Agamenón

Agamenón Resumen y Análisis de Líneas 503-974

Tras llegar al lugar donde están de pie Clitemnestra y el Coro, el Mensajero los saluda. Anuncia que es uno de los hombres que había ido a la Guerra de Troya y que finalmente ha vuelto tras diez años de ausencia. El hombre permanece asombrado por haber retornado a su ciudad, Argos, y agradecido de que su cuerpo podrá morir a una edad avanzada en el suelo de Argos y sepultado en su tierra, no en una tierra lejana. El Mensajero le agradece a los dioses por traer a su hogar a los griegos sanos y salvos y por haberlos ayudado a conquistar la ciudad de Troya después que Paris raptó a Helena, la esposa de Menelao. El Mensajero envía gratitud primero a Zeus y en segundo lugar a Hermes, el dios mensajero, ya que Hermes lo ha protegido para que él trajera este alegre mensaje de victoria a Argos después de tantos años. Informa que los altares de los troyanos fueron destruidos, que Paris merecía todo esto por el terrible crimen de violar a Helena y por haberla secuestrado, quitándosela a Menelao, su esposo. El hermano de Menelao, Agamenón, se encuentra cerca del Mensajero, y ya viene por la playa. Agamenón es el gran héroe que con la ayuda de los dioses desde el cielo, logró grandes victorias para los griegos.

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El Coro de Ancianos señala que habían perdido a grandes guerreros que se fueron a la guerra, temerosos de que jamás regresarían, y que muchos estaban deseosos de ir a matar. El Mensajero se conmueve al escuchar estas noticias y les asegura a los ancianos que todo será mejor a partir de ahora. Dice que la guerra pertenece al pasado como también el sufrimiento por el que han pasado estos guerreros griegos. “Pasaron los sufrimientos, pasaron en verdad; los muertos ya ni siquiera desean levantarse de nuevo... / Así es que tenemos el derecho de jactarnos al resplandor de este sol que vuela por encima del mar y de la tierra: 'Conquistada Troya, el ejército argivo ha colgado para los dioses en los templos de Grecia...'/. Los que oigan esto tienen que elogiar a la ciudad y a sus caudillos; y también será honrada la merced de Zeus que lo ha cumplido todo. Tienes el mensaje completo” Líneas 571-581. El Mensajero le agradece a Zeus, sugiriendo también que en los años venideros todos estos guerreros griegos serán nombrados héroes por su coraje. Los espíritus de los ancianos del Coro se exaltan después de oír estas palabras de aliento, diciendo: “Los ancianos siempre son lo suficientemente jóvenes para aprender”. Se habían sentido tristes y vacíos de todo esperanza y pensaban que la guerra nunca terminaría o que los guerreros nunca volverían a Argos. Agregan que Clitemnestra, su reina, debe conocer estas noticias y que las debe escuchar con sus propios oídos.

Clitemnestra está algo molesta porque previamente el Coro se había burlado de ella por creer -- cuando el Guardián vio un resplandor de fuego en la distancia, una señal para avisar que Troya había sido capturada-- que los barcos griegos estaban retornando a Argos. Esta vez es la reina la que se burla del Coro diciendo: “Alguien censurándome me dijo: 'Convencida por estas señales de fuego, ¿crees que Troya ha sido ya destruida? Muy propio es de mujer dejar exaltar así el corazón...' Con tales razones me hacían pasar por loca. Con todo, hice sacrificios; y por mandato de esta mujer aquí y allí, a través de la ciudad, se lanzaban los gritos rituales invocando a los dioses en los templos y ador-meciendo el devorante ardor de las llamas perfumadas” Líneas 592-597. Parecería que ella, en cierta forma, disfruta por haber estado en lo cierto cuando pensó que los griegos estaban volviendo a su tierra y el Coro pensó que ella estaba sacando conclusiones apresuradas, sin haber verificado su veracidad. Clitemnestra expresa su lealtad a los dioses que ayudaron a sus hombres y a su esposo a volver sanos y salvos a su tierra y recuerda que ella hizo un sacrificio para asegurar que los dioses protegieran a estos hombres.

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Le dice al Mensajero que no siga contando porque quiere escuchar directamente de su esposo todo lo ocurrido en la caída de Troya. La mujer agrega que anhela ver a su esposo una vez más “Pues, para una mujer, ¿qué día hay más dulce de ver que éste para abrir de par en par las puertas cuando un dios ha salvado al esposo de la guerra? Comunícale a mi esposo: 'Que venga cuanto antes a una ciudad querida. Encontrará, al llegar, que su esposa en su casa es fiel, tal como la dejo...” Líneas 600-607. Clitemnestra expresa que ha sido fiel a Agamenón y no ha amado a nadie más durante esos diez años ni ha tenido relación sexual con nadie. Insta al Mensajero a que retorne a los barcos y le diga a su rey que vuelva enseguida al palacio.

El Mensajero está impresionado con la devoción de la mujer, pero el Coro interrumpe antes de que él parta y pregunta al Mensajero si el hermano de Agamenón, Menelao, sigue vivo. El Mensajero se niega a hablar. Cuenta que buena parte de la flota griega se hundió después de una fuerte tormenta y que el ejército que estaba volviendo desde Troya se ha perdido. Preocupado por dar estas tristes noticias en medio del regocijo de los momentos anteriormente vividos, el Mensajero sólo dice que por alguna razón los dioses conspiraron contra la flota griega, pero que cierta divinidad protegió el barco de Agamenón y este no fue destruido. Cuando al día siguiente terminó la tormenta el mar estaba “florecido de cadáveres de los aqueos” que se ahogaron al destruirse sus barcos. Agrega que si alguno de los griegos perdidos en el mar sobrevive y vuelve a su tierra, ese será Menelao, porque es un hombre valiente y audaz. Si su hermano Agamenón fue protegido por los dioses; entonces los dioses también querrán proteger a Menelao para no extinguir el linaje. Con estas palabras de esperanza, el Mensajero vuelve a la playa para llevar al rey el mensaje de Clitemnestra.

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Después que el Mensajero parte, el Coro de Ancianos nuevamente se entristece a causa de las noticias sobre lo ocurrido a Menelao. Grita que Helena es despreciable porque fue la principal causa de este enfrentamiento entre griegos y troyanos. El coro expresa “¿Quién sino alguien a quien no vemos..../ rodeada de discordia, a Helena? Pues de acuerdo con su nombre, ha perdido a las naves, ha perdido a los hombres, ha perdido a las ciudades, cuando de entre cortinas suntuosas se hizo a la mar al soplo del céfiro poderoso, y tras ella numerosos cazadores armados de escudos que seguían la estela fugitiva de los remos, después que ellos habían desembarcado en las riberas frondosas del Simoente, llevados por una Eris sangrienta” Líneas 681-698. Helena también es culpada de la Guerra de Troya, presentada como una mujer que vivía en la suntuosidad mientras miles de hombres griegos y troyanos morían en el campo de batalla o en las riberas del río Simoente, que fluye cerca de Troya. Su nombre es mencionado con el significado de “muerte” porque fue por su culpa que se perdieron “barcos, hombres y ciudades”. Después de escuchar que Menelao, el hermano de Agamenón, está perdido en el mar y nadie sabe dónde está, el Coro se siente profundamente abatido.

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Los hombres se siguen lamentando por las pérdidas sufridas por la guerra, maldiciendo ahora el propio nacimiento de Paris, el hombre que secuestró a Helena del palacio de Menelao, en Esparta. Lo llaman “cachorro de león” debido a la forma perversa con la que le arrebató Helena a su esposo, pero el Coro señala nuevamente que toda la familia real de Paris recibió su merecido por haber traído al mundo a tan miserable hombre. Su padre, Príamo, el anciano rey de Troya, fue uno de los hombres asesinados por los griegos cuando la ciudad estaba en llamas. Paris es culpable de ser demasiado orgulloso, un pecado terrible. Para quienes no viven moderadamente, hay terribles castigos de los dioses: “Justicia, con todo, luce en las moradas de techos ahumados y honra una vida pura. Pero, apartando la vista de las mansiones doradas con suciedad de manos, las deja y se dirige hacia las piadosas, no honrando el poder de la riqueza y su falso sello de gloria. Y todo lo conduce a su término” Líneas 772-781. La diosa de la justicia protege a los justos; en esta ocasión, los hombres justos son los griegos, los que castigaron a Troya por los pecados de Paris.

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En ese momento, el Rey Agamenón, que ha estado ausente tantos años, finalmente retorna a Argos y llega hasta el lugar donde están de pie su esposa Clitemnestra y el Coro de los ancianos. Lo acompaña en su carro una prisionera, Casandra, pero ella no habla. Los ancianos saludan al rey, dándole la bienvenida. Le recuerdan brevemente que cuando partió hacia Troya con la flota Griega, ellos estaban descontentos con Agamenón porque haber sacrificado a su hija mayor Ifigenia para que la diosa Artemisa enviara vientos para que los barcos pudieran partir. Pero con el tiempo, el dolor y la tristeza se habían ido y ahora estaban contentos porque el rey había retornado vivo, saludable y victorioso. El Coro agrega que Agamenón pronto conocerá lo que ha pasado en Argos durante su ausencia.

Agamenón contesta que se siente honrado por las palabras de esos hombres y está feliz de que ellos hayan extrañado su presencia en la ciudad. Agrega que fueron los dioses los que hicieron que él impartiera justicia en los campos de batalla en Troya: “Los dioses, sin atender los argumentos de las partes, con decisión unánime sus votos homicidas, destrucción de Ilión, echaron en una urna sangrienta.../ A los dioses hemos de pagar por todo esto una deuda inolvidable de gratitud, si en verdad hemos vengado cumplidamente el rapto y por una mujer una ciudad pereció bajo el monstruo argivo” Líneas 814-824. El Rey de Argos de esa manera reconoce que debe sus éxitos principalmente a los dioses que apoyaron a los griegos durante la Guerra de Troya y no a sus hombres que lucharon con valentía. Al final todos los dioses se pusieron contra Troya y decidieron que la ciudad debía ser destruida por culpa de una sola mujer, Helena, a quien Paris secuestró y arrebató al griego Menelao.

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Agamenón dice que ahora que ha vuelto la ciudad una vez más, volverá al orden de la ley: que aquellos que han sido desleales serán castigados y muertos y que aquellos que han sido leales serán recompensados. También desea saber qué ha sucedido en Argos durante los últimos diez años. Dice que tendrá una reunión con todos los ciudadanos y sin decirle una sola palabra a la reina se prepara para entrar al palacio. Clitemnestra permaneció de pie, en silencio. Ahora habla en voz alta, lamentando lo difícil que fue para ella la larga ausencia de Agamenón; que muchas veces había recibido terribles rumores que decían que Agamenón había sido asesinado de forma atroz, o que a él le habían sucedido cosas terribles. Dice que debido a las fuertes tensiones y preocupaciones que había vivido todo ese tiempo en varias ocasiones había intentado matarse. Clitemnestra dice que envió a su joven hijo Orestes a vivir con un amigo, por el temor a que fuera asesinado. Finalmente llora por lo mucho que extrañó a Agamenón y por lo feliz que está de que haya vuelto. Como forma de homenajearlo la reina le pide a Agamenón que baje del carro y camine por la alfombra roja del honor, que él se merece un reconocimiento especial.

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Agamenón contesta que se siente muy halagado de escuchar esas palabras de su esposa, pero que no puede caminar por la alfombra roja porque ese es un honor demasiado grande y si lo hiciera dejaría de ser un hombre humilde. Le advierte: “Por lo demás, no me mimes a manera de mujer... ni extendiendo alfombras hagas envidioso mi camino. A los dioses hay que honrar así; pero, siendo yo mortal, no puedo caminar sin miedo en medio de bordadas maravillas. Digo que me honres como a un hombre, no como a un dios. Sin alfombras ni bordados también mi fama grita, y el no ser insensato es el mayor regalo del los dioses”. Líneas 928-925 El rey sugiere que su mujer, como toda “mujer” está tratando de usar su encanto femenino para hacerle hacer algo que no quiere. Agamenón piensa que caminar por la alfombra roja pondrá demasiada atención en él y que es una forma de homenaje demasiado elevada, lo que lo haría parecer un dios. Los dioses castigan a las personas que se comparan a sí mismos con dioses y para evitarlo, Agamenón procurs permanecer como un hombre humilde. Clitemnestra se mantiene en su actitud, empecinada, diciendo que él le teme a los dioses y es débil; incita a su esposo, diciéndole que si no es envidiado por sus compatriotas, entonces no lo respetarán. Para mantener el respeto de su pueblo, le afirma Clitemnestra, él debe caminar por la alfombra roja. Finalmente le pide tan sólo que le conceda sus deseos, “Créeme y concédeme voluntariamente la victoria”.

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Después de escuchar esto, el Rey Agamenón cede a la voluntad de su esposa. Se quita las sandalias, se prepara para bajar de su carro y camina por la alfombra roja, siendo observado por todos los que lo rodean. Sin embargo, lo hace con cierto arrepentimiento, diciendo que se avergüenza de ensuciar esa pieza de tejido con sus pies. Le indica a alguno de sus seguidores que hagan ingresar a Casandra detrás de él y entra al palacio. La Reina Clitemnestra sigue a su esposo hasta el interior, pronuncia en voz alta una oración a Zeus, el rey de los dioses, y le agradece por haber hecho a su esposo retornar a Argos, sano y salvo, y desea que Zeus continúe protegiendo a su familia en el futuro. Se la ve feliz porque su esposo ha regresado después de tantos años de penurias. Da la sensación de que Clitemnestra finalmente encontró algo de paz en su mente y está feliz siguiendo al rey cuando este entra al palacio.

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