Divinas palabras

Divinas palabras Símbolos, Alegoría y Motivos

La piedra del Peregrino (Símbolo)

El Peregrino aparece en la obra trayendo consigo solamente una piedra que, según él, es su única posesión, y la utiliza como almohada para dormir. Esa piedra funciona como símbolo de su piedad y de su penitencia. Pero más adelante nos enteraremos de que El Peregrino es El Conde Polaco, un delincuente que está muy lejos de ser piadoso y penitente. La piedra, por lo tanto, era parte de su disfraz hipócrita. Es decir, no solo aparece como símbolo para los lectores, sino que El Peregrino utiliza su fuerza simbólica para convencer a los otros personajes de que es un hombre piadoso y obtener así una comida gratis.

El dolor de La Reina antes de fallecer (Alegoría)

Antes de morir, La Reina explica el dolor que siente a través de esta alegoría: "¡Un gato que me come en el propio lugar del pecado!" (p.22). Una alegoría es un sistema de metáforas que funcionan unidas. En esta, hay una primera metáfora que representa el dolor que siente La Reina: "Un gato que me come". La segunda metáfora representa el lugar donde siente el dolor, al que llama "el propio lugar del pecado", aludiendo así a su vagina. El pecado, por supuesto, es la relación sexual.

La sangre y la tierra (Símbolos)

En su lamento por la muerte de Juana La Reina, Mari-Gaila desarrolla un discurso lleno de "divinas palabras". En este afirma: "¡Ay, cuñada, no te llamaba la sangre, y te llamó para siempre la tierra, que todos pisan de una vereda!" (p. 31). La sangre es símbolo de la familia, ya que es lo que comparten sus integrantes. Mari-Gaila lamenta que La Reina no haya sido en vida apegada a su familia. La tierra, por su parte, es símbolo de la muerte: allí será enterrada. Lo que expresa Mari-Gaila, en definitiva, es que a Juana La Reina no la llamó el interés por su familia, y por eso la terminó llamando la muerte.

El fin de los milagros (Alegoría)

En el pleito por la posesión del carromato, tanto Marica del Reino como Pedro Gailo y Mari-Gaila afirman que les corresponde quedárselo. La decisión tarda en tomarse y cada uno tiene sus argumentos para ganar el pleito.

Sin embargo, estos argumentos son insuficientes. Por eso, todos lamentan que Juana La Reina no pueda revivir, al menos por un instante, para decir a quién le lega la tenencia del carromato y El Idiota. El Pedáneo dice que eso no es posible (lo que es obvio), pero Pedro Gailo le retruca afirmando que, de vez en cuando, suceden milagros. Ante esto, El Pedáneo dice: "En otros tiempos, que en éstos al carro de la muerte ninguno le quita los bueyes" (p. 40).

La primera metáfora en esta alegoría es "el carro de la muerte", que remite a la idea de que la muerte se lleva un cuerpo hacia otro lado. El problema, según El Pedáneo, es que ahora, en estos tiempos, la muerte nunca frena su carro. Es decir, aquel que muere lo hace definitivamente. Para expresar esa idea, completa la primera metáfora afirmando que nadie le quita los bueyes al carro de la muerte. Y si el carro mantiene sus bueyes, que son los que lo impulsan en el camino, entonces, la muerte no detiene su rumbo inexorable.

El carácter de Pedro Gailo (Alegoría)

En la escena cuarta, Marica del Reino, enojada porque Mari-Gaila no le devolvió el carromato con El Idiota, va a la casa de Pedro Gailo a criticarlo por la pasividad que tiene ante el modo de ser de su mujer. Le dice: "¡Ay, hermano mío, otro tiempo tan gallo, y ahora te dejas así picar la cresta!" (p. 68).

La alegoría de la cita se compone de una primera metáfora en la que se hace referencia a la autoridad y dominio masculino de Pedro Gailo en otros tiempos, comparándolo con un gallo. Este animal tiene la cualidad de dominar con autoridad su territorio e, incluso, ser el macho de muchas gallinas. En cambio, en la segunda metáfora, Marica del Reino metaforiza la pasividad del carácter de Pedro Gailo afirmando que ahora se deja picar la cresta. En la jerga de la riña de gallos, "picar la cresta" significa lastimar el orgullo. Es decir, según Marica del Reino, Pedro Gailo pasó de ser un gallo dominante a ser un gallo dominado, con el orgullo lastimado por su mujer.