Libro de buen amor

Libro de buen amor Ironía

Irónicamente, el "buen amor" es tanto el nombre del amor a Dios como el de la alcahueta Trotaconventos (Ironía situacional)

Trotaconventos, tras sentirse injuriada por el nombre con el que el arcipreste se dirige a ella, le pide que la llame "buen amor" (932 b). Juan Ruiz accede, haciendo que coincidan, de esta manera, el nombre de la alcahueta y el título de su libro: "Por amor de la vieja e por dezir razón, / «buen amor» dixe al libro e a ella toda saçón" (933 ab). Esto resulta irónico, puesto que el poeta utiliza las mismas palabras, "buen amor", con las que, según afirma en el prólogo, se refiere al amor "de Dios” (línea 36), para nombrar a una alcahueta con cuyos servicios facilita las relaciones amorosas entre las personas, es decir, el amor mundano.

Aunque el sabio griego y el ribaldo romano creen comprenderse, solo el lector entiende lo que intentan transmitir (Ironía dramática)

En el ejemplo de los romanos que piden a los griegos sus leyes encontramos una ironía dramática. En la disputa, el sabio griego manifiesta, mediante señas, que existe un Dios y que todo responde a su voluntad; e interpreta que su oponente señala que Dios es uno en tres personas, y que tiene en su poder al mundo. Por su parte, el ribaldo romano que disputa con él lo amenaza, mediante señas, con romperle los ojos y los dientes, y con darle un puñetazo; mientras que interpreta las señas del otro como amenazas de un golpe en el ojo y una palmada en los oídos. El lector, que conoce el significado que le han otorgado uno y otro a sus señas, comprende que ambos las han interpretado en un sentido totalmente diferente al que les dieron sus emisores. Además, el fuerte contraste entre lo que uno y otro desea transmitir, y lo que cada uno interpreta del mensaje del oponente, también resulta irónico: mientras que el sabio griego da un sentido teológico a sus señas y a las del pícaro romano, este último emite las señas con intención de amenazarlo e interpreta las señas del sabio en un sentido semejante.

La viuda es llamada "tortolilla" por su supuesta fidelidad, pero termina demostrando lo contrario al abandonar al arcipestre por otro hombre (Ironía situacional)

El poeta se refiere a una hermosa mujer viuda llamándola "tortolilla" (1329 a). La identificación con esta ave, la tórtola, resulta irónica, puesto que el animal es un símbolo de fidelidad (asociado a la viuda fiel), y el arcipreste utiliza su nombre precisamente en un pasaje en el que el personaje dirige un apóstrofe a las mujeres diciendo: “Non avedes pavor, vós, las mugeres todas, / de mudar vuestro amor por aver nuevas bodas?” (1329 cd, “¿no tienen pavor vosotras, las mujeres, de cambiar vuestro amor por tener nuevas bodas?”). Además, la copla concluye diciendo que la mujer se casa con otro hombre, pese a que, poco antes, se había mostrada interesada en el arcipreste.

El lobo acusa a la raposa del mismo delito que él comete con frecuencia (Ironía situacional)

En la fábula del pleito que tuvieron el lobo y la raposa se relata que el primero demandó a la raposa por robar y comer un gallo, y que ella alegó, en su defensa, una inhabilitación del lobo por su conocido hábito de matar ovejas. Como se ve, resulta irónico que el lobo acuse a la raposa de cometer un delito semejante al que él mismo comete con frecuencia. En efecto, el juez don Ximio deja en libertad a la raposa, precisamente, por ese motivo.