde se encuentran juntos el caballero andante y su escudero. Por otro lado, el reencuentro tendrá aspectos humorísticos que, por primera vez en mucho tiempo, no serán motivados por los duques.

Antes de ese encuentro, los duques deciden no dejar sin duelo a don Quijote (o sea, no quedarse sin más diversión ellos) y hacerlo pelear en cuatro días contra su lacayo, y, luego, la narración pasa inmediatamente a Sancho y su encuentro con su vecino Ricote, el morisco. Varios críticos coinciden en que la inclusión del episodio de Ricote responde a la compleja expulsión de los moros que fue llevada a cabo por Felipe III entre 1609 y 1614, justo en los mismos años en los que Cervantes está escribiendo la segunda parte de Don Quijote. Ricote es descendiente de un musulmán español y, por eso, es exiliado de España. Este personaje no solo funciona como un símbolo de un conflicto social que vive España en ese momento, sino que también le da la oportunidad a Sancho de que entienda que todo eso de la ínsula fue pura ficción. Sancho, por su parte, lejos de reflexionar sobre lo que le dice su vecino (que las islas solo están en el océano y que por eso él no puede haber sido gobernador de una isla en pleno continente), reafirma su creencia alegando que ha dejado su gobierno por no ser un hombre codicioso. En este punto, vale destacar que, en cierta medida, fue justamente la ambición de Sancho por obtener el título de gobernador lo que lo llevó a convencerse de muchas de las ficciones que le propusieron los duques; sin ir más lejos, el propio gobierno de una ínsula.

En el capítulo LV, Sancho llega hasta muy cerca del palacio, pero cae en un pozo junto a su rucio. Al día siguiente, siente que se está muriendo y justo encuentra un túnel, en el que se interna como si fuera un camino de transición entre la vida y la muerte. Después de caminar media legua, don Quijote escucha las quejas de su escudero, aunque interpreta en el acto que se trata de los lamentos del alma en pena de Sancho. Este es un momento significativo de la segunda parte, ya que constituye no solo el punto de reencuentro de los protagonistas, sino también el momento exacto en el que la narración restablece cierta estabilidad, cierta concentración que le servirá para avanzar hacia ese gran final que ya se nos fue anticipado en el prólogo: la muerte de don Quijote. Cuando los duques mandan a sacar a Sancho y su rucio del pozo, el escudero y su amo se reencuentran y ya no se separarán más hasta el final del libro. Asimismo, el escudero será absolutamente claro respecto de sus intenciones:

Yo, señores, porque lo quiso así vuestra grandeza, sin ningún merecimiento mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la cual entré desnudo, y desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. Si he gobernado bien o mal, testigos he tenido delante, que dirán lo que quisieren (...) Así que, mis señores duque y duquesa, aquí está vuestro gobernador Sancho Panza, que ha granjeado en solos diez días que ha tenido el gobierno a conocer que no se le ha de dar nada por ser gobernador, no que de una ínsula, sino de todo el mundo. Y con este presupuesto, besando a vuestras mercedes los pies, imitando al juego de los muchachos que dicen «Salta tú, y dámela tú», doy un salto del gobierno y me paso al servicio de mi señor don Quijote... (973-974)

En otro orden de cosas, es interesante remarcar un aspecto significativo de esta región del texto: si bien, por un lado, hemos dicho que el apuro de Cervantes es notorio, sobre todo, en el vértigo que le imprime a los capítulos en los que alterna los escenarios de la ínsula, el palacio y la aldea de don Quijote, por otro lado, también es cierto que esta urgencia no le hace sacrificar ninguna oportunidad de escritura. ¿Qué queremos decir con esto? En el caso del reencuentro entre don Quijote y Sancho, por ejemplo, el autor no opta por una situación simple y llana, que contribuya con la agilidad que buscó darle al texto pocos capítulos atrás, sino que propone toda una dimensión compleja tanto en el plano real del escenario (el pozo, el túnel) como en el simbólico (esa camino de transición hacia la muerte). Al mismo tiempo, don Quijote se convence de que está escuchando los lamentos del alma en pena de su escudero ya muerto. Esta escena da cuenta de que Cervantes, por más apurado que estuviera por salir a competirle al Quijote apócrifo de Avellaneda, nunca estuvo dispuesto a sacrificar su ambición y su libertad de escritura para ello. Otro ejemplo de esto podemos encontrarlo en la despedida de don Quijote del palacio de los duques, en el capítulo LVII. Allí, el texto no se limita a contar la partida sin más, sino que aprovecha la ocasión para desplegar una disparatada escena de comedia musical desde la voz de la bella Altisidora. La joven doncella, a través de su canto, le recrimina a don Quijote su falta de correspondencia amorosa y también le desea, irónicamente, los peores males para sus aventuras futuras. Aquí, otra vez, Cervantes prefiere desplegar su escritura y darle rienda suelta a su imaginación, en vez de economizar la escena para ganar tiempo.

Antes de que don Quijote deje definitivamente el castillo de los duques, quizás sea un buen momento para reflexionar sobre un aspecto determinante de esta segunda parte: está plagado de lectores voraces de la primera parte que, casi siempre, están muy gustosos de participar de alguna forma de esta segunda. Sin ir más lejos, los duques, quizás los más voraces de los lectores de aquel primer libro, hasta aquí han monopolizado una gran cantidad de páginas creando aventuras para don Quijote y su escudero. Una vez fuera del palacio, don Quijote y Sancho se encontrarán rápidamente con dos hermosas doncellas convertidas en pastoras; luego, con sus amigos y familiares. Todos ellos son grandes lectores de la primera parte de Don Quijote. En este punto, volvemos sobre la idea de que esta segunda parte del Quijote se concentra especialmente en parodiar la primera parte; es decir, ha perdido el interés específico de burlarse de los libros de caballerías y se concentra en reírse de las páginas que preceden a este segundo Quijote cervantino. Esto, por un lado, refleja cierta conciencia autocrítica por parte del autor, aunque, por otro lado, también reconoce la primera parte de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha como obra consagrada, es decir, como un libro tan popular y relevante que puede ser parodiado al igual que aquellos libros de caballerías.

Volveremos sobre esta idea un poco más adelante en el presente análisis, luego de hacer un breve comentario respecto del episodio de los toros. Don Quijote decide quedarse en la aldea de los actores para defenderla de posibles peligros como una forma de agradecimiento por haberlos recibido. En esa empresa anda cuando se le viene encima un tropel de toros que están siendo arreados por unos hombres. Aquí, una vez más, como en la primera parte, el Caballero de los Leones proyecta una aventura a partir de una situación más bien cotidiana y termina sufriendo las consecuencias: es atropellado por los toros. Así y todo, no sufre heridas de gravedad. Todo queda en una simple humillación que lo lleva a don Quijote a abandonar la aldea junto a Sancho. En este sentido, está claro que esta segunda parte ha moderado los niveles de violencia con respecto a la primera parte. Así y todo, Cervantes tampoco dispone de tanto tiempo para que su protagonista acabe con heridas más graves, que lo llevarían a estar postrado durante varias páginas. De esta forma se explica que una estampida de toros, algo que en el imaginario colectivo hasta podría ser letal, en este punto de la historia, no le produzca a don Quijote más que un par de golpes y esa "conveniente" humillación. ¿Por qué decimos conveniente? Porque don Quijote, aunque no lo sepa, está apurado. Cervantes necesita terminar la segunda parte para que el Quijote apócrifo de Avellaneda tenga rival. Y no cualquier rival: el genuino, el auténtico, el verdadero don Quijote de la Mancha.

Ahora bien, la necesidad de hacer avanzar rápido a don Quijote hasta su próxima aventura queda bastante clara en el capítulo LIX, cuando el Caballero de los Leones escucha a don Jerónimo y a don Juan, precisamente, leyendo la segunda parte apócrifa de Avellaneda. Es aquí y a través de la voz de estos dos caballeros que se introduce este polémico texto. Y la forma en que se presenta es bastante elocuente: "¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere leído la primera parte de la historia de Don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda" (1000). Luego, será el propio don Quijote quien desafíe a su plagiador: "yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad" (1000). Luego, don Quijote toma el libro y comienza a hojearlo. Rápidamente encuentra tres errores: algunas palabras del prólogo, que el lenguaje sea aragonés y que la mujer de Sancho, en realidad, no se llama Mari Gutiérrez. A partir de estos tres errores tan importantes, el Caballero de los Leones afirma que es lógico que yerre en todo lo demás. A la crítica de don Quijote se le suma la de don Jerónimo, quien califica a Avellaneda de principiante y le cuenta a Sancho que el autor de esta versión apócrifa ha descrito al escudero como un hombre sucio y bebedor. Por último, don Jerónimo cuenta que Avellaneda ha ubicado a don Quijote en las justas de Zaragoza, y esto alcanza para que este decida partir en dirección a Barcelona, para así "sacar a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice" (1003-1004). Esta recapitulación de los hechos ocurridos en el capítulo LIX sirve para analizar la cuestión metaficcional en el Quijote: Cervantes incluye el texto apócrifo de Avellaneda para que sus personajes lo critiquen por falso y erróneo. Don Quijote de la Mancha es un libro que habla, discute y critica otros libros; es un dispositivo literario que reflexiona constantemente sobre la literatura, sus virtudes y sus problemas. En ese sentido, la inclusión del texto de Avellaneda en la ficción cervantina responde, en parte, a que Cervantes concibe su propio texto como un espacio de confrontación literaria. En la primera parte, se confronta a los libros de caballerías; en esta segunda, al primer libro de Don Quijote y, por supuesto, de una forma mucho más cruda, al Quijote apócrifo de Avellaneda.