Borges y yo

Borges y yo Resumen y Análisis Resumen y Análisis

Resumen

La dimensión íntima de la personalidad de Borges, presentada por la voz narradora mediante el pronombre personal de primera persona, “yo” (usaremos las comillas siempre que con “yo” nos refiramos al Borges íntimo), cuenta cuáles son sus costumbres y sus gustos, entre los que destacan los paseos que da por Buenos Aires, la literatura, e incluso el aroma del café. Ese “yo” presenta a Borges como el otro: la dimensión pública y literaria de su identidad. Conforme avanza la prosa, se hace evidente la futilidad de los intentos del yo intimo por diferenciarse de Borges. La imposibilidad de dividir esas dos dimensiones de su personalidad se hace evidente al final del texto, cuando la voz narradora indica que no sabe quién está escribiendo.

Análisis

Borges y yo” ha sido considerado por muchos como un manifiesto de la personalidad literaria de Borges. De difícil definición genérica, los críticos lo han considerado cuento, ensayo y poema. En verdad, tratar de encasillarlo es un ejercicio del todo inútil, puesto que lo que interesa del texto no es su filiación a un determinado género, sino la capacidad productiva de su lenguaje: la maestría del este texto radica en que, en poco más de trescientas palabras, Borges logra enlazar los temas de la identidad, la dualidad o el doble, la creación literaria, el lenguaje y la relación entre el autor, su obra y su público.

En su primera lectura, “Borges y yo” puede parecer un texto sencillo y claro: el escritor reflexiona sobre su identidad y señala que su personalidad está dividida en dos dimensiones: por un lado, existe el Borges escritor, que se ha convertido en una figura pública. Este es el Borges profesor, el conferencista, el que trata con los periodistas y con los críticos literarios. Por otro lado, existe el Borges íntimo, que el narrador identifica con el pronombre personal en primera persona, "yo". Este “yo” encarna las fibras más íntimas del sujeto en su dimensión privada: sus gustos, sus aficiones, sus miedos y sus obsesiones.

Conforme avanza el texto, sin embargo, esta división se torna cada vez más compleja: los bordes entre las dos dimensiones del autor comienzan a desdibujarse, y el narrador señala que existe una fuga del “yo” hacia Borges; la personalidad literaria se apodera paulatinamente de todo aquello que compone el mundo íntimo del sujeto y lo convierte en el material de su literatura.

Con ello, el texto de pronto se convierte en un complejo juego sobre la construcción de la identidad que despliega, en pocas líneas, muchos de los motivos borgeanos: su amor por Buenos Aires, las lecturas que lo han nutrido desde pequeño, la búsqueda de un lenguaje en el que plasmar su literatura, el paso del tiempo, e incluso las reflexiones metafísicas sobre la identidad. Así, el yo íntimo que parece escribir al principio paulatinamente va dando paso a Borges, el literato. Al final del texto, esta fuga parece completarse y la última frase relativiza todo el contenido. La sentencia conclusiva, “No sé cuál de los dos escribe esta página” (p. 221), siembra la duda sobre la identidad del narrador y señala el fracaso del yo íntimo en su intento de perdurar más allá de Borges. A continuación, profundizaremos en las cuestiones esbozadas anteriormente.

En primer lugar, cabe destacar el juego gramatical que se plantea desde el título: “Borges y yo” es una tautología, una redundancia que permite el desdoblamiento de la identidad en dos índices referenciales: el nombre del autor (Borges) y el pronombre personal (yo), que señala el estadio de identificación y reconocimiento del sujeto en su subjetividad. El yo interactúa con ese Borges, que es la imagen que la sociedad le devuelve de sí mismo. Es decir, Borges es ese “yo”, pero devuelto al sujeto a través de la mirada del otro. Con ello, el texto abre el juego a una dimensión muy interesante sobre cómo el escritor se percibe a sí mismo y su relación con el resto del mundo.

Como él mismo lo ha dicho en un sinnúmero de entrevistas, Borges se reconoce como un sujeto tímido, que al inicio de su carrera tenía problemas para hablar en público y para exponerse socialmente. Sin embargo, y como indican muchos críticos y biógrafos, al madurar su figura pública, Borges disfruta mucho de la conversación con otros, y utiliza las entrevistas y las charlas como un medio para exponerse, no exento de cierta vanidad. Así, el desdoblamiento entre Borges y “yo” se convierte en un ingenioso juego que evidencia la tensión entre la timidez y el placer de la exposición. El hecho de que al final del texto todo indique que es Borges quien finalmente gana la batalla de la definición identitaria indica, en cierto sentido, la victoria del hombre que asume su figura pública sobre el joven tímido que se refugia en su intimidad para rehuir la mirada de los otros.

Por otro lado, este texto también señala la importancia que la literatura tiene en la construcción de la identidad de Borges. Al respecto, el epílogo de El Hacedor brinda una clave de lectura importante para la interpretación del texto que nos compete: “Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído. Mejor dicho: pocas cosas me han ocurrido más dignas de memoria que el pensamiento de Schopenhauer o la música verbal de Inglaterra” (p. 272). Con variaciones en la enunciación, Borges afirma esta idea infinidad de veces, tanto en su obra literaria como en las conversaciones con críticos, periodistas y escritores. En ella, puede percibirse su afán de quitarse importancia como persona, es decir, como sujeto íntimo, para dársela a la obra, a la literatura y, por ende, al lenguaje y la tradición. Al respecto, el narrador de “Borges y yo” expresa: “Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros” (p. 221). Estos muchos otros que menciona hacen referencia a sus lecturas, en las que halla el germen de la dimensión más importante de su identidad. En este sentido, la literatura se despliega nuevamente como uno de los temas más importantes para el autor, y es en la literatura donde Borges encuentra la mejor forma de definirse identitariamente.

Otro de los temas principales que el autor aborda en este texto —tema recurrente en su obra —es el del doble. Desde la tradición mitológica y literaria germánica y anglosajona, la cuestión del doble presenta un sinfín de abordajes posibles. En su texto, Borges presenta un desdoblamiento interno —lo que implica una variación sobre el tema del doble, que suele representarse en desdoblamientos externos —, que es solo consciente para el sujeto que lo experimenta, pero que está vedado a la sociedad. Este desdoblamiento pone en evidencia, a través del juego literario, la dislocación que experimenta el autor entre la realidad de su vida íntima y la figura pública que se construye como intelectual y escritor consagrado, de fama mundial. De aquí se desprende una inquietud que, como todos los temas queridos a Borges, se trabaja a lo largo de toda su obra: el de la doble naturaleza de la identidad, que es estática (o permanente) y, al mismo tiempo, dinámica y cambiante. Este saberse uno y variable da título a libros, como El otro, el mismo, y se trabaja en relatos, entre los que podemos destacar “El otro”, publicado en El libro de arena. En él, un Borges anciano se encuentra con su yo más joven e intenta convencerlo de que son dos personas distintas, al mismo tiempo que son el mismo.

Ahora bien, llegados a este punto, cabe destacar una cuestión respecto de las dos identidades que aparecen en pugna sobre el texto: es importante comprender que tanto Borges como su “yo” íntimo son dos instancias de una construcción ficcional que pueden corresponderse a una imagen que el autor crea de sí mismo en su literatura, pero que no deben confundirse con el sujeto real, por fuera del texto. Esto es, lo que estamos leyendo forma parte de la construcción ficcional que Borges hace de su propia imagen como autor y como sujeto íntimo. Es en el plano de escritura en el que se despliega el yo autobiográfico del autor, pero esto se logra a través de la creación artística y, como tal, el texto pertenece a la literatura y no debe ser interpretado literalmente como una declaración del Borges de carne y hueso sobre su persona real, por fuera del texto.

Hacia el final del relato, el narrador señala: “Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro” (p. 221). Esta frase indica un cambio de narrador: si todo es del otro, del Borges público, este texto también pertenece ya al acervo literario y no al sujeto íntimo que había comenzado a enunciarlo. Con ello, el “yo” insinúa su imposibilidad de seguir hablando y le cede la palabra a Borges, que es su vía de expresión y su destino.

La última frase del texto está desligada del cuerpo principal y se presenta como un segundo párrafo que fractura la unidad textual: “No sé cuál de los dos escribe esta página” (p. 221). Este final oscurece la figura del narrador y obliga al lector a interpretar el texto leído bajo esta nueva luz. Así, es posible observar cómo a nivel estructural el texto emula la fuga que el “yo” dice experimentar hacia el otro, hacia Borges. Cuanto más intenta el “yo” mutar para escapar de la absorción del otro, con más fuerza se apodera Borges de los cambios y más se agranda su figura. En verdad, nada puede salvar a ese yo de la posesión, puesto que su vida entera se ha convertido en una mecánica de la propia literatura borgeana.